Cinelandia (June 1942)

que no, pero aún me quedan muchas cosas por aprender. ... Al regresar al rancho, Lane encontró a todos sus empleados esperándole en la casa. Habían traído multitud de papeles y, creyéndole enfermo al ver que no regresaba a San Francisco, se disponían a convertir el rancho en una oficina más. Pero cuando su secretaria, con aire severo, le puso ante los ojos un contrato que debía ser firmado urgentemente, Lane le preguntó con brusquedad : —Dígame, ¿no tiene Vd. hijos? —Sí señor, dos niñas. —¿Pues por qué no pasa Vd. más tiempo con ellas en vez de consumir su vida en una oficina? Y con un movimiento de cabeza despidió a su sorprendida secretaria. Frente a la casa estaba esperando la gran carreta que debía llevarle a dar un paseo por el campo. Connie y su padre se instalaron en su interior, mientras Gene tomaba las riendas al lado de Alicia. Connie contempló la belleza de aquel atardecer sereno y puso su mano entre las de su padre. Uno y otra comprendieron que habían descubierto juntos un mundo nuevo del que ya no se alejarían nunca. .... En el pescante, el brazo de Gene rodeaba amorosamente el talle de la maestra. También ellos se habían encontrado mútuamente, y habían descubierto un mundo nuevo que debía proporcionarles amor y felicidad. . ... Confesiones ... . (Viene de la pág. 16) mente varios concursos artísticos, en los cuales tomábamos parte. Pero como los ganábamos todos, muy pronto nos impidieron participar en ellos. Dos recuerdos de aquellos días destacan vívidamente en mi memoria ; uno de ellos bueno; el otro no tanto. El primero se refiere a mi primer encuentro con Gene Autry. Este y Smiley Burnette actuaban en un salón de baile de las afueras de Chicago los sábados por la noche, pero entre fiestas acostumbraban a trabajar en los pueblos de la comarca. Cuando vinieron a Ottawa, mi padre me llevó al escenario, donde Mr. Autry me estrechó la mano y me regaló uno de sus libros de canciones. Por aquel entonces nunca soñé que llegaría un día en que yo aparecería en una de las películas de Gene Autry. Gene no recuerda este incidente. Pare él, yo no era más que una de tantas muchachas a quienes se ve obligado a saludar durante sus jiras por el país. Yo, en cambio, nunca olvidaré este encuentro, que constituye uno de los momentos más emocionantes de mi vida. El otro recuerdo—el menos bueno—se refiere a una ocasión en que fuí ruda con “mi público.” Mientras estaba cantando en un banquete de la Legión Americana, pude observar con el rabillo del ojo como el camarero se llevaba mi plato a medio esta pregunta le esperan oportunidades sin gulares en la industria, el comercio, la banca, etc., donde el uso del IDIOMA INGLES es cada APRENDA EN SU PROPIA CASA este útil e interesante idioma mediante nuestro métado que es fácil y práctico por excelencia, y obtendrá los mismos resultados sorprendentes que están cosechando nuestros alumnos. consumir. Interrumpí en el acto mi canción y le chillé que me lo devolviera. Y muy claramente le puse de manifiesto que no estaba dispuesta a sacrificar mi cena a mi carrera. La primera función importante en la que tomé parte se titulaba “Priscilla.” En ella, mi hermana Vera y yo abandonamos definitivamente la categoría campesina y nos convertimos en “elegantes.” Mi madre nos hizo nuestros primeros trajes de noche—de organdí verde—que llegaban hasta el suelo e iban acompañados de zapatos de charol negro. También estrenamos nuevas joyas—unos collares terribles, que adquirimos en la tienda de cinco y diez. Y, por primera vez, usamos maquillaje. ¡Tenía : ocho años y me sentía una persona mayor! Había mandado poner en mis zapatos tacones interiores de una pulgada de alto para aproximarme en lo posible a la estatura de Vera. En aquella representación, cantamos “Lazybones” y “Quien temerá al lobo feroz,” canciones muy populares en aquel tiempo. Mientras tanto, yo iba a la escuela y me divertía de lo lindo en compañía de los otros muchachos. Nunca me gustaron las muñecas, a las que me aficioné muchos años más tarde, cuando mis admiradores cinematográficos empezaron a regalármelas por mis interpretaciones infantiles en la pantalla. A los quince años me entusiasmé con “Penélope,” una muñeca que me mandó un entusiasta de Colorado. Pero durante mi infancia, mi juego favorito consistía en vestir los trajes de mi madre y creerme una estrella de cine. Jean Harlow era, por aquel tiempo, mi favorita. Mi primer idilio ocurrió cuando estudiaba el cuarto grado. El me llevó, tras nuestra primera cita, al cine, sobre el manillar de su bicicleta. Allí admiramos EDUCACION PARA TODOS ESTUDIANTES DE LA ESCUELA LIBERTY APRENDIENDO el arte fascinador de la repostería. Aproveche esta oportunidad para unirse a nuestra escuela y dominar este arte, “que practican con éxito en todo el mundo numerosos alumnos nuestros. Aprenda A Hacer Confites — Grandes Oportunidades Lecciones en Confitería. Manufactura de chocolates decoraciones para repostería, frutás azucarádas, panadería, pastelería, etc. Todo esto en lecciones fáciles por correo. Investigue usted esta opportunidad que se le presenta hoy solicitando nuestro libro descriptivo que le enviaremos enteramente GRATIS. LIBERTY CANDY SCHOOL Dept. C 355 South Broadway Los Angeles, California => APRENDA INGLES EN 15 MINUTOS POR DIA. Oiga en su casa la viva voz de un experto profesor de inglés por discos fonográficos. El famoso Método Universal tlene 30 años de éxite. Es efielente y lleva buena garantía. Pida nuestro interesante ¡lbro. ES GRATIS. INSTITUTO UNIVERSAL (D. 81) Box 36, Fordham Sta., Nueva York, E. U. A. una película de Frank Buck, en la que no faltaban serpientes ni animales salvajes. Nuestra segunda cita no tuvo lugar hasta que cursábamos el octavo grado ; de allí en adelante, fuimos juntos al cine todos los sábados por la noche. Acostumbrábamos a encontrarnos frente al cine a las siete en punto de la tarde, y salíamos a las nueve y cuarto por mucho que nos interesara la película, porque debía estar en la barbería de mi padre a esa hora para que pudiera llevarme a casa. Nuestros amores eran “serios.” Por mi cumpleaños, mi novio me regaló una preciosa polvera, que aún recuerdo con cariño. Cuando tenía trece años, el dueño de una sala de baile de las afueras de Ottawa preguntó a mi padre si me permitiría cantar en la orquesta de Ted Weems, que estaba contratado allí para el 20 de mayo y buscaba por todo el país a una muchacha que pudiera cantar en su banda. Yo acepté más divertida que esperanzada, porque sabía muy bien que Weems andaba buscando una cantante “glamorosa” y no una niña. Canté varias canciones en esta función, y como era la primera vez en mi vida que actuaba sola, me sentí bastante amedrentada. Pero mi manera de cantar gustó a Mr. Weems, y en conse (Pasa a la pág. 44) 0 43 SERE do A EE PA