Cinelandia (October 1942)

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mente de la enorme importancia de un instrumento de propaganda que tiene por audiencia al ochenta por ciento de los habitantes del país. Poco a poco, esta nueva conciencia se va traduciendo en una serie de films cuyos argumentos son cada vez menos chocarreros, cada vez ideados con más inteligencia y dirigidos con una percepción más fina de las necesidades de nuestro tiempo. Este nuevo tipo de películas está desplazando gradualmente del mercado a los films de tipo exclusivamente comercial. Las producciones “de un millón de dólares” están desapareciendo rápidamente, si es que no ha desaparecido ya del todo. Pero con ellas; desaparece también la extravagancia económica que ha caracterizado durante largos años a Hollywood. Los sueldos fantásticos, el despilfarro de los estudios, la inconsciencia financiera que permitía tirar miles y miles de dólares sin justificación alguna, están tocando a su fin. Semejante fenómeno no es, en realidad, exclusivo de Hollywood, sino que se manifiesta en general en todo el país. Recientemente se ha propuesto en Washington un proyecto de ley—que tiene grandes probabilidades de ser aprobada—limitando los ingresos anuales de los habitantes de los Estados Unidos a un máximo de 25,000 dólares por persona mientras dure la guerra. No sería muy sorprendente que, pasada la misma, dicha ley continuara en vigor indefinidamente. En este caso, la frivolidad y el lujo de Hollywood, cuyas figuras principales han sido durante largo tiempo las mejor pagadas del mundo, quedarían reducidos a, relativamente, modestas proporciones. Desaparecerían los yates de lujo, las mansiones de un millón de dólares, los automóviles importados, las fiestas extravagantes, y una buena proporción de las joyas, armiños y sedas japonesas que prestan su glamor a la vida de noche de la ciudad. Hollywood tomaría más y más la apariencia de la ciudad activa y trabajadora que es en el fondo, y se iría alejando cada día un poco de su aspecto tradicional, opulento, chocarrero y vacío. Quien saldrá más beneficiado con todos estos cambios será el público, a quien la guerra, con su carga de privaciones, sufrimientos y miserias, está haciendo cada día más alerta a los problemas fundamentales de nuestro tiempo. El héroe del Oeste, que con una pistola en cada mano ponía en fuga a más de veinte foragidos armados de rifles y se llevaba al final a la muchacha rubia, va perdiendo su atractivo para la gran masa del público. Con él desaparecerán los gangsters, los estudiantes deportivos, los Don Juanes de alta sociedad, las comedias de “gran espectáculo” y las canciones adocenadas, cantadas por tenores de voz atiplada y una dulce y desmayada expresión en el rostro. Tal vez entonces podamos decir que el cine ha llegado, definitivamente, a su mayoría de edad. Faye Emerson, actriz de la Warner Bros., simboliza en esta fotografía el nuevo Hollywood que despierta, alerta, activo, profundamente consciente de la lucha que requiere la defensa de las libertades humanas.