Cinelandia (June 1937)

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. pelea. Y después . . guante de nuevo. .. pero en general los estudios adquieren también, de diversos compositores independientes, las melodías más originales para agregarlas o adaptarlas a sus películas en preparación. Más de ciento veinte compositores famosos viven hoy día en Hollywood dedicando sus actividades a la pantalla y a la radio, ya que una se complementa con la otra. Y siguen llegando, todos los días, nuevos nombres conocidos en el campo musical. El productor Sol Lesser, de Principal Productions, acaba de hacer venir de Viena a Oscar Straus, que ya estuvo en Hollywood, contratado por la Metro hace varios años, y se anuncia que también vendrá Franz Lehar, a componer para la pantalla. Todo ello sin contar los muchos directores de orquesta, directores musicales y compositores de sinfonías descriptivas que los estudios utilizan para dar a sus películas un acompañamiento musical apropiado. Johnny y Lupe (viene de la página 9) Y sin reparar en el alma de Mr. Edison, que le está echando trompetillas desde el mundo de lo insensible, ella prosigue: —Con que ya ve Ud. Que se enfría un poco el asunto. Cuatro gritos. Una buena . después como un Pero como Ud. comprenderá, para | que haya trifulca es necesario que haya alguna causa. De allí que yo deje a mi Juanito que se vaya por ahí a proveerse : de causas de vez en cuando. ¿Ve Ud... ? —De vez en cuando. .... —_Quiero ser precisa, una O dos veces por semana, nada más. Y he aquí la explicación del éxito maravilloso del matrimonio imperecedero: Lupe Vélez y Johnny Weismuller. Como es natural, surge una pregunta lógica: -— Pero; y. qué, dice Juanito a todo esto? Juanito es un guasón de primera. Á pesar de su cara de nene, formalote, y de sus músculos perfectamente desarrollados, todavía tiene suficiencia de circunvoluciones encefálicas y sabe hacerse el tonto a las mil maravillas. Vaya la siguiente ocurrencia histórica como prueba de que aunque le sobren facultades, no le gusta hacer el ganso. Juanito y Lupe tuvieron un encuentro conyugal . . . Son cosas de la vida que no deben nunca hacerse públicas. La causa fué, no hay que dudarlo, una humorada del famoso deportista que, cansado de imitar a los peces, decidió hacer todo lo contrario y se fué por allí de pesca. Lupe le salió al encuentro gritando con mucha razón: —Pastelero a tus pasteles. .. . Y en menos que canta un gallo se trabó una contienda en treinta y cinco “rounds”, sin más árbitro que el tálamo matrimonial. No pasaron de palabras. La tormenta 64 amainó, y, a la horrible confusión, sucedió una calma horaciana. Al día siguiente, Juanito se fué de tienda en tienda, hecho un brazo de mar, en busca del regalo exquisito que había de resucitar en su cara mitad, los entusiasmos idílicos. Horas más tarde, un botones flamante llamó a la puerta, y puso en manos de la turbulenta estrella un abrigo minúsculo de piel de chinchilla del Perú. —¡Oh! — exclamó Lupe. —«¿Legítima?. .... ¡000000 +. ml —Y luego preguntó boquiabierta: — ¿Pero así tan pequeño? .... Tarzán movió la cabeza, sonrió satisfecho de sí mismo y respondió en aquel castellano que cautiva a la beldad azteca. —Perro si no es parra tí. Es parra tu perro.... Pobrecitas Estrellas (viene de la página 26) piada. Como consecuencia y después de no breves contiendas, Simone tuvo que resignarse a comparecer ante la experta peinadora dos horas y media antes de que la compañía empezara las faenas diarias. Para poder llevar a cabo tan complicado proceso, era necesario que Simone saliera del lecho a las cinco de la mañana, pues la compañía comenzaba a trabajar a las ocho en punto. Durante toda la filmación de la cinta, que duró mucho tiempo, Simone tenía que someterse a esta desagradable rutina que imponía, como es lógico, el que tan bella y nocharniega criatura tuviera que sumergirse en el tibio lecho a las siete de la noche, hora que sólo los pollos y las monjas se meten en la