Cinelandia (March 1939)

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Agente Exclusivo para la venta en las Repúblicas Argentina y el Uruguay MATEO INFANTOZZI San Martín 365 Buenos Aires Paraguay 1616 Montevideo CINELANDIA La Revista Mensual del Cine 0 Las más entretenida, elegante y acabada de cuantas se publican en los Estados Unidos, superior en todos sentidos a todas las que aparecen de lengua inglesa. CINELANDIA La Revista Mensual del Cine, Publicada en Hollywood, centro de la más prestigiosa y resonante producción cinematográfica del mundo, residencia de todas las estrellas. 4 Precio, 15 centavos en moneda norteamericana [o su equivalente en moneda nacional) por el número suelto, y $1.50 dólares por la subscripción anual. Lucille Ball (viene de la página 39) Lucille es una combinación excelente de los ojos nórdicos de dulce mirar y la calurosa marejada sentimental de los trópicos. Su psicología apasionada prueba una vez más que los cabellos de color de fuego son símbolo inequívoco de las tormentas interiores. Para los hombres latinos que no están familiarizados con los cabellos volátiles, su arte y su alma constituyen una intrigante tentación. Más que nada es una deliciosa náyade del celuloide que ha hecho al cinematógrafo la dádiva de su ardiente figura material. Sin ella y sin ellas—las chicas adolescentes de los cuerpos perfectos—Hollywood sería una fábrica insípida de melodramas densos y comedias chabacanas. Con ella Hollywood alimenta la inquieta fantasía de mil millones de seres que prefieren ver y palpar la belleza, más bien que vislumbrarla en los manuales octogenarios de los estetas idos. En nuestro mundo práctico y nuestra era deliciosamente material, Lucille tiene 40 un rol inmenso en el concierto de los seres vivos. Su presencia en nuestras horas de hastío es una resurrección inesperada de ensueños ausentes. Quizás algún día la pantalla la transforme en heroína mistificada de voz lánguida y psicológía esquiva. El desengaño sería lamentable. Hollywood habría traicionado un pasado rutilante que popularizó ante todo la naturalidad e hizo de la chica moderna una combinación admirable de fragilidad y de pasión. Los Apuros de Catón (viene de la página 16) del estudio. Todo esto prueba que el niño malo de nuestra civilización se ha vuelto más recatado y pulcro que cualquier beata de pueblo y que los que todavía hablan de moralizer el cine, lo hacen sin fundamento de ninguna especie. Bastan algunos ejemplos para demostrar el celo y la estricta rigidez con que se analiza el contenido moral de una película antes de entregarla al mercado, y si el lector cree que dicho celo va demasiado lejos, ello lo convencerá de que sus intereses morales están muy bien resguardados en el séptimo arte. Pero el problema moral queda reducido a una porción insignificante. No uno, sino un millón de Catones surgen a diario por el mundo y lanzan al aire su grito de guerra: reformemos el cinema. El asunto moral queda a un lado. Las ideologías individuales salen a relucir, se trata de inventar un cine que satisfaga a todos los intelectos y tendencias, fascista, comunista, monarquista y toda clase de istas. Se utiliza la censura cinematográfica, so capa de moralidad, para asestar golpes premeditados al comercio norteamericano del cual Hollywood es heraldo valiosísimo. Una obra maestra de la cinematografía francesca “La Gran Ilusión” no pudo entrar al Japón porque Alemania cree que no trata al ejército alemán con el debido respeto. Polonia prohibe la película “Show -Boat” porque una canción de negros contiene una frase que dice: “Mientras los blancos se divierten, los negros trabajamos hasta el día del juicio...” Y esta frase en Polonia equivale a una arenga comunista. Cuba arrojó al fuego treinta y cinco pies de celuloide de la película “La Hija de Shanghai” alegando que la escena era indecorosa. ¡Cuba non sancta que ha dado al mundo la rumba y el repiqueteado danzón! Y Suecia, país que ni suena, ni truena en el concierto universal, prohibió “Double Wedding”, película perfectamente inofensiva alegando que “no valía nada”, razón plural que tiene poco que ver con la ética y mucho con la estética ... El año pasado se rehusó “el sello de pureza” nada menos que a treinta y seis films en Hollywood, lo que representa una pérdida considerable. Nueve de ellas fueron a dar al fuego sin más trámite. He aquí observaciones sucintas que se refieren a films famosos: En escenas del film “Dead End” la censura sugirió que Spit, muchacho de baja estofa neoyorquino, no expectorase en presencia de la cámara. Más adelante sugirió que en cierta escena la gente n despachurrase con los pies un nido de cucharachas, acto ofensivo a la higiene Y en general se recomendó al producto que no exagerase el contraste de la rique: za y dicha de los del barrio de lujo qu colindaba con el arrabal y la desgracia y miseria de los de abajo. También sy omitió en cierta frase del diálogo la pala: bra piojo... En una escena del film Warner Brog “Robin Hood”, la censura prohibió rot damente que Robin Hood aplicara un punta-pié en salva sea la parte, al jefe de la policía. Cuando Metro Goldwyn terminó “Teg Pilot”, la censura observó entre otra cosas que en cierta escena el héroe apa recía en calzoncillos y notificó al Sr. Lui Mayer la conveniencia de reparar est desperfecto ya que el público en general no gusta de ver a sus héroes en paña menores. Y como si todos estos problemas y situaciones no fueran suficientes, surgt la indignación que provoca en determi nados países la simple sugerencia de qu el villano del film pueda identificars como ciudadano de esas nacionalidades Ha sido preciso inventar nombres inde cifrables. He aquí lo que occurió con un película de R.K.O. El villano se llamah Mr. Moroney. Italia prohibió rotund: mente el film. Después de largas investi gaciones se descubrió que el autor de lo títulos había substituído la palabra Mo roney, por Morone y había puesto sil querer el dedo en la llaga. El seño Moroney podía ser tan canalla como $ le antojase, pero el Sr. Morone tenia qu ser una mansa oveja o cambiarse Qi nombre. Si un bandido chicaguense puede st identificado como italiano ello se consi dera una labor de propaganda anti italianista. Es desacreditar a los súbdito de Mussolini, asignádoles una profesi0 que jamás en la historia fué de su prefe rencia y describiendo al italiano como U hombre sin conciencia capaz de comell un asesinato ... Y dificultades análogas surgen dentl de los Estados Unidos. Si el canalla € médico protestan las sociedades de mi tasanos, si es abogado se sulfuran l tinterillos, si es mendigo salta indignad la liga de la mendicidad ... Cuando Walter Wanger filmó “Stall In”, los magnates cinematográficos U Hollywood lo acusaron de traidor af casta y se opusieron a que se exhibiel un film que ponía como chupa de dómil a un productor cinematográfico. El malvado cinematográfico tiene qU ser un individuo inodoro, incoloro e in$ pido, sin posible identificación, sin call de naturaleza y debe llamarse el seill Murkill, que es una palabra hecha ( una sílaba del vocablo asesino, en ingl 7 otra del vocablo matador; esperall hollywoodense de magníficos resultadl Con razón Joe Breen, Catón holl woodense, levanta los brazos al cié lanza una tempestad de truenos y salen llamaradas por los ojos, mienúl ruge con voz fulminante: “Cuando cejará el mundo en su el peño de dirigir la industria del cine y! querer saber de cinematografía, más Qi Hollywood .. .”