Cinelandia (December 1936)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

Para Nosotros Por Juan, Jr. Una de las cosas que siempre me ha interesado muchísimo es la muy aparen te coordinación entre caballero y caballo. en el juego de polo, en que el animal parece a veces ser tan inteligente como su amo, y a menudo toma la iniciativa que resulta en una jugada magnífica para su partido. Buscando datos sobre este fenómeno hípico-deportivo, me dirigí una tarde a los terrenos del Riviera Country Club, en las cercanías de Los Angeles, rendezvous de aquellos astros y estrellas del cinema cuyo deporte favorito es el consabido juego de polo. Una vez allí aco'rralé a un lado a uno de los jugadores, un astro tan famoso en la pantalla como diestro en este deporte, y cuyas caballe'rizas son objeto de envidia aún entre sus compañeros. —¿Quisiera saber — le dije sin más preámbulo — a que se debe esa diferencia tan marcada entre un potro entrenado para el polo y un potro de carreras? Aparentemente ambos son de una misma casta, caballos de pura sangre, de líneas idénticas y, sin embargo, los últimos son animales nerviosos, inquietos, muchas veces inmanejables, mientras que estos potros de polo son mansos y plácidos, a pesar de la sangre que corre en sus venas. Vuelvo la cabeza. A un lado, cerca de nosotros mientras hablamos, el potro de mi amigo espera pacientemente, riendas al suelo, a que su amo lo monte para un ansiado momento de práctica. Momento ansiado por caballo tanto como por ji nete, porque es axiomático que el animal deriva tanto o más placer que su amo, del deporte aristocrático. —Ve Ud. un ejemplo de lo que estoy tratando de decirle — le indico con un gesto hacia el magnífico animal que contempla a su amo como perro fiel que espera sus mandatos. — Un potro de carrera, listo para la pista, no habría quien lo aguantara sino con la mayor dificultad. ¿Cuál es el secreto? — le pregunto. —No es un secreto — me dice mi interlocutor, con una sonrisa medio sabichosa, medio tolerante —. Ese mismo potro que Ud. ve ahí, era un potro de carrera. Lo compré en Santa Anita hace cosa de un año. Era un caballo de los mejores, pero no tan veloz que pudiera competir con los mejores de su clase. Cuando llegó a mis caballerizas era tan indómito como todos sus congéneres. Ahora — me dice, con voz que no puede ocultar su orgullo — es mi montura favorita. No lo vendería por todo el oro . del mundo. —Pero ¿el secreto, el secreto — le digo impaciente. El astro deportista se ríe. —JLa actitud de todos los potros de carrera es sencillamente que han sido UN BUEN POTRO DE POLO, PROPIAMENTE AMAESTRADO, NO TIENE MIEDO A HACER LO QUE SE LE OCURRA A SU JINETE. AQUI VEMOS A UNO DE ESTOS POTROS SALTAR LIGERO SOBRE UNA BARRERA, EN UNA ESCENA DEL FILM "POLO JOE", DE WARNERS. criados desde la cuna con un cuidado y respeto dignos de un príncipe de la casa real. En otras palabras, han sido mimados hasta la exageración. En cambio, nosotros tratamos a nuestros animales como a meros burgueses. Otro demócrata más en una tierra democrática, y muy pronto su natural inteligencia les hace adaptarse al nuevo ambiente y acaban por preferir este trato de compañerismo. Además, nuestro reto a su inteligencia pronto produce una reacción favorable y no tardan en comprender, no sólo nuestras indicaciones y deseos, sino en anticipar nuestros pensamientos, tomando parte en el juego como si fueran seres humanos de humana comprensión. Además — continúa nuestro entrevistado — la lucha cuerpo a cuerpo que es una de las notas sobresalientes de este juego, enseña a los potros lo mismo que a los hombres, a tomar los golpes con estoicismo, y genera en ambos un orgullo de realización personal que los une entrañablemente. Es la unión más perfecta que puede haber entre hombre y animal y lo más cerca del centauro de los tiempos mitológicos. —Pero ¿cómo se efectúa este cambio? — le pregunto — ¿Cuál es su método de entrenamiento? —Un caballo — me dice — es como un niño en muchos respectos. Cualquier objeto que se mueve distrae su atención y hay que tener una paciencia tremenda para enseñarle. Día tras día, paso a paso, hay que enseñarle las mil y una fases del juego, y durante todo ese tiempo se trata de demostrarle que han pasado los días de su posición social de potro aris