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El Sr. Navarrete que conoce a Hollywood y sus estrellas con la familiaridad y simpatía de un viejo amigo, que conoce y reconoce sus virtudes así como sus flaquezas, sale a la defensa de este punto focal donde convergen las miradas y pensamientos del mundo entero.
POR LUIS NAVARRETE
MI
| Arriba un matrimonio estelar que lleva ya tiempo de estar nave3 gando el borrascoso mar cine(el lándico: Dick Powell y Joan Blondell. Abajo, otra pareja de estrellas brillantes que siguen el mismo 0 curso: Robert Young y Barbara | Stanwyck.
HABIA, una vez una ciudad mara| villosa .. . donde las mujeres bellas
y los galanes apuestos vivían en un | mundo de ilusión, donde triunfaba el Y amor, y la dicha de ser rutilaba en el Ml ritmo de los cuerpos perfectos, en el AÑ fuego de los ojos de ensueño y en la ! cadencia sutil de las sonrisas. .. . HarunAl-Raschid no hubiera podido concebir un rincón legendario donde la música de | la existencia alcanzara un significado A más intenso. . . . Si Mahoma hubiera vislumbrado el bullicio de esa ciudad HN milagrosa, la belleza de sus palacios y la M alegría de sus mujeres, Mahoma nunca
se habría marchado de la tierra.” | Dentro de cincuenta años o quizás | menos, así se hablará de Hollywood en . los libros de leyenda. Pero lo que desÑ conocen o quizás olvidan muy de proWi pósito los escritores, es que todavía no ha existido en nuestro mundo deleznable un rincón privilegiado donde por cada | sonrisa no rueden cien lágrimas al abismo del tiempo, donde por cada instante | de felicidad no paguen los mortales el | tributo de dolor que Dios impuso a Adán | la tarde trágica del Génesis. Pues bien, el público universal no ha
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