Cinelandia (February 1941)

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El Idolo ... (viene de la página 38) sus ambiciones de calzar el coturno y entregar su vida al teatro. |La semana que más le produjo, depositó en su escuálida bolsa la flamante suma de diez dólares oro, y la que menos, solo un dolar y trienta y seis centavos. La compañia desde luego se disolvió, pero antes de desaparecer definitivamente, tuvo unas cuantas convulsiones dignas de ser descritas. Entre fracasos y esperanzas llegaron a las cercanías de Seaside y allí se hospedaron todos en casa de Lucille Schumann, una muchacha que formaba parte de la troupe. Los hombres dormían en garages y graneros y las mujeres en la casa bajo la estricta vigilancia de la señora Schumann, madre de la actriz. Como el teatro no bastaba para mantener a los endebles y esforzados aventureros de las tablas, tuvieron que hacer oficios manuales y Gable, que era experto en el arte de cortar leña, ejercitó una vez más la fuerza de sus músculos a cambio de la diaria manutención. Nada de esto bastó para salvar a la compañía teatral de un final trágico. Después de varias peripecias se estrelló contra las rocas de un rotundo e inevitable fracaso. La amistad de Clark y Franz Doerfler, perduró más allá de «su asociación teatral. Vivía ella en la ciudad .de Silverton, no lejos de Portland, en unión de sus padres, de su hermana y de su hermano Fritz. Gable se estableció momentaneamente en la casa de la familia Doerfler y para ganarse el .sustento tuvo que manejar una magnífica pareja de mulas en el campo cercano. Ganó $18 dólares en dos semanas. Suma que no logró ganar en varios meses de labor dramática en la compañía que acababa de dispersarse. Despues se unió a una cuadrilla de obreros que construía un camino en las cercanías y pronto se trasladó a Silverton y una vez mas consiguió trabajo en los campamentos madereros de esa región. Pero esta vez sus ambiciones teatrales habían madurado considerablemente. No trabajaba con la sola intención de seguir existiendo, sino que guardaba y economizaba parte de su salario con el objeto de financiar su futura carrera teatral. Comenzó ganando $3.30 dólares diarios. Su compañero de faenas era el sueco Ole Pederson. Ole a los pocos días llegó a la conclusión de que la vida suya era demasiado preciosa para arriesgarla en manos de Gable. Se echó al hombro la chaqueta y se marchó murmurando: “Este hombre no sabe lo que está haciendo . . . .”? Gable, solo, tuvo que lidiar con los troncos enormes y pesados, aserrándolos y encadenándolos con insuperable paciéncia y esfuerzo. Y fué tan ruda la labor de esta época que, aun hoy, Gable sufre sus consecuencias y de vez en cuando recurrre a los especialistas para restaurar la fortaleza muscular de sus espaldas. En Enero de 1923, Clark Gable cobró su último sueldo en los campamentos madereros de Silverton. Partió inmediatamente para Portland con menos de treinta y cinco dólares que había adquirido con el fruto de sus valiosas economías. “(COSas de, ¡aCLor sia. esta época de su vida. En Portland obtuvo trabajo en un periódico supervisando la sección de anuncios económicos y más tarde en la compañia de teléfonos. Un acontecimiento inesperado vino a sacudir la monotonía de su vida que comenzaba a causarle preocupación. En el teatro Little Theatre, ocurrió un accidente trivial, se rompió un hilo telefónico. Gable fue designado para efectuar la reparación y en el teatro conoció a la directora de escena, Josephine Dillon. Miss Dillon era la. primera actriz hecha y de reputación con quien Gable tropezaba en sus aventuras teatrales. Había sido primera actriz, nada menos que del famoso comediante Edward Everett Horton y había tenido una brillante actuación en Broadway, la célebre Vía Blanca. Gable aprovechó la oportunidad y mientras reparaba la instalación telefónica, le expuso a Josephine Dillon, sus ambiciones, sus luchas, sus fracasos y sus esperanzas. Miss Dillon sintió profunda simpatía hacia él. Su cariño por el teatro y por todo aquello relacionado con el teatro era intenso. Estaba familiari 48 dice cuando evoca Cary Grant, astro de la película Columbia, Pasión de Libertad, ante el micrófono de la Voz de Hollywood, responde a