Cinelandia (March 1946)

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Esta frase, este título de novela es: “A la sombra de las muchachas en flor.” De escribir una biografía de Van, este sería el título que le pondría. VAMPIRESAS DE ANTAÑO (Viene de la pág. 25) mir un gesto de contrariedad al recordar que, apesar de sus eternos papeles de vampiresa, su madre nunca le permitió asistir a ninguna de ellas. Una vez que había concurrido a un club nocturno, el director Marshall Neilan se puso magníficamente a sus pies contratando a la orquesta para que tocara en casa de Carmel hasta las seis de la mañana. —Pero es difícil llamar a ésto una orgía—dice Carmel suspirando—Especialmente al lado de mi madre, que no me quitaba el ojo de encima. Otra noche, Rodolfo Valentino se presentó en su casa, y dedicándole la más ardiente de sus miradas y la más brillante de sus sonrisas, —Usted sabe que yo siempre consigo lo que quiero—exclamó con su profunda y aterciopelada voz. —¿Incluso contra la voluntad de una madre de noventa kilos?—preguntó la de Carmel, apareciendo súbitamente. Valentino pegó un salto hacia atrás, como si hubiera pisado a una vívora, y mascullando excusas se retiró a toda prisa. Otra de las características de la época fué el uso y abuso de los trucos de publicidad, que alcanzaron proporciones francamente extravagantes. Carmel fué una vez al centro comercial de Los Angeles y adquirió—con dinero del estudio, desde luego—una magnífica perla negra. Al día siguiente fué a almorzar a uno de los restoranes mejor conocidos de Hollywood y pidió que le sirvieran una docena de ostras. De pronto, Carmel exhaló un grito de sorpresa y alegría, ¡porque en una 46 de las ostras había encontrado una perla negra! Al día siguiente todos los periódicos de los Estados Unidos publicaron la noticia en primera página, bajo titulares de esta índole: “Un mordisco de un millón de dólares”, y otras lindezas semejantes. La célebre rivalidad Gloria SwansonPola Negri, que tuvo la virtud de levantar entre los amantes del cine innumerables y acaloradas controversias, fué otro truco de publicidad, en el que las protagonistas—que no sólo no se odiaban, sino que eran excelentes amigas— no tuvieron arte ni parte. Carmel, en cambio, que se preciaba de su talento comercial tanto como de su habilidad dramática, fué la inventora de más de cuatro que los periódicos del país se encargaron de propagar. —Los actores de aquella época—continúa nuestra amiga—nunca creyeron que el cine mudo iba a barrerlos en masa de la pantalla. En realidad, nunca aceptaron la posibilidad de que el sonido tuviera éxito en el cine. Una estrella de entonces, a quien pregunté si se preocupaba de estudiar dicción y elocución, me contestó: “¡Qué tontería! Soy demasiado buena actriz para que el cine se pueda pasar sin mí.” Hoy se gana la vida a duras penas actuando de extra por veinticinco dólares semanales. Otro día, al llevar a mis hijas a un gran almacén de Los Angeles para sus compras de Navidad, no pude evitar un grito de sorpresa al reconocer en el empleado que me sirvió a uno de mis galanes cinematográficos de antaño, cuyo nombre acostumbraba a adornar las carteleras cinematográficas del mundo entero. Carmel se retiró del cine tras dos actuaciones magníficas en Sorrell e Hijos y Ben Hur. Su vida ha estado, desde entonces, