Cinelandia (December 1936)

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¿Martínez juestros lectores lo conocen a través unas Cuatro películas que lo han iblecido en Hollywood como una pra personalidad llena de interés, de weridad y sobre todo de modernidad. de modernidad, porque Stewart es cialmente el astro de 1936, con esa ial despreocupación que hace penven acrobacias de aereoplano, divory sensacionales, fortuna, etc., y que les la careta que esconde la aniosa sensación de inseguridad. mellos de nuestros lectores que lo ron en “Next Time We Love” no lirán olvidar la sinceridad, el fervor, liríamos decir, con que vive la inletud constante del periodista que coinza, a caza de fama, de alguna nota le destaque su nombre, soñando íntiimente con el ideal de una casa proamor y matrimonio y acosado Istantemente como bestia de la selva lrla necesidad del pan, del dinero con lehay que pagar la renta, la ropa, etc. Qué periodista tan diferente de los lanos habían dado Clark Gable, WilIm Powell, Pat O'Brien o Lee Tracy. lien quiera que haya pasado algunos lxs o años de su vida alderredor de Iredacciones de periódicos, convenli con nosotros en que reporters de slo “musolinesco”, como el que nos ció Gable en “It Happened One Night” están tan distantes de la realidad como el sol de la tierra. En cambio Stewart acertó en su caracterización del periodista típico. Este nuevo actor que ya tieue claro perfil de astro, tiene en su haber a más de esa facultad para ocultar la enorme tensión interior, rara habilidad de actor y talento pulimentado por la cultura. No hay que olvidar que es un graduado de Princeton, aspirante al título de Ingeniero Arquitecto y que antes de figurar en el elenco dramático de su universidad, lámpara de Aladino que le abrió las puertas de los teatros de Nueva York fué redactor del periódico que edita la misma Universidad y asistente de un profesor de arquitectura. Este muchacho contradice la clásica concepción del self-made man tan falsa pero tan amada de los americanos. No ha salido de una factoría ni es hijo de la miseria, o extra acostumbrado a irse a la cama con las tripas horras, ni mimado de alguna Cenicienta milagrosa. Sus padres, gente acomodada, tuvieron suficiente dinero para mandarlo a una de las más notables universidades del este; renunció a la arquitectura, no porque sintiera arder la inspiración artística en su pecho, sino porque vió a través de sus éxitos como actor aficionado, que el público no le asustaba y que con cierta facilidad podía actuar mejor JAMES STEWART ES MUY AFICIONADO A LÁ FOTOGRAFIA. AQUI LO VEMOS A BORDO DE SU YATE CON SU CAMARA FAVORITA. ABAJO LO VEMOS EN SU CASA, UN PRECIOSO CHALET QUE ACABA DE CONSTRUIR EN LAS COLINAS ADYACENTES A HOLLYWOOD. que muchas docenas de muchachos que vivían holgadamente de lo que el teatro les pagaba. En cambio, centenares de ingenieros, abogados, etc., tenían que doblar sus diplomas rociándolos con naftalina para que la polilla no los devorara, para lanzarse a la lucha por la vida ya como chauffeurs, mecánicos, . vendedores de gasolina, meseros de restaurant, etc. Del teatro vino a Hollywood lo suficientemente maduro para recibir desde el principio la confianza de los productores en papeles de importancia. Sin embargo, late en él ese temor por el mañana, brumoso e inseguro que viene siendo el signo de nuestro tiempo. Es acaso el único actor de Hollywood a quien el éxito no ha llenado de falaz confianza en sí mismo. Más bien lo ha sorprendido que abrumado. Acostumbrados como estamos a mirar que desconocidos, a quienes el favor del público caprichoso convierte en astros, beben hasta embriagarse la copa del éxito, tomamos con escepticismo la actitud de Stewart hasta que lo conocimos. Acababa de comenzar a trabajar en “Next Time We Love”. Un día trajo a su casa un raído sombrero con que aparece en varias escenas de la película. Su perro lo cogió distraiídamente entre los dientes y lo hizo trizas. Pues bien, esa misma tarde salió Stewart velozmente a recorrer las tiendas de Hollywood en busca de un sombrero similar para que no notaran en el estudio lo que acababa de ocurrir. Esta consideración, por los demás, es desconocida entre las estrellas de Hollywood que se sienten muy satisfechas de poder quemar un escenario entero, sin tener por ello que pedir disculpas a sus jefes.