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vida. Llegó a los estudios casi un adolescente, sin ningún bagaje artístico y provisto solamente de la firme voluntad que le había traído a Hollywood a triunfar.
Su primera época todavía tenía el sello de la indesición y la sorpresa de haber triunfado. Tyrone tenía un ojo en el presente y los dos en el futuro. Mientras tanto, el estudio le sometió a una verdadera educación artística. Este raro fenómeno cinelándico pertenece a simple vista a las humoradas de que solo es capaz nuestro Hollywood. La educación artística de Tyrone consistía en hacer gimnasia muchas horas, nadar, jugar tennis, montar a caballo y regular su vida hora tras hora ajustándola a un programa de superación física,
Darryl Zanuck había dicho de él que para llegar a ser la estrella máxima de Hollywood sólo necesitaba pesar veinte libras más. Con la exactitud matemática conque se entrena a los caballos de pura sangre para los grandes clásicos, Tyrone recibía órdenes, Debía levantarse a hora temprana y consumir un desayuno descomunal. A las diez de la mañadiibor orden del estudio, le traían MMMescenario una taza de “con
AnnabBMéicuyo matrimBMó67 con Tyrone [RoWer ha ejerciMiBlén su vida arfiBMéA una influeni a vorable.
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Tyrone y Annabella, la famosa actriz
francesa se divierte alegremente con su perro favorito.
somé,” a las doce iba a almorzar al comedor y se encontraba conque su “menu” había sido ordenado de antemano y consistía en un “beef-steak” chirriante y cargado de jugo... Asediado por los que creían no tener más noble misión en el mundo que aconsejar al imberbe Tyron Power, éste sufrió una jaqueca psicológica que hubiera dado con sus huesos en la tumba, de no haber dado con en el estrellato, cumpliéndose así la predicción de Darryl Zanuck.
A este proceso físico se unió un proceso espiritual. Tyrone fué cegado al principio por el esplendor rutilante de Hollywood. Las más celebradas estrellas daban la vida por él y un poco perplejo, Tyrone no sabía cual elegir y cambiaba de compañera casi constantemente. Esta incertidumbre se reflejó en su trabajo en la pantalla. Todavía no tenía ideas propias. Trataba de reflejar fielmente la versión que del personaje concebía el director y le preocupaba altamente la perfección fotoeráfica de las escenas.
Sus consejeros artísticos y espirituales se fueron marchando uno a uno creyen
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