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MATEO INFANTOZZI
San Martín 365 Buenos Aires
Paraguay 1616 Montevideo
STATEMENT OF THE OWNERSHIP, MANAGEMENT, CIRCULATION, ETC., REQUIRED BY THE ACTS OF CONGRESS OF AUGUST 24, 1912, AND MARCH 3, 1933.
Of Cinelandia, published monthly at Los Angeles, California, for October 1, 1938. State of California, County of Los Angeles, ss.
Before me, a Notary Public in and for the State and county aforesaid, personally appeared Juan J. Moreno, who, having been duly sworn according to law, deposes and says that he is the Editor and Manager of the magazine “Cinelandia,'? and that the following is, to the best of his knowledge and belief, a true statement of the ownership, management (and if a daily paper, the circulation), etc., of the aforesaid publication for the date shown in the above caption, required by the Act of August 24, 1912, as amended by the Act of March 3, 1933, embodied in section 537, Postal Laws and Regulations, printed on the reverse of this form, to wit:
1. That the names and addresses of the publisher, editor, managing editor, and business managers are:
Publisher, Spanish-American Publishing Co., 1031 South Broadway, Los Angeles, Calif.; Editor, Juan J. Moreno, 1031 South Broadway, Los Angeles, Calif.; Managing Editor, Juan J. Moreno, 1031 South Broadway, Los Angeles, Calif.; Business Manager, Juan J. Moreno, 1031 South Broadway, Los Angeles, Calif.
2. That the owner is: (If owned by a corporation, its name and address must be stated and also immediately thereunder the names and addresses of stockholders owning or holding one per cent or more of total amount of stock. If not owned by a corporation, the names and addresses of the individual owners must be given. If owned by a firm, company, or other unincorporated concern, its name and address, as well as those of each individual member, must be given.)
(Corp.) Spanish-American Publishing Company, 1031 South Broadway, Los Angeles.
James Irvine, Jr., Tustin, Orange County, California.
William McCoy, 107 So. Kenmore St., Los Angeles, California.
James Irvine, Jr., Tustin, Orange County, Calif., trustee for .Athalie Irvine, Tustin, Orange County, California; Randall J. Hood, Transamerica Building, Los Angeles, California; Jeanne Richardson, 1031 South Broadway, Los Angeles, California.
3. That the known bondholders, mortgagees, and other security holders owning or holding 1 per cent or more of total amount of bonds, mortgages, or other securities are: (If there are none, so state.)
None.
4. That the two paragraphs next above, giving the names of the owners, stockholders, and security holders, if any, contain not only the list of stockholders and security holders as they appear upon the books of the company but also, in cases where the stockholder or security holder appears upon the books of the company as trustee or in any other fiduciary relation, the name of the person or corporation for whom such trustee is acting is given; also that the said two paragraphs contain statements embracing affiant's full knowledge and belief as to the circumstances and conditions under which stockholders and security holders who do not appear upon the books of the company as trustees, hold stock and securities in a capacity other than that of a bona fide owner; and this affiant has no reason to believe that any other person, association, or corporation has any interest direct or indirect in the said stock, bonds, or other securities than so stated by him.
Bb. That the average number of copies of each issue of this publication sold or distributed, through the mails or otherwise, to paid subscribers during the twelve months preceding the date shown above is:
(This information is required from daily
publications only.) JUAN J. MORENO, Editor.
Sworn to and subscribed before me this 29th day of September, 1938. (Seal) Il, DUDLEY ROBERTSON,
Notary Public in and for the County of Los Angeles, State of California.
(My commission expires Nov. 20, 1940.)
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nunca bien merecido para el muchacho de cinelandia que tenga la suerte de hacerla olvidar los “negocios” en una luna de miel inacabable y melíflua. Se apoderaría de una muchacha extraordinaria que cree que el “bridge” constituye una pecaminosa pérdida de tiempo y que para ocupar el suyo útilmente prefiere cocinar y coser con la eficiencia de una muchacha provinciana de los siglos que pasaron.
Pero en cambio bajo la luna mágica de Hollywood, en las noches otoñales de lánguida brisa, recorrería temblando en la penumbra los encantos de la Isla de Citeres, donde la sacerdotisa del amor desconoce el significado de la palabra negocios.
Gale nos hablaría entonces de los temas románticos de sus canciones, y la cuarta hermanita, la que no era hermana de verdad, conquistaría nuestra admiración con mayor eficacia que el día de la pantalla, cuando frustró las bodas de Priscilla Lane con sus enormes lágrimas de cocodrilo.
