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Siempre en... (Viene de la pág. 39)
orquesta de armónicas de Blackie tocando una airosa rumba, a cuyos acordes bailaban Lolita y su novio Frank. Mac no pudo menos que apreciar la maestría de los músicos improvisados. Pero en vista de que sus hijos no aparecían por allí, abandonó la escena y se dirigió a su antigua casa. Al pasar ante la puerta oyó los acordes de un piano—¡su viejo piano! —y se detuvo. Vicky estaba acompañándose a sí misma, mientras cantaba una melodiosa canción.
El corazón del vagabundo latía fuertemente. ¡Allí estaba su hija, la carne de su Carne, y no podía darse a conocer! Hubiera dado su vida entera por conversar, aunque por unos minutos solamente, con la muchacha. De pronto tuvo una idea y entró en la casa.
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—Señorita -— dijo —soy afinador de pianos y he tenido ocasión de comprobar que el suyo está algo descompuesto. ¿No quisiera usted que se lo arreglara?
El primer impulso de Vicky, al ver entrar a aquel extraño, fué negarse. Sin embargo, un sentimiento que no podía definir la atraía hacia él. ¿Sería el modo particular con que la miraban los ojos de aquel hombre, o se trataba nada más que de un loco impulso de su corazón? Lo cierto es que la muchacha no supo negarse a la petición de Mac. Mientras éste trabajaba en el piano, le preguntó:
—Señorita, he podido apreciar su voz desde la calle. ¿Está usted tomando lecciones de música?
—Borelli, un pescador que antes fué cantante, acostumbraba a dármelas. Pero ahora Phillip me ha prohibido que le vea, pues dice que no debemos mezclarnos con esta clase de gente:
—Es una lástima, señorita—dijo Mac —porque sus condiciones vocales merecen atención. Si no las descuida usted, tiene en ellas un gran porvenir.
El ruído de un automóvil vino a interrumpir la conversación.
—Es el coche de Phillip, que llega con mamá—dijo Vicky.
Mac, al oir aquello, se marchó sin despedirse, aprovechando la distracción de la muchacha.
Phillips traía a Vicky un regalo: un perrito que la chiquilla había deseado durante largo tiempo. En su alegría, Vicky se olvidó completamente del desconocido que acababa de desaparecer tan misteriosamente. La muchacha se daba cuenta de la bondad de Phillips y de los esfuerzos de éste por' conquistar su cariño, pero, con todo, no podía acostumbrarse a la idea de que viniera a substituír al padre a quien creía muerto. Martín, en cambio, a quien Phillips había traído un automóvil nuevo, estaba loco de contento. El muchacho salió inmediatamente con él y se dirigió al barrio marítimo, donde se encontró con Lolita y la invitó a dar un paseo con él. Esta, que se había dado cuenta de que Martín disponía de dinero abundante, aceptó encantada. Apenas había arrancado el coche cuando llegó allí Frank, que al ver a su novia en compañía de Martín no pudo contener un gesto de amenaza.
Mac, que se encontraba allí por casualidad, tuvo ocasión de presencia la escena. El ex-preso había trabado conocimiento con Borelli, y éste le había explicado que el dinero de su futuro padrastro había cambiado completamente el carácter de su hijo. Mac, temiendo por la suerte de éste al recordar la expresión de Frank, decidió quedarse en Santa Rita por una temporada antes de desaparecer definitivamente de la vida de su mujer y de sus hijos. Y como Borelli necesitaba un hombre que le ayudara en sus excursiones de pesca, convino con él en que ocuparía un
pequeño pabellón de la casa del italiano que por aquel entonces se encontraba deshabitado.
A AS
Phillips persistía en querer atraerse a Vicky a fuerza de presentes, y por su cumpleaños le regaló un magnífico piano. Toda la alegría de la muchacha desapareció, sin embargo, al enterarse de que aquél había vendido el viejo piano de su padre a un chamarilero para dejar sitio al nuevo. Y cuando Phillips añadió que pensaba mandarla al Este a tomar lecciones de canto con un célebre profesor, Vicky no pudo contener las lágrimas.
—¡No lo permitas, mamá ! —suplicó llorando—;¡ No dejes que nos separemos! ¿Por qué no puedo aprender música aquí, con Borelli?
Phillips se encogió de hombres. No lograba comprender a aquella chiquilla.
Unos días después, Vicky fué a visitar a Borelli. Al aproximarse a su Casa, se sorprendió en extremo al oir un piano tocado por experta mano. Ánte sus preguntas, el pescador la hizo entrar en el pabellón donde vivía Mac, que en aquel momento tocaba su última composición “Siempre en mi corazón”. Lo mas extraordinario, para Vicky, era que el piano utilizado por aquél era, precisamente, el que el chamarilero se había llevado de su casa, y que Mac había podido conseguir a bajo precio. Mac fué presentado por Borelli con el nombre de El Profesor — como todos le llamaban por alli—y éste explicó a la chiquilla que estaba ensayando la canción que, bajo su dirección, debía tocar la orquesta de Blackie en un campamento militar. Arrebatada por la belleza de la melodía, Vicky la cantó ante su
padre y Borelli con tanto gusto, que
éstos la invitaron inmediatamente a ser la solista del concierto. No hay por que decir que la chiquilla aceptó encantada.
Al llegar a su casa Vicky, ante su piano nuevo, se puso a ensayar la música que acababa de aprender. Marjorie la reconoció inmediatamente.
—¿Quien te ha enseñado esta canción?—le preguntó, conteniendo a duras penas los latidos de su corazón.
—Un hombre que vive con Borelli y a quien todos llaman “El Profesor”— respondió Vicky—-El mismo que afinó el piano de papá y desapareció antes de que tuviéramos tiempo de pagarle . ¿Y sabes, mamá? El Profesor ha comprado nuestro viejo piano y lo tiene en su habitación. ¡Que suerte que: haya caído en buenas manos!
Marjorie no quiso oir más y se dirigió a toda prisa a casa de Borelli. Abrió la puerta del pabellón y se encontró cara a cara con su marido.
—¡ Tú !—exclamó—¡ Aquí y en libertad! ¿Por qué no me dijiste que venías? Has llegado a tiempo, porque esta noche ibamos a casarnos Phillips y yo. Pero ahora que estás aquí, todo ha cambiado.