Cinelandia (March 1939)

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PUBLICADA EN HOLLYWOOD TOMO XIII MARZO, 1939 MA NO. 3 LUCIO BALL Por J. Quiroz Bustamante Pelirroja. Ojos azules. Cuerpo de bailarina, capaz de satisfacer las exigencias de Ziegfeld's Follies. Soltera . . . Lucille Ball es el prototipo de la chica escultural del cine que desde Hollywood, proclama al mundo la perfección de la mujer yanqui. Una chiquilla de escuela, aficionada al deporte, enamorada de la vida, pertinaz, inquiete y dotada de maravillosa vitalidad. Como la generación presente, empezó la vida antes de tiempo. La velocidad inicial de su carrera la empujó sobre el éxito sin que estallara la contienda reñida. De la escuela pasó a las tablas. Desfiló por los escenarios sobrenaturales donde las chicas perfectas de cuerpos praxitélicos, en revistas apotósicas, hicieron de Florence Ziegfeld el más famoso experto de belleza femenina de los tiempos modernos. Lucille halló las puertas de la vida abiertas y el esfuerzo grave fué en su vida trivial de muñeca, sinónimo de la sonrisa que todo lo conquista. Fué solemnemente elegida, “la chica de los cigarrillos Chesterfield” y los anunciadores de América se disputaron a dentelladas su silueta exquisita que llegó al reino de la farsa envuelta en un pintoresco regocijo de humo. Después el cine la reclamó para arrumbarla en el rincón de los que pasan inadvertidos, que es la cámara del tormento de la cuidad cinematográfica. Lucille ganadora de victorias fáciles quizás de Lucille Ball es el prototipo de la chica escultural del cine que, desde Holly wood, proclama al mundo la perfec ción de la mujer yanqui. Lucille está bajo contrato con la empresa R.K.O. Radio y es una de sus mejores damas jóvenes. rramó su primer lagrimón de acíbar cuando vió por primera vez su nombre en el marco de plata. Lo que debió ser triunfo completo, se convirtió en promesa de fracaso. Lucille como tantas y tantas chicas perfectas del cine, cobraba al final de cada semana el cheque suculento que garantizaba su permanencia en Hollywood, pero sabía que había sido relegada a desempeñar partes insignificantes cuya interpretación la encaminaba directamente al olvido absoluto. La pasión ardiente era la característica de una actriz que nació para exhibirse en los escaparates, vencedora en los concursos de muñecas humanas y para probar a gritos al mundo, que la mujer sajona no está hecha de hielo, como se cree, sino de fuego y se derrite con estruendosa facilidad en una estela de luces. Pensando en ella todo espíritu crítico desvanece su actitud severa. La belleza triunfa por encima de la sabiduría interpretativa y de la conciencia artística. ¿Para qué preocuparse socavando el íntimo valor de los espíritus cuando un cuerpo hecho de emoción y de sonrisas es el nexo invisible de lo material y lo inmaterial?. Hollywood fué injusto con Lucille Ball; porque Hollywood no reconoce el inmen (va a la página 40)