We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.
Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.
acusaba sin muchos miramientos de que
el juez Wheeler le acababa de informar de algo que ella hubiera debido revelarle personalmente, y la amenazaba con dejar de prestarle sus servicios a menos de contar con su completa confianza. Fiona comprendió que le era ya imposible mantener en secreto que Austin era su propio hijo. Aquella noche, después de cenar, reunió a sus hermanas en su habitación y sacando fuerzas de flaqueza les contó la historia que durante tantos años había mantenido oculta.
Les explicó que a la muerte de su padre, y tras la iniciación del litigio que le impedía hacer uso de su fortuna, se había visto obligada a buscar medios que le permitieran mantener el prestigio de su familia y sostener el pleito. Poco tiempo antes había muerto una tía suya, dejándola heredera de una fortuna de 100,000 dólares, que debía recibir el día de su matrimonio. Fiona concibió el
plan de encontrar a alguien que quisiera
casarse con ella y divorciarse inmediatamente, recibiendo en pago un veinticinco por ciento de la mencionada cantidad. Durante un viaje realizado por el estado de Vermont, conoció casualmente a un joven ingeniero que estaba reparando un puente en la carretera. ¡Este ingeniero no era otro que Charles Barclay! Estaba tan manifiestamente impresionado por la belleza de la muchacha, que ésta no tuvo más que dejarse “conquistar” y casarse con él a los pocos días . . . Fiona aún recordaba la expresión del rostro de Barclay cuando, tras la ceremonia, la anunció el verdadero objeto de su matrimonio y le ofreció 25,000 dólares para que la dejara libre. La desilusión del ingeniero dejó pronto lugar a una sorda cólera, más
peligrosa, tal vez, que una explosión de.
gritos y amenazas. Fiona relató cómo Barclay, mirándola fijamente, le dijo: “Ya que hay mujeres tan mezquinas como tú, acepto la propuesta. Pero es innecesario que te marches esta noche. Después de todo, eres aún mi esposa...” Fiona quiso huír, pero los brazos del ingeniero la aprisionaron y la muchacha no tuvo fuerzas para desprenderse de ellos... En aquel instante se inició el odio que debía llevarles a combatirse tan encarnizadamente.
—:¿ Y dónde ha estado Austin durante todo este tiempo?—preguntó Susanna.
—En el campo, donde le cuidaba Copey, nuestra antigua niñera. Copey murió hace poco y no tuve más remedio que traerlo aquí. Desde que llegó, he tratado por todos los medios de tratarlo con entera indiferencia, procurando recordar siempre que es el hijo de' un hombre a quien odio. Pero siento que no puedo seguir adelante con esta farsa. Austin es, después de todo, sangre de mi sangre también ....
Al día siguiente, Barclay la telefoneó para informarle de que se había enterado de la existencia de su hijo. El finan
42
ciero le proponía dividir con ella la custodia del chiquillo. La orgullosa Gaylord contestó altivamente que Austin no era hijo de ella y que no comprendía su proposición. Barclay se puso inmediatamente en movimiento. Buscó testigos en la pequeña ciudad de Vermont donde el niño había nacido y provisto de estas pruebas, consiguió que los tribunales le concedieran la custodia exclusiva del chiquillo. Fiona, sin embargo, no quiso dar su brazo a torcer. Cuando Evelyn le propuso llevar al niño a la casa de Gig en Long Island para tenerlo allí escondido, aceptó inmediatamente.
Horas después de la salida de Evelyn y Gig con Austin, sonó el teléfono, y la fría voz de la primera le anunció que, en vista de que el tiempo estaba inseguro, se quedaría a pasar la noche en casa de Gig. Al oír esto, Susanna se volvió furiosamente hacia Fiona.
—¡ Mira lo que has hecho con tu egoismo! ¡No piensas más que en tí, en tu casa, en tu orgullo! En tu lucha con Barclay has arruínado tu felicidad y ahora estás hundiendo la mía! ¿No te das cuenta de que Evelyn quiere quitarme a Gig?
Ante la desesperación de Susanna, Fiona se dio cuenta de las verdaderas intenciones de Evelyn. Subiendo a su automóvil, se dirigió a toda prisa a la casa de Gig.
