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Al contrario, ¡clausuró el espectáculo | regresar a mi trabajo en la tienda de
JOAN
CRAWFORD
(Viene de la página 15)
mundo en que me movía y que daba pávulo,a mis sueños de figurar como la heroina de dramas y comedias que yo inventaba.
“Fué curioso como me crié en un mundo fantástico, aprendiendo a bailar y accionar tras bambalinas y telones; en los vestidores de las coristas ensayé mis primeros monólogos, y en un cuarto de mi casa dónde se almacenaban muebles, escenarios y trajes viejos, allí tenía yo mi reino, vistiendo los trajes de reinas y princesas, entronada en un sillón polvoso y apolillado. Mi hermano era el Rey y yo la Reina. Representabamos dramas y comedias ante un auditorio imaginario o el grupo que
formaban amigos y vecinos de nuestra edad, que nos ayudaban a decorar los
escenarios y arreglar la iluminación con velas.
“Tenía apenas seis años cuando sufrí un accidente que hubiera cortado mi carrera teatral. Jugando con mis amiguitas, caí sobre una botella rota, cuyos
.filosos vidrios me cortaron el pié casi
por la mitad. Me hicieron tres operaciones y los doctores pronosticaron que cojearía por el resto de mi vida. En cuanto me alivié, 'formé la resolución de ejercitar mis tendones, logrando recuperar los movimientos de los músculos al cabo de algunos años, pudiendo renovar mi práctica de baile.
“Yo era casi una niña cuando mi
familia se transladó a Kansas City. La
tragedia doméstica que presenciaba no la pude comprender a causa de mis cortos años: mis padres se divorciaron. Solo recuerdo que quedamos solas, que mi madre me llevaba a una tienda muy grande dónde ella trabajaba y yo tenía que lavar muchos trastes en la cocina,
para ayudar a los gastos y asistir a la
escuela. Mis deseos de aprender a bailar nunca me abandonaron, y me consideré la muchacha más feliz del universo el día que gané un premio en un concurso de baile, celebrado en el café “Jack O'Lantern”. Después de este gané muchos otros.
“A instancias de mi madre fuí aceptada en el famoso Colegio Stevens en Columbia, Mo., pagando mi colegiatura e internado sirviendo en “el comedor. Siempre que había una oportunidad yo bailaba y mi habilidad me hizo refleccionar que quizas podría mejor ganarme la vida como artista. Dejé el colegio, regresé a Kansas City y entré como oficinista en una tienda ganando un
_sueldo de $15.00 a la semana. Con este
dinero y las comisiones que obtenía, equipé mi guardarropa con lo mejor. En seguida me presenté ante un Agente Teatral y este señor me colocó en los coros de una compañía en Springfield, Mo., cambiándome el nombre de Billie Cassin por el de Lucille LeSueur.
“Este cambio tampoco me trajo suerte. a las dos semanas se y tuve que
Kansas City. Volví a horrar dinero y me dirigí a Chicago a probar fortuna. En vano busqué a la primera actríz que me había dado su dirección; indagué y supe que se encontraba nuevamente en jira. Yo me encontraba en una ciudad extraña y con solo dos dólares en la bolsa. Recordé entónces que mis compañeras de teatro mencionaban mucho el nombre de Ernie Young. Ansiosa busqué y lo encontré en el directorio de teléfonos. En su oficina se entrevistaban a muchachas que trabajaban en las revistas de cabarets. Yo misma tuve que esperar largo tiempo, formando en la línea de aspirantas, ocurriéndoseme que si fingía un desmayo posiblemente entraría antes. Así fué, y cuando Mr. Young me vió bailar, inmediatamente obtuvo trabajo para mí en una compañía que más tarde salió rumbo a Detroit. A las ocho semanas, de simple corista fuí nombrada bailarina de primera categoría, renovando mi entusiasmo con toda energía.
“Mi hada madrina estuvo presente la noche de mi debut en la persona de J. J. Shubert. Se encontraba en Detroit ensayando su comedia musical “Innocent Eyes” y me ofreció un lugar en los coros de su compañía. La tentación era muy fuerte y acepté. A los tres meses estaba ya bailando en Broadway.
“Casi concluída la temporada con “Innocent Eyes”, me propuse pasar unas vacaciones en Kansas City, con el oculto deseo de participar a mis familiares y amigos los éxitos logrados. Pero a los tres días de llegada recibí un telegrama de los Estudios Metro-Goldwyn-Mayer ofreciéndome un contrato y urgiéndome
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para que saliera rumbo a Hollywood inmediatamente. Los augurios del año que comenzaba no podían ser mejores; mi viaje se inició el Día de Año Nuevo y la recepción que me hicieron en Hollywood no me la esperaba. No por que me recibieran bajo palio, sino porque casi n seguida figuré como extra en “Pretty Ladies” junto con Myrna Loy que también hacía su debut fílmico. Después de otras partes como esta, me dieron una mejor con Jackie Coogan en “Old Clothes”. Entre tanto el Estudio me daba publicidad, el público se familiarizaba con mi personalidad y trabajo, y yo aprendía la técnca de este séptimo arte, los intrincados secretos del maquillaje, la actuación ante las cámaras. En esta forma corregí muchos de mis defectos.
“Cuando iba a filmarse la película “Sally, Irene and Mary”, supe que una de estas chicas representaba una bailarina y me propuse obtener el papel de Irene. Pasada la prueba, el Estudio tamlién me dió un largo contrato. Fué entónces cuando decidieron cambiarme de nombre y al verificar un concurso en una revista pidiendo al público sus votos para mi seudónimo, el de Joan Crawford resultó premiado.
“Junto con el nuevo nombre mi suerte cambió. Joan Crawford era una estrella y en 1929 mi contrato fué substituído por otro mejor. Comencé a fincar mi casa de Brentwood, en que ahora vivo y que se construyó de acuerdo con mis proyectos e ilusiones.
“Guardo enorme veneración por la amistad que me ha unido con Dorothy
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