las preguntas que .le hace el director de Cinelandia, Alberto Rondón. Fué esta una de las raras ocasiones en que Cary concedió una entrevista de esta naturaleza, con el objeto de saludar personalmente a sus admiradores de la América hispana. zada con la dura lucha de los que principian y advirtió, casi instintivamente, que Gable tenía una vocación teatral verdadera. Decidió, casi desde el primer momento, ayudarlo. Al salir del teatro, ese mismo día, Clark Gable sonrió sin querer. Una voz interior pareció decirle.que su nueva protectora representaba para él, el primer paso práctico hacia la carrera teatral. Y así fué en efecto . A. Josephine Dillon le debió Gable su primer entrenamiento teatral sólido. Gracias al poderoso influjo de ella, Gable logró enrolarse en la compañía teatral Forest Taylor, en Julio de 1924. Pero esta vez en capacidad de actor y “no de mandadero.'” No fué solo este valioso favor, consecuencia de su amistad con Josephine Dillon. Esa amistad acabó por convertirse en verdadera intimidad. Blla le aconsejó y le entrenó con paciencia y él aprovechó la inagotable experiencia teatral de su mentora. Durante el verano de 1924 Josephine Dillon regresó a la ciudad de Los Angeles, donde estaba radicada y no es cosa que sorprenda que Clark la siguiera al poco tiempo y se estableciera también en la más próspera ciudad del Oeste. Hasta entonces el joven actor teatral no había concentrado sus pensamientos en el cine. Hollywood no había sido para él, el símbolo fascinante del éxito, como lo ha sido siempre, en los últimos años, para los jóvenes galanes de la escena norteamericana. Aunque no traía otro plan que estar cerca de su mejor amiga y seguir cultivando su Carrera teatral, Clark Gable, ya en Los Angeles, pensó indudablemente en Hollywood y en el cine que son un pedazo de la gran ciudad californiana. Pero antes de seguir adelante debemos detenernos para constatar un hecho de enorme importancia. El 13 de Diciembre de 1924 Clark Gable y Josephine Dillon subieron las gradas del altar. Los casó el Reverendo H. E. Meadows. Ambos estaban sin trabajo y Josephine tuvo que emplearse como correctora de manuscritos para una compañía de publicaciones, utilizando las horas que le sobraban para dar lecciones de drama. Es innecesario decir que de todos sus discípulos el más importante y el único importante fué Clark Gable. El, por su parte, trabajaba de vez en cuando como “extra”, en los estudios de cine, ganando $7.50 diarios y podemos decir que fué en esta forma innoble, como compareció por primera vez ante la cámara, el hombre predestinado para ser con el tiempo el centro de la atención cinematográfica de la afición universal. Pocos «actores tuvieron que pasar tantas desventuras y conquistaron la celebridad a tan alto costo como Clark Gable. A la sazón lo encontramos establecido en Hollywood y dedicado íntegramente a su entrenamiento profesional. Durante los meses subsiguientes, la dura lucha por el éxito va a proseguir con igual intensidad. Pero han pasado a la historia los días en que tuvo que ganarse el pan manejando el hacha o ejecutando labores manuales. Cuando menos un hecho quedaba definitivamente establecido. Gable había encontrado el Norte de su vida y su resolución de ser actor, al fin se convertía en realidad. Estaba en camino, sinó del exito, cuando menos de establecerse en mayor o menor escala como un profesional de las tablas. Una de las primeras oportunidades que se le ofrecieron de actuar en la pantalla fué como partiquino, en “El Robo de los Diamantes”?, película de sello Fox, hecha en 1925. Cuando él mismo vió el film, no pudo menos que sentirse despechado. Su desilusión fué grande, pues como suele siempre ocurrir, aquella escena importantísima en la que tenía . cifradas grandes esperanzas, pasó por la pantalla con la velocidad de una centella y el novel actor pasó totalmente inadvertido. Durante varios años siguió el joven “extra'? una carrera de desengaños y de perenne sacrificio. Iba a los estudios utilizando todos los medios posibles de locomoción, en tranvía, en ómnibus, a pié y pidiendo “viaje gratis”. Todo fué en vano. Los hados adversos se negaron a favorecerlo con su protección generosa y Clark tuvo (va a la página 50)