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rincipal en “El jardín estrella, cs DD atitayo en el último moE Marlene Dietrich, se vió súbitaD ajuiciado por daños y perjuicios a glosita del dulce rostro de óvalo la o no menos de ciento veinte es por daños y perjuicios. LI confiesa que a pesar de su enora personalidad de adorable mue ndinense, sabe Sacar las uñas cuanoa el momento y luchar varonilDe por sus derechos. ne Según SUS propias pala ras: de —pesde los días lejanos en que 1 a a
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“mente que la heroína deliciosa y dulce de
“Al ángel de la muerte” es toda una mujer, Que tras de su acento típicamente inglés y sus modales candorosos, se eswnde una luchadora de invencibles cuali
dades.
Por Alfonso
da escritor europeo de gracia inimiviaj » COMenzaba su descripción de un 1 a Hollywood diciendo: Ya a pemardino. Estamos ya a la Chaplin Pacífico y a sesenta millas de Visitante Chaplin es Hollywood para el Ma a $ de sexo masculino que se aproxio tierra. Pues bien, al mardesierto, +, vista ya de las arideces del estamos, Snemos que decir con tristeza: Muni ya a cien millas de Muni.” | tiene el magnetismo de la verdad
Més do quuerto, Al salir del cine, des
taco” o a la proyección de “Scar
Doma Chao Fury” o “I am a Fugitive
n Gang,” su imagen, que tiene
calor de sangre, sentido y olor humanos, nos acompaña persistentemente.
En una forma de actividad humana en que la labor colectiva triunfa sobre el esfuerzo individual y en que se conectan para triunfar o fracasar, la visión del director, el talento del escritor y la personalidad y técnica del actor, Muni aparece como la rara figura cuyo escorzo vive por sí y proyecta su propia sombra y su propia luz. Su grandeza artística, esta es la palabra justa, no se la prestan ni los argumentos ni los directores, ni tiene nada que ver con el personaje interpretado o su habilidad histriónica. Viene de más hondo. Es la armonía perfecta de esa integridad realista que los críticos llaman sinceridad y cierta sensibilidad delicada, producto de la simpatía sentida por el actor hacia su personaje.
De todas sus escenas flota en las cumbres la última de “I Am a Fugitive.” Cuando las sombras comienzan a tragarse su figura y la muchacha siente el terror infinito de quien ve que la tierra se abre a los pies de un ser amado, murmura la voz de Muni, amarga, trágica, verdadera, como si dictara sus líneas Esquilo: “I shall steal” ...
Al lector le interesa poco la biografía de Muni después de haberlo visto trabajar. Dónde y cómo se volvió actor pa
rece inútil averiguación frente a esta personalidad tan diversa de los típicos productos de Broadway o Hollywood.
Fascina en cambio la enorme seguridad interior que reflejan sus gestos, la modestia firme de sus palabras. Es uno de esos casos, “verdadero esta vez,” en que la personalidad es lo que atrae por encima o a pesar de la técnica histriónica. Muni tiene, sin embargo, suficiente talento para decir que sin los buenos argumentos que interpretó, sobre todo al principio de su carrera, no estaría hoy donde está.
—La personalidad del actor—dice—.es nada si la obra interpretada no tiene consistencia. Soy enemigo de las majaderías sentimentales que tienen dominados por completo a nuestra novela, nuestro teatro y sobre todo nuestro cinema. No me es posible trabajar sino en obras realistas, tajantes, sangre, carne y hedor humanos. Algo en lo que pueda hundir mis dientes, que pueda asir con mis diez dedos, mis brazos y piernas, como se prende un náufrago al madero salvador.
Aun cuando estos juicios son reveladores de excesiva modestia, son acertados en cuanto que reflejan la obra de Muni en sus mejores películas: “Scarface,” “I am a Fugitive” y “Black Fury.” Pero ya en “La vida de Louis Pasteur” nos mues
“PAUL MUNI NO NECESITA DE MAQUILLAJES NI COSMETICOS PARA “ABRIRSE PASO EN EL CINE HOLLYWOODENSE. SON TAN EXCELENTES COMO VARIADAS.
SUS CARACTERIZACIONES