—Evelyn—dijo en cuanto se halló en presencia de su hermana, adoptando el aire de autoridad que ésta conocía tan bien—Vengo a llevarte a casa y a anunciarte que mañana sales para Inglaterra en avión. Ya no te necesitamos por aquí. Mañana mismo quedará resuelto nuestro pletto. ió
Fiona no mentía. Al día siguiente llamó a Barclay, y en presencia de los abogados respectivos, le entregó el chiquillo y le anunció que podía tomar posesión de la casa cuando quisiera. El financiero, extrañado por aquel repentino cambio de actitud, le ofreció dividir su custodia con ella, a lo que la muchacha se negó, aduciendo que no quería que Austin se pasara la vida yendo y viniendo de una casa a la otra.
Por la noche, Gig fué a visitarlas. Evelyn se encontraba en su cuarto, y el pintor enseñó a Fiona y Susanna un periódico de la tarde que traía la noticia de la muerte de Lord Burton, el marido de aquélla, mientras combatía por su patria a bordo de su aeroplano.
—Sube a la habitación de Evelyn y dále la noticia—dijo Susanna con voz dolorida.
—¡ Susanna ! — replicó Gig — No me hables de este modo. Sé que te figuras algo que no es cierto. Te juro...
—No necesitas despedirte de mí con buenas palabras—interrumpió la muchacha amargamente—Puedes subir a ver a Evelyn.
En la sala, Fiona meditaba triste-.
mente en el dolor que parecía inseparable de su vida.
—Siempre creí que, una vez resuelto | nuestro pleito, podríamos ser felices en |
esta casa—dijo a Susanna—Pero he aquí que hoy hemos terminado este
asunto, y ni tú ni yo lo somos. ¿No es
eso absurdo? ¿Por qué no hemos de estar alegres? Ven, Susanna, vamos a beber
unas botellas de champaña para cele-brar el final de veinte años de litigio...
Fiona se esquivocaba al creer que el
alcohol era la solución de sus desdichas.
En medio de su embriaguez, una figura,
que se vio incapaz de reconocer, apare-.
ció en la puerta. Esta figura la tomó en
sus brazos, y Fiona, luchando contra ella,
perdió el conocimiento. Unas horas después, la vigorizante sensación del agua fría corriendo sobre
sus espaldas, la volvió en sí. Fiona no
sabía donde se hallaba. Al salir de aquel cuarto de baño desconocido, se encontró con Barclay, que la estaba esperando con una toalla en la mano. La muchacha lanzó un grito de espanto.
—No tienes por que gritar—dijo Barclay—Estás en mi casa y todavía soy tu marido. ..
Fiona se vio incapaz de resistir el impulso que, sin darse ella cuenta, la había
arrastrado durante aquellos años a los :
brazos del hombre a quien creyó burlar. Fiona lloró de felicidad al verse entre ellos, y lloró aún más cuando Austin entró en la habitación para completar aquel delicioso cuadro familiar.
Tabién Susanna y Gig hallaron su felicidad en cuanto la primera se convenció de que sus sopechas sobre el pintor y Evelyn eran infundadas. En cuanto a ésta, el dolor que le causó la pédida de su marido no le impidió regresar a Inglaterra y dedicarse fervorosamente a sus deberes patrióticos.
La herencia de los Gaylord había finalmente dejado de ser la sombra amenazadora que se cernía sobre el destino de la familia...
Un dólar por carta (Viene de la pág. 6)
ción con que los señores dirigentes de la industria cinematográfica argentina obsequian al pueblo de México en los actuales momentos, tan llenos de angustia y de terror? ¿Es así como se estrechan los lazos de unión entre los pueblos de América? En mi concepto, tal actitud es absurda.—Esperanza Elizondo de V., calle Reforma 2250 Pte., Monterrey, N. L. México.
CINELANDIA ES INSUBSTITUIBLE.
Estoy convencida de que Cinelandia es la mejor guía que podemos tener para elegir un programa cinematográfico de todo nuestro gusto. Después de leer Cinelandia ya no vamos al cine a tientas . . . sino a gozar plenamente de películas que por haber sido seleccionadas con
A