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Bette Davis nos cuenta...
(viene de la página 29)
La memoria de mi gozo y del entusiasmo que yo sentía con la perspectiva de lograr que ella me admitiera como discípula, no se borrarán jamás de mi mente.
Me vestí con lo mejor que tenía, y acompañada de mi madre, me dirigí al teatro, donde en vez de ser presentada inmediatamente a la señora Le Gallienne, me tuve que enfrentar con su secretaria, a quien consideré ser una persona terrible, pues tan pronto me bió, me preguntó que cuántos libros había leído acerca del teatro, que qué idea tenía de las cualidades que se necesitaban para llegar a ser actriz y que por qué figuraba que yo pondría serlo . . . Preferí ser franca y le dije que solamente me había llevado hasta allí la gran admiración que me inspiraba la señorita Le Gallienne, y ella me contestó :—
“Está bien . . Vamos a hacer una pruePar OA e decir” esto. me entregó un manuscrito y me ordenó que leyera una escena. Dicha escena consistía en leer algo que decía una mujer que se suponía fuera holandesa, la cual debía aparecer en escena vistiendo el traje típico, llevando zapatos de madera y aparentando ser muy primitiva.
Yo me encontraba muy confusa, pues mi traje moderno y comprado en Nueva York, me hacía sentirme a diez mil leguas de la personalidad por quien estaba hablando En eso, y antes de que yo comenzara a leer, me quedé electrificada por la presencia de la señorita Le Gallienne, que acababa de entrar en la habitación .
Na SE A “Me dijo la secretaria... y mientras yo leía, la eminente actriz escuchaba con devota atención. Cuando trémula de emoción puse el manuscrito de nuevo sobre la mesa, ya que había terminado la lectura de la escena, Eva Le Gallienne me dijo con mucha serenidad :—
“Veo que su actitud hacia el teatro no es sincera. Usted es una muchachita frívola y yo, no puedo dedicar mi tiempo a tratar de encaminarla. Usted no se había preparado para esta entrevista. Lea, estudie a fondo y sea más íntegramente amante de .. este ALLE?
Al decir estas palabras, la señorita Le Gallienne se puso de pie y yo comprendí que la entrevista había terminado Salí de allí y cuando estuve de nuevo al lado de mi madre, las lágrimas nublaron mis ojos.
Todo el año que siguió a esta decepción fué fatal para mí. Mis esperanzas parecían haber naufragado en el vacío, mis sueños habían sido cruelmente destrozados y me sentía totalmente desorientada, no sabía lo que quería, ni hacia que lado volver mis aspiraciones.
Mi madre quiso alejarme de todo aquello que tanto me hacía sufrir y tomó una casa en Hartford, Conn., logrando persuadirme a ir a vivir allí con ella para mi salud. Pero, a pesar de toda su solicitud y sus cuidados, yo seguía impaciente, indecisa acerca de mi porvenir e igualmente ansiosa de entrar en el teatro como io había estado en aquella mañana en que sufrí tan cruel desengaño.
Mi madre se angustiaba viendo mi actitud y finalmente me llevó a Nueva York a ver a John Murray Anderson, quien en aquellos días dirigía una academia teatral. Este señor accedió a tomarme como discípula y a que los pagos por la enseñanza se los hiciéramos a plazos. ¡Esta fué para mí como el renacimiento de mis esperanzas y loca de contento, persuadí a mi madre a que nos trasladáramos nuevamente a Neuva York! Como ella tenía muchos conocimientos, logró un empleo en la Escuela de Santa María y yo comencé a asistir a la Academia del Sr. Anderson, donde a fuerza de estudiar de día y de noche, logré ganarme una matrícula de honor; pero, antes de haber disfrutado del año de enseñanza que me darfan libre de todo. cargo, se me presentó la oportunidad de que el director George Cukor me permitiera entrar entre las concursantes para obtener algún papel en su obra. Mi madre me dijo que me estudiara los papeles
de las dos actrices principales .. . Yo le contesté que yo no tendría tanta suerte y que debía conformarme con algún papelito sin consecuencia Ella, sonriéndose, me replicó que: “según pasa en los cuentos de hadas, a última hora la actriz principal se partirá un tobillo y tú tendrás que substiCUE tes
No sé si ella estaba bromeando o ejerciendo sus poderes de adivinación, pero lo cierto es que en la noche del debut, la estrella de la Compañía, Rosa Lerner, se dislocó un tobillo y yo tuve la oportunidad de apoderarme de su papel En el teatro no hay mejor regla que estar siempre preparado y esperando detrás de la puerta para cuando la oportunidad pase y toque, abrirle sin demora . . . Tal fué mi entrada en la vida escénica, pues por haberme aprendido. el papel de la estrella, logré otros papeles de importancia con la Compañía de Cukor en la temporada. Esta prueba de la habilidad de mi madre para saber lo que pasará en el futuro inmediato aumentó el respeto que yo siento por. su virtud de predecir los acontecimientos.
Todo no fué paz y dicha en mi asociación con la Compañía de Cukor, pues tan pronto comenzamos la jira y llegamos a Rochester, yo sentía la intensa ambición de llegar a ser la primera actriz del grupo. Ya había gustado el deleite de reinar suprema sobre el público y no me conformaba fácilmente a estar relegada a un segundo término. El Sr. Cukor difería de estas ideas y consideraba que yo debía tener más experiencia. A menudo teníamos serios desacuerdos y discutíamos con acritud sobre el particular. Estas diferencias culminaron en que yo me encontrara fuera de la Compañía cuando menos lO esperba.
(va a la página 42)
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