Cinelandia (January 1939)

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William Powell, el galán exquisito cuya naturalidad en la pantalla no ha sido nunca emulada, cuya viril elegancia no tiene un sólo ápice de afectación, ha sido víctima de una catástrofe sentimental que estuvo a punto de arruinar por completo su vida y arrebatarlo definitivamente de la pantalla. La historia de la tragedia de William Powell es el desenlace conmovedor de una vida que deslumbró a Hollywood por la enorme facilidad del triunfo y la certeza con que el astro de mirada patética, héroe de asesinatos y tragedias, se convirtió de pronto en el prototipo del refinamiento y la distinción y llegó a ser sin esfuerzo alguno el hombre elegante, varonil y apuesto a quien Hollywood recurrió sin remedio cuando quizo plasmar en la pantalla la imagen perfecta y los modales sutiles de lo que se llama el cumplido caballero. 12 Bill, al parecer, era un hombre feliz a quien preocuparon más los incidentes y transiciones de su carrera profesional que los vaivenes de su vida sentimental, vaivenes que trajeron al suelo más de una vez sus castillos matrimoniales y sus ilusiones románticas. Bill fué, sin embargo, el hombre feliz de la pantalla hasta el día en que la mano aciaga del destino segó en flor la vida de la mujer más famosa del cinematógrafo. Entonces Hollywood descubrió con sorpresa que las andanzas de Bill al lado de la hermosa beldad de los cabellos platinados, la amistad que los dos se profesaban y la alegría de sus encuentros cotidianos, eran el último capítulo de una novela profunda y verdadera y que ambos se habían empeñado vanamente en disfrazar con sonrisas y bromas alegres una pasión avasalladora y honda, un amor que quizás era el único amor verdadero en dos vidas perseguidas por el desengaño y que estaba destinado a truncarlas para siempre. Bill presenció con mudo terror la tragedia de la mujer que era todo en la vida de él, sin que él mismo lo supiera. Vió el cuerpo frágil y delicado destrozado por el buril crudo de la muerte mientras una enfermedad voraz arrebataba a Hollywood la más hermosa de sus mujeres cuando sólo tenía veintiséis años. El galán de la sonrisa displicente vivió la más intensa y dramática de todas sus escenas. Se aproximó al féretro lujoso y murmuró al oído de la escultura silente y pálida, con una flor y una lágrima, su último adiós. Entonces comenzó en realidad el calvario de William Powell. La conmoción tremenda afectó su salud. Se alejó en vano de Hollywood y buscó en las playas de Malibu, junto al mar cuyas olas acariciaron mil veces el cuerpo de una de las mujeres más perfectas del cine, un lenitivo imposible a su tremenda desventura. 5 fue P hos uc ow8 Ss : 1) P seguran >. ena william nos así de sandia a os O ¡ero alla 2 r ¡go Do la pan ach de su e “tenes P n talento» ALBERTO RONDON Bill sintió los primeros síntomas de una enfermedad que los médicos nunca lograron diagnosticar. Hubo un momento en que la ceguera total parecía inevitable para el resto de su vida. Durante aquellos días aciagos al héroe impertur-. bable de peligrosas aventuras cinematográficas envuelto en la tragedia del recuerdo, sin poder apartarse aún de la imagen dorada y bella que iluminaba lo mejor de su existencia y cuya luz se había apagado de pronto, apenas si prestaba atención a sus desgracias perso: nales y a la espantosa amenaza que st cernía sobre él. | Sus amigos íntimos trataban en van0 de confortarlo en la hora de tantas tri: bulaciones. Era imposible sonreir cami. nando al borde de las tinieblas y luchan: do en vano con el peso de una aflicción que era más doliente y grave día a día. (va a la página 37)