Cinelandia (March 1936)

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42 tran orgullosas sus manos están usando aceite o crema para las uñas. Por muchos años hemos tenido productos para mantener la cutícula suave y flexible, pero hasta últimamente estamos interesándonos en las preparaciones que mantienen las uñas fuertes y sanas. Será que el esmalte de vivo color llama la atención a defectos que antes pasaban fácilmente inadvertidos—uñas quebradizas, acanaladas y ásperas, etc.—y el aceite ha probado ser la mejor ayuda para corregir esos defectos. El aceite o la crema para la cutícula se frotará o se aplicará por medio de un palillo de naranjo de los que se usan en el manicure. De todos modos, es la base de las uñas la que se beneficia con el aceite, y aplicándolo alrededor de la cutícula le hará más provecho que frotándolo simplemente sobre la uña. Está bien quitar el esmalte con un buen quita esmalte a base de aceite—y está mal quitarlo con productos corrientes. Está bien dar forma a las uñas pasando la lima de los lados al centro, con movimientos largos—y está mal pasarla para atrás y para adelante con movimientos pequeños, o afilar los lados de las uñas casi a raíz de la carne. Esto último es no solamente doloroso, sino que causa uñas quebradizas. Está bien mojar un pedazo de algodón envuelto en un palillo de naranjo y empujar con él suavemente hacia atrás la cutícula— y está mal cortarla con tijeras. o cualquier instrumento cortante, aunque es permitido cortar los pedacitos de cutícula muerta que cuelgan. Está bien frotar las puntas de los dedos con aceite o crema para cutícula, después de que el esmalte líquido se ha secado—y está mal hacerlo inmediatamente antes de aplicar el esmalte, a no ser que durante el manicure lo quite frotando con un cepillo y agua de jabón. Las partículas microscópicas de aceite bajo el esmalte líquido echan a perder su cualidad de durabilidad. Está bien frotar las uñas con un pulidor antes de aplicar el esmalte, porque ayuda a la mejor tersura de la superficie—y está mal dejar de hacerlo con la excusa de que “el esmalte es tan brillante . . .” que cubre la aspereza de la uña. Está bien igualar el color de las uñas y los labios—y está mal llevar labios de un rojos obscuro y uñas de un rojo salmón o naranja. Una vez que haya devuelto a sus manos su belleza, es muy sencillo retenerla: jabones suaves para los quehaceres domésticos, guantes para protegerlas cuando es inevitable el uso de polvos y agua caliente para limpiar, la botella de crema para las manos no sólo en el baño sino en la cocina, un limón cortado por la mitad y puesto boca abajo en un platito, listo para las manchas que afean los dedos—también un pedazo de piedra pómez para el mismo propósito. Y antes de la limpieza o de algún trabajo pesado como cuidar del jardín, úntese un poco de una crema que se vende en el mercado y que protege las manos como guantes invisibles. LOS FILMS DE ACCION (viene de la página 33) para 1936 que la vuelta a los temas de acción, en otras palabras, la liberación del teatro que venía esclavizando a Hollywood desde que la película parlante hizo su aparición. También en este sentido ha seguido Hollywood la huella de Londres. El éxito de “F, P. 1.”, de “Henry the VIII” y “Catalina de Rusia,” por no hablar sino de películas que todos hemos visto, ha convencido a los productores de aquí de que la orientación dramática y teatral reducía arbitrariamente la amplia perspectiva cinematográfica. Así la masa popular venía a justificar con su entusiasmo de taquilla a la crítica que había venido aclamando inútilmente por la supeditación del diálogo a la acción y de la situación dramática a la grandeza épica. El cine, único arte acaso que haya sido impuesto por los pobres a las altas clases, mal podía encontrar temas apropiados en el teatro que, a más de ser excesivamente sutil, ha cometido en los últimos dos siglos el pecado mortal de reducir su campo de observación a los problemas mezquinos de las clases altas, a los enigmas psicológicos de escritores, artistas, millonarios, gentes todas con doscientos mil dólares anuales de renta y una invencible tendencia a la ociosidad. Bien está que escritoras solteronas sigan ocupando su tiempo en preparar comedias que han de representarse en reducido número de teatros, para público que viste siempre de etiqueta y cuyos boletos de admisión valen cinco dólares. Esas escritoras justo es que tejan sus marañas alderredor de los caprichos de una Letty Lynton, del carácter encarnado por Miriam Hopkins en “Splendor”.o que se apasionen con “When Ladies Meet,” “The Divorcee,” “As Husbands Go” o “Cynara.” Pero para el pueblo, verdadero padre del cinema, esos temas no solo carecen de legítima verdad, sino que constituyen la más Lea los anuncios de CINELANDIA. Valiosos e interesantes. provocativa ironía. De allí que muchos escritores, dentro y fuera de Estados Unidos, no hayan dejado de proclamar la tendencia general de Hollywood, en vender a las masas la idea y la moral de un grupo privilegiado. Los defensores de Hollywood han objetado siempre que precisamente el carácter delicioso del cinema está en que para el trabajador y el empleado es un vuelo a esferas nunca vistas pero siempre soñadas; el mundo de Park Avenue, con sus Rolls Royces y sus yates, con sus supremas inquietudes de sociedad y su profunda despreocupación social. Quienes así piensan olvidan por completo que todo espectáculo debe tender en sus temas a arraigar en el ánimo del espectador las únicas virtudes sociales indiscutibles, la tolerancia y la justicia. Un cine sectario y falaz está muy lejos de realizar esta condición esencial de todo espectáculo que bajo algún concepto pretende el nombre de arte. Para la realización de este fin estético del espectáculo, es necesario que el espectador pueda compenetrarse con la acción y con los caracteres que viven en la escena. Utilizando en este sentido el close-up cinematográfico, ha sido como el cine ha derrotado al teatro. Derrota hoy ni siquiera discutida en medios que no “vivan del teatro.” ¿Y como podría sentir afinidad alguna con Joan Crawford, por ejemplo, cualquier obrera para quien la preocupación económica llena la mitad de la vida, si la heroína aparece constantemente dedicada a mostrar vestidos y a “flirtear” como profesional, sin que jamás transparente la realidad material de su vida, su fuente de recursos, etc.? Poco dice el diálogo para el pueblo acostumbrado a mirar y callar y a no entender de sutilezas literarias ni de perfiles artístico-psiquiátricos. Para el pueblo, gran síntesis microcósmica, sólo las artes sintéticas tienen positiva utilidad. De allí que el CINELANDIA, MARZO teatro clásico, griego o español haya cido como brote popular lozano y fer, allí que la música y la pintura sen máximas manifestaciones artísticas p masas. Cine, como sinónimo de pint música, llega al corazón del pueblo qu ferirá siempre ver “Los tres mosque que “Strange Interlude.” El diálogo y el teatro, es en su íntima esencia ay de caracteres y situaciones, y por tam; lejos de la imagen puramente cinematy fica. Como simple comentario, la pal añade realismo a la imagen, pero y queda en el plano secundario, limitada; presar lo que supone que dice o que; cha, entonces el cine se debilita y anj renunciando a su objeto propio par rrarse en algo que le es tan vitalmen traño como su jiba al jorobado. Un ejemplo ilustra perfectamente y función artificial a que los comedió metidos a escritores de cine tienen ( nada a la imagen. Se está escribienh continuidad de una película, el comedit dicta una frase cualquiera y añade: '| close-up de X para ver en su cara l presión que le hace lo que está escucha Error profundo que ha retrasado el dx volvimiento del cine durante los últimoyi La imagen es la única que tiene valora Puede darse un close-up silencioso mí presivo que cualquier frase que se oyen ver a quien la dice o a quien la escul En gran parte fué originada esta tk defectuosa por la dificultad en que y contró el cine al descubrirse el talkir) reducir al nuevo molde, más estrecho antiguas películas. Se añadió a esto dl cho de ser el micrófono el amo del dir y no éste quien lo tuviera sometido 4 deseos. Pero hoy que el micro es tan perfil tan móvil, el cine recupera su antigua lidad, su amor a la acción, su tendeni los espacios abiertos. El año 1935 nos ha traído películas 1 níficas de este carácter. “Clive of ln cuya batalla nocturna es digna de nú por perfecta; “Lives of a Bengal Lan que transcurre de principio a fin en esp abiertos y cuya técnica es simplemente! regresión al antiguo cine de “Ruper Hentzau,” “Scaramouche,” “El pirata Mi o “La marca del Zorro.” El mismo ti táculo de DeMille, “The Crusades) 1% bellísimos momentos de acción esencial cinematográfica, tales como la toma de y las cargas de caballería. “Mutiny on the Bounty,” la películi% perfecta desde este punto de vista, no! lada a las novelas de aventuras marill de Conrad con toda su vitalidad, su %l infinito y su rebeldía al marco escénico. Naturalmente, obras de teatro más ob vas que analíticas y más fantásticas qui les, tienen buen éxito en el cine ya qU encuentran su más adecuada expresión notable obra de Marc Connelly, * Pastures,” que por cinco años ha Y representándose en Estados Unidos cof moroso éxito, es una prueba de ello. vada la la pantalla por Warner Br! conserva todo su interés y adquiere % rable belleza pictórica. Su tema, la IM que los negros tienen del cielo, se P mucho más al cine que al teatro pari% originalmente fué escrita. Esta vuelta del cine a la acción J?; aventura, puede redundar en la ru llamado sistema estelar que ha venido% do la esencia de la producción cinemil fica de Hollywood en los últimos años, ]' consiste en hacer la película a la medil! las estrellas y explotarla basándose % éxito de la estrella más que en el val! jetivo de la cinta. En “Mutiny 0% ' Bounty” notamos que a pesar de Y”