Cinelandia (September 1936)

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AN de la nueva Joan Ben% E otnervar nuestros lectores «Trece horas por aire,” en la he ja estrellita actúa junto a Fred Mcde La diferencia se nota desde que E iareco en escena. Dirigió esa cinta e tchell Leisen, que Se ha transformado rápidamente en uno de los mejores | jirectores de Hollywood. Y la nueva J oan a nett, definitiva, llena de personalidad, i enalicia femenina y de empuje, será la ue nuestros lectores verán en la cinta “ojos castaños,” en la que tiene como galán a Cary Grant. Tan grande es la ll igerencia entre la antigua estrellita y la mera, como lo es el título de la obra, qe le cambia hasta el clásico color azul elos ojos dulces e insípidos de que Joan acia gala antes de que se le ocurriera enterrar su antigua personalidad y darnos | ula nueva, encantadora, que la llevará ¿un sitio muy alto. JEAN ARTHUR p 1 Por Martínez Era una de las muchachas más bellas dy más jóvenes de Hollywood. Había ul soñado con ser maestra de escuela y ¡para pagar los gastos de su aprendizaje > SAA universitario posaba para fotógrafos comerciales, cuando un agente de Paramount la conoció y tuvo el buen gusto de admirar su fresca adolescencia, sus ojos azules, sus mejillas redondas, etc. La contrató para el cinema y la trajo a Hollywood. Su triunfo fué instantáneo pero inconsistente. Tras de aparecer en varias películas como “ingenua” de quien se prendaban Buddy Rogers, Richard Arlen y demás galanes de Paramount, fué sumergiéndose lentamente en el fondo gris hasta quedar reducida a la condición de modelo que muestra la perfección de sus líneas en las páginas de los magazines. Cuando no tenía aún veinte años, cuando su belleza radiaba promesas maravillosas, Hollywood, magnetizado por Marlene Dietrich, Greta Garbo, Constance Bennett y demás portaestandartes de la fascinación “glamorosa” y un poco perversa como substituto de la belleza, despreció sus encantos. La muchacha tuvo la fortuna de enamorarse casi al mismo tiempo de un hombre de negocios joven y rico y con él se marchó a Nueva York. Pasaron cuatro años. El mundo y los aficionados al cinema se olvidaron de que una vez había habido una linda muñeca que se llamaba Jean Arthur. En Nueva York, olvidada ya del cine, pensando en su marido y en su vida de mujer casada, se operó la transformación no soñada. Jean comprendió por qué prefieren los hombres a las Marlene Dietrich y a las Constance Bennett. Todo un mundo nuevo se abrió para ella. Europa, con su experiencia, su talento, su humorismo; Nueva York con su sentido pragmático de la vida en que el triunfo justifica siempre al triunfador y en que el fracaso condena al fracasado a cadena infamante y perpetua. Las mejillas gorditas de Jean comenzaron a adelgazar, ojeras azules circundaron sus ojos, el brillo de la inteligencia, de la experiencia, reemplazó al cándido fulgor de sus ojos azules de ingenua diesiochezca. La casualidad trajo nuevamente a Jean a Hollywood y no le fué difícil interpretar un pequeño papel en una película de Columbia al lado de Edward J. Robinson: “The Whole Town' Talking.” El éxito fué instantáneo. Era una actriz nueva; cada frase que salía de sus labios tenía la precisión y el humorismo que, LA MUCHACHA QUE AÑOS HA PASARA INADVERTIDA POR LA PANTALLA CINELANDICA, TRAS DE BREVE AUSENCIA VUELVE A CONQUISTARSE UN PUESTO ENTRE LAS ESTRELLAS DE PRIMERA MAGNITUD. ARRIBA LA VEMOS CON WILLIAM POWELL EN “LA EXSEÑORA DE BRADFORD”, DE R.K.O.