cama. Hay algunos astros que prefieren pasar por toda clase de penurias pero que no se resignan nunca a sacrificar las horas de alegría y de vida nocturna, aunque la necesidad se lo imponga, y a menudo se da el caso de actores que comparecen frente a la cámara con un rostro cuyo cansancio no disimula el maquillaje. A menudo, actores contratados llegan a Hollywood en aeroplano y, tras breves horas de descanso, atraviesan las puertas del estudio cuyo recinto tiene algo de disciplina militar ineludible y áspera. Fredric March no hace mucho celebraba con un grupo de amigotes ultrafílmicos una francachela de padre y señor mío. Hubo alegría a granel, se brindó por la gloria y el triunfo y hacia el amanecer, con una buena cantidad de productos espiritosos entre el duodeno y el píloro, nuestro hombre se dirigió al estudio y se endilgó un día entero de trabajo, sin que la ausencia de Morfeo le incomodase en lo más mínimo. Pero Fredric March es un hombre disciplinado y viril. La mayoría de los astros se pasan la vida entregados a raros caprichos. Un famoso intérprete del celuloide pidió cierto día en mitad de una escena un vaso de jugo de tomates. Cuando el nefasto líquido apareció enel lontananza el director le echó una mirada de sorpresa y exclamó: — ¿Pero el señor Don Fulano desea beber jugo de tomates en estos momentos? A lo que el astro respondió sin pestañear: —¿Yo? ¿Jugo de tomates? ¿Están Uds. locos? : No debe, pues, sorprender que la mayoría de los ídolos del cine detesten de — | corazón el cinematógrafo, aborrezcan a | muerte a los estudios y consideren a Zanuck, Zukor y a Harry Cohn, etc., los — más grandes enemigos de la humanidad. . . . Quizás lo son. . . . Pero mientras tan — complicado tema se pone en claro, nos> otros, los privilegiados habitantes del | burgo del celuloide, seguimos imploran= do de Alah, Padre de los Creyentes, el | envío de un contrato, siquiera por dos | mil dólares semanales, aunque tengamos que pasar penurias, sacrificios, desvelos y, desde luego, aunque tengamos que sa lir del lecho, como lo gallos, las monjas — | y la más vitriólica de las beldades pa-= risienses, a las cinco de la mañana. y e q o A Verdunes Cinelandicos (viene de la página 16) van su aguijón en el pobre polizonte que. de victimario se convierte en mártir del deber. Burlan su pericia de espantajo | inevitable. Saltan a menudo las vallas —[ de los rincones alejados rasguñándose la piel. Inventan nombres ficticios.: Con” maña indescriptible se cuelan por entre: las piernas del “cancerbero” del estudio y caen sobre el asistente o sobre el director que a menudo ceden a sus terribles instancias. $ Existe el tipo alborotador que arma un. escándalo aun a riesgo de ir a chirona. El” policía se lo sabe de memoria. Lo calma. Le da palmadas en la paletilla. Yo hen visto a un pobre mudo rugir, babear, dar patadas en el suelo y luego dar media vuelta y marcharse para casa tan sonriente y satisfecho como si todo aquello fuera parte de su rutina cuotidiana. Y exponiendo el problema a la inver= sa. Entre estos infelices que son legión, | y que ya han sido catalogados como inútiles, ¡cuántos talentos escapan a la visión omnipotente del productor! Peter, — el pobre Peter, a quien Hollywood llegó a amar y compadecer como a un pedazo de su defectiva psiquis, tras luengos años de hambre, de súplicas inútiles, de = luchas estériles, logró de casualidad que le tirasen el mendrugo codiciado por los: “extras”, una parte en un film. Y desde aquel día es John Carradine y pasea en magnífico coche por el mismo boulevard insípido y agradece las venias de los mismos policías de hierro. Y la gente, al verlo pasar indiferente a la altera= ción de su destino, dice con sorna: “Allí va Peter, el famoso Peter. ...” Y esa es la vida, y ese es Hollywood. Pero una política de tolerancia sería ver= daderamente imposible. ¿Se imaginan Uds. algo más terrible que una jauría de “extras” vociferando como mastines en torno a las verjas de un estudio?