Como quiera que sea, por una extraña contradicción de la vida, la chica aficionada a los negocios trae al cine una personalidad que promete una extraordinaria dulzura femenina, dramática y honda, que probablemente los estudios Warner utilizarán acertadamente en más de uno de los films populares que produzcan en el futuro.
Famosos...
(viene de la página 12) mismo no lo coloca en la categoría de un gran astro del cinema. Jon Hall gana en la actualidad mucho menos de quinientos dólares a la semana, que no es un salario digno de mención entre los actores de Hollywood.
Si tenemos en cuenta que en los días de su advenimiento a la celebridad un actor no puede contentarse con cubrir los gastos diarios de un vivir no del todo modesto, que tiene que invertir sumas enormes en la adquisición de una serie de cosas que hasta entonces no le fueron necesarias, pero que ahora forman parte de su bagaje profesional, comprenderemos porqué un buen día los muchachos y muchachas cuya suerte envidia el mundo se encuentran frente a un problema económico tremendamente difícil de resolver.
Necesitan invertir todo lo que ganan en la adquisición de un automóvil que esté a la altura de las circunstancias, en alquilar una casa de la que cuando menos no tengan que avergonzarse y en trajes costosos que les permitan aparecer dignamente en las películas en que han de tomar parte. Como el crédito de un actor que comienza a hacerse famoso por lo general no tiene límites, la inexperiencia natural de estos favorecidos de la fortuna los impulsa inevitablemente a abusar de él. Hasta que un día amargo y trágico, el consejero económico llama a sus puertas para advertirles que están horriblemente endeudados, que lo que ganan no basta para cubrir lo que gastan, que sus acreedores están a punto
de embargar hasta el lecho en el cual reposan y la tremenda realidad los obliga a preguntarse llenos de perplejidad: pero, ¿en ésto consiste el galardón supremo del cinematógrafo?
Llaman entonces, en vano, a las puertas del estudio pidiendo un cuantioso aumento de sueldo. Claman al cielo y protestan de la brillantez de la posición que ocupan. Pero ni el cielo, ni los productores responden a sus protestas y la solución inevitable es que estos flamantes recién llegados a la celebridad se vean precisados a aminorar el esplendor en que viven y como cualquier triste mortal tengan que reducir sus gastos a una mínima expresión.
Jon Hall confesó sin ambajes que cuando concluyó su famosa película “Huracán,” las invitaciones sociales no le dejaban un minuto de descanso. Jon las aceptaba todas encantado de sentirse popular.
—Bien pronto sin embargo— admite el actor, —me dí cuenta de que no podía corresponder ni a la mitad de ellas por falta de dinero. Me invitaban astros y actrices que han acumulado fortunas y que ganan diez veces más que yo. Intentar corresponder sus invitaciones era una ocurrencia fantástica. Vivían en magníficos palacios rodeados de lujo y servidumbre. Yo no soñé en intentarlo y pronto me dí cuenta de que la única solución era vivir modestamente y concretarme a aceptar amistades e invitaciones a las cuales podía corresponder.
Muchos no comprenden porqué muchachos y muchachas del gran mundo Hollywoodense, para quienes la vida tiene excelentes promesas, muchas veces se apresuran a casarse con novios y novias, uno de cuyos atractivos, y quizás el más resaltante, es su gran solidez económica. El secreto no es otro que la angustiosa situación financiera en que viven a pesar de su superabundancia de celebridad.
El actor que principia necesita mucho más que ningún otro el dinero que gana y precisamente es, a los principios, cuando un aumento de su sueldo es más difícil de conseguir. Este problema a menudo ha sido discutido por los productores. Se ha hablado de hacer un fondo común para ayudar a los principiantes cuando tropiezan con dificultades monetarias, pero no se ha llegado a conclusiones definitivas. Y mientras tanto actores que merecen ya el epíteto de “astros en ciernes,” muchachos que prometen un futuro magnífico, se ven precisados a abandonar la mansión a la que trasladaron sus enseres en un día de optimismo cinelándico y alquilar casas relativamente modestas. E incluso llegan al extremo de economizar en cosas nimias y a no frecuentar los lugares costosos, como el famoso Trocadero, hacia donde su juventud los atrae violentamente.
Y así, muchachos brillantes de la juventud cinelándica, se tiran de los cabellos porque no pueden llevar a Simone Simon o a Andrea Leeds a pasear una noche sin que les cueste treinta o cuando menos veinte dólares que no están a su alcance todos los días, mientras el mundo posa en ellos sus ojos envidiosos y piensa en ellos como en los cresos económicos de la ciudad de las mil y una maravillas.