Cinelandia (July 1936)

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NUESTROS ENEMIGOS FAVORITOS Por Martínez No siempre están de acuerdo los comentarios de la crítica y el criterio del gran público. Para la mayoría los héroes románticos y las muchachas sentimentales, así como los actores infantiles, son los valores máximos del cinema. Para aquella los representantes de la maldad y la ignominia, los clásicos “villanos” de la. pantalla, pueden merecer también aplausos calurosos al igual que los héroes. Esta nota que va adquiriendo grandes proporciones en el cinema, es la consecuencia de que actores notabilísimos, que en años pasados no hubieran aceptado jamás representar papeles de traidores, perversos o simplemente, como dicen las literaturas escolares, de “anta gonistas'”? del héroe, se hayan hecho portaestandartes de la crueldad o el crimen. El “villano” típico de la pantalla, siguiendo las huellas de Theda Bara con la simple sustitución de las características femeninas por las masculinas, no sabía dar a sus personajes ni notas de humanidad ni de fuerza. Era un “malo” mecanizado, que actuaba de afuera hacia adentro, porque en tal sentido le instruían el director o el guión. En los últimos meses actores como Edward G. Robinson, Víctor McLaglen y Charles Laughton nos han ofrecido inolvidables estudios de tipos lombrosianos. 28 Junto a la simpatía del héroe romántico, Joel McCrea, y a la habilidad artística de Miriam Hopkins, Robinson triunfó desde la primera hasta la última escena de “Barbary Coast.” ¿Cuál es el secreto de este hecho inimaginable seis o siete años ha? Sencillamente la valía de Robinson, que a un personaje inescrupuloso— y para quien nada era suficientemente delictuoso — supo inyectar sentido humano. Poniendo el énfasis en aquellas escenas más complejas nos dió una versión acabada de lo que debe ser el “antagonista”” cinematográfico. Al hacer el elogio de los malvados favoritos no podemos incluir a Spencer Tracy en “Dante's Inferno,” ni a Henry Wilcoxon en “Las Cruzadas,” ni a Preston Foster en “Los Ultimos Días de Pompeya,”” porque su final arrepentimiento rebaja la excelente calidad de las infamias que en el curso de esas cintas habían venido cometiendo y les niega el derecho de alternar con nuestros protervos ortodoxos y conspicuos. Para el espectador inteligente no basta que el director quiera describirnos el carácter de uno de sus actores. como bueno o malo. Es necesario que el personaje hable por sí mismo. Una actriz magnífica encarnando el mal triunfará siempre sobre una que, siéndole artísticamente inferior, encarne el bien, la verdad o la virtud. No hace falta sino recordar Entre nuestros enemigos favoritos hay que contar a Edward G. Robinson, a quien vemos aquí en “Barbary Coast,” con Miriam Hopkins. Robinson se ha transformado en “bueno,” en su último film, “Bullets or Ballots,” de Warners. las escenas en que actúan McCrea y Ro, inson en *“Barbary Coast,” o MeLagie, Ford en “The Informer” o Laughto Fredric March en “Los Miserableg” mi la tremenda simpatía puesta por ¿ Vi Hugo en Jean Valjean no acaba por a far sobre la perfecta actuación pH Laughton. ¿Nos hace odiar el mal un gran acto cuando lo interpreta ? Seguramente, Den sin que ello evite que rindamos just homenaje a su magistral interpretación Si olvidándose de su espíritu pacato y, lywood continúa dando a sus Mejor intérpretes los papeles más inmorales, a posible que sin quererlo se encuentre c que el público, o al menos un gran ser del mismo, no se satisfaga con las mielx de Robert Taylor, Dick Powell o Jon Boles. El sadismo mental que hace pos que los periódicos ganen dinero con su crónicas policiales lleva también a gm parte del público a pagar gustosos su entradas para gozar con. los caracte últimamente creados por Laughton, li Moulton Barret en “The Barrets of Win pole Street”; de Javert en “Los Misen: bles,”” y sobre todo el de Capitán Blig en “Mutiny on the Bounty.” Desde que Hollywood es Hollywo nunca se ha expresado la crueld con tan humana perfección. Inolvidall es la escena en que Laughton ordena l flagelación de un marinero que ningíl delito ha cometido, diciendo: “Two dor, I believe.” Su labio protervo expresa l odio puro, desintegrado de todo element humanitario. Y si al mando de su nar era alto exponente del sadista rabioso, yl maldad adquiere dureza de roca cuan tras de sufrir penalidades sin cuento, vie jando mil quinientas millas en su dél esquife, no halla la piedad resquicio ens alma y decide horrorizar a la tripulació con el castigo de los infelices amotinado