Cinelandia (October 1939)

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LOS ANGELES EL Nuevo HOTEL CLARK El hotel que esta más cerca de Hollywood UNTO a la metrópolis del cine y el centro radiodifusor más mo derno en el Oeste, Los Angeles es un punto de fantásticas atracciones. Vida nocturna, alegría incomparable. Horas de ensueño y emoción irresistibles bajo el cielo de California. El Hotel Clark está estratégicamente situado en el corazón de la ciudad, en las calles Fifth y Hill. Un hotel donde le espera la más genuina hospitalidad y que se anticipa siempre a satisfacer sus deseos. Si viene Ud. a Los Angeles elija siempre el Hotel Clark. 555 Cuartos con baño Desde $2.50 P. 6. B. MORRISS Gerente los astros apolíneos y de rostro perfecto, el amor no le sonreía nunca y quizás si fué una de sus más grandes hazañas el haber desempeñado la parte del Emperador a quien su esposa amó tanto que perdió por él la razón. Pero no puede pasar desapercibido uno de los más acertados ejemplos de resignación pasional en la pantalla; el pacientísimo Lyle Talbot que es capaz de aguardar veinte años hasta que la mujer cuyo amor persigue se canse del galán que la sedujo y vuelva hecha una calamidad romántica a encontrar en él un sublime y reparador refugio. No podemos tampoco dejar de mencionar el nombre de Reginald Denny que es un tenorio fornido, pero de lo más insípido, y no logra nunca cargar con su presa, como no sea porque los años y los fracasos se la traen de vuelta cuando ya ha perdido la frescura juvenil; ni el del distinguido actor inglés, Herbert Marshall para quien no se hizo la felicidad. No debemos, sin embargo, apiadarnos de la precaria situación de todos estos varones fotogénicos que se resignan a tocarle el violín a sus semejantes. Lo hacen a sabiendas y su reputación de “fracasos románticos” les permite una posición en la vida que está muy lejos de la que ocupan en la pantalla, como que muchos de ellos son expertos conocedores de las debilidades femeninas y más de uno de ellos son veteranos de las lides matrimoniales. Oomph...itís... (viene de la página 22) y huidizo pero que, quizás por sugestión, completa y destaca la personalidad. Y así tenemos, por ejemplo, el apasionante “sex-appeal” adjudicado a tantas estrellas de la Vía Láctea del celuloide; el sabroso “it” que hiciera célebre a la pelirroja Clara Bow; el “glamour” exquisito de la Dietrich y el prestigio de mujer “sofisticated” que alcanza contornos alarmantes en Mae West. Tales expresiones, no sólo sería imposible traducirlas a nuestro idioma, sino que, aun en inglés, es difícil pretender explicarlas o definirlas. Todas ellas se refieren a cierto efluvio, a cierta sugestión emanada de determinadas personalidades que, centro del marco encantado de la pantalla, les presta un atractivo inexplicable y, sobre todo, irresistible. Y esto es, en buena cuenta, “lo que se vende”, para usar la gráfica y acertada expresión norteamericana. Hoy se ha presentado en Hollywood un nuevo estilo de “glamour”, una forma, aún más complicada, del pregonado “it”. Se trata de la “oomph girl” y es Ann Sheridan quien ostenta el extravagante título. En los casos que hemos menciona do, desde la vampiresa hasta la “sofisticada”, la palabra tenía, por lo menos, un lugar en el diccionario, significaba algo. “Ooomph”, en cambio, no significa nada. Es algo así como el “dadá” que inventaron los vanguardistas -occiden tales; y, verdad, la expresión tiene y fuerte sabor vanguardista. Es un curia] neologismo que ha incorporado a y léxico esta academia exótica de la metrópolis cinematográfica. El “ump digámoslo una vez en español, es q nuevo bacilo de Hollywood; es un bacilo raro, no clasificado, y que el microscopio mostraría con la forma de un rostro de mujer. Ann Sheridan reclama la paterni. dad—mejor dicho, la maternidad—de la expresión, actitud que ha dado ya lugar a serias polémicas. En efecto, no ha faltado por ahí quien pretenda haber creado el extraño vocablo y, por lo tanto haber provocado la epidemia de “umfitig” que comienza a extenderse por los estudios californianos. A pesar de todo, Ann Sheridan ha ganado la batalla. Nadie discute ya su derecho al título. Acaso haya en ello una gran dosis de razón. Sin embargo, a pesar de reunir las condiciones de originalidad requeridas para ser digna del honroso calificativo, no deja de ser desconcertante la elección. Ann Sheridan no es, precisamente, el tipo que más pudiera acercarse a esas composiciones fotográficas en las que se han seleccionado los mejores ojos, la más perfecta nariz, la boca más delicada, entre centenares de ojos, bocas y narices de maravilla. No llevaría ventaja al ser comparada con otras bellezas de su generación que tal vez estén más cerca de ese cocktail plástico grato a las concepciones clásicas y al ideal cinema: tográfico. Pero es que tampoco reu la tales condiciones Clara Bow, a quien nadie pudo discutirle y menos arrebatarle su atrayente “it”. Clara no era extra= ordinariamente hermosa, ni muchísimo menos; pero tenía “algo” que le daba carácter, un “toque” como el que pone Lubitsch en sus películas, un guiño, una sonrisa, un gesto de seducción; tenia OS _ Algo semejante sucede, salvadas las distancias correspondientes, con Am Sheridan. No es que sea la mujer de mayor atractivo físico del momento; no es que se destaque de manera excepcional; pero tiene un sello característico, una manera personal; es, en dos palabras, la mujer con “oomph”. Pero éste es, hasta ahora, sólo el retrato de la estrella, la figura estática, estatuaria. Este “oomph” no es todavía: el rasgo psicológico que ha inspirado las definiciones atrevidas del cinema Ann Sheridan es todavía una incógnita en ese sentido. Es verdad que ya la hemos visto actuar en la pantalla; pero la hemos visto sin juicio premeditado, sin pensar en la “oomph girl”. No se había descubierto al extraño bacilo, n0' había sido sometido al minucioso microscopio de la crítica. Por eso, de hoy en adelante, su labor será más rigurosamente juzgada, sus gestos serán controlados con más exigencia, porque no: animará el deseo de comprobar si An Sheridan responde, en realidad, al “rasgo prominente”, si su personalidad se ajusta a las normas del nuevo y sutilísimo “n0 sé qué”, si en su intención y en $ psicología se encuentra el inquietante! “oomph” que la incluya en el númerl de los caracteres excepcionales de Holly" wood.