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quien amaba. Venía a rendirle pleitohomenaje y a depositar ante su trono la magna corona de su triunfo en España. Con paso altanero cruzó las galerías y salones que conducían a la presencia de la reina. La corte entera estaba reunida en torno a ella en trajes de gala. Sir Francis Bacon, escritor, oportunista y consejero de la reina; Burghley, tesorero real; su hijo, Lord Cecil, secretario de Estado; Sir Edward Coke y más que ningun otro, el eterno rival de Essex, Sir Walter Raleigh, segundo capitán de la expedición a España, soldado apuesto, una de cuyas aspiraciones era sin duda suceder a Robert Devereux, Conde de Essex en
los favores de Isabel. Essex los conocía Ela ;
A : E eroismo romántico de Robert a todos demasiado bien. Sabía ae de Essex (Errol Flynn) cautivó el corazón ellos solo podía esperar la ponzoña de de Isabel de Inglaterra. Abajo vemos la intriga cortesana, pero mientras la a su rival, Lord Raleigh (Vincent fortuna no le volviera las espaldas nada Price) luciendo una ostentosa armatenía que temer. dura de plata.
Bajo el inmenso docel de terciopelo rojo estaba sentada una mujer intensamente pálida, pelirroja, ataviada con una toilette exagerada y en cuya expresión predominaba una frialdad penetrante. Era fea. La naturaleza no la había prodigado sus caricias. Su feminidad marchita no parecía destinada normalmente a atraer las miradas de los hom
bres. Su ojos, sin embargo, tenían un extraño fulgor. Su porte era de reina y en torno a si irradiaba una magnífica impresión de superioridad.
Essex ante ella era un coloso rebosante de perfección praxitélica, en cuyos labios la sonrisa de triunfo tenía un radiante sabor de fanfarronería. Venía (va a la página 46)
En un momento de incontenible pasión, Isabel está dispuesta a poner a los pies de Robert Essex, cetro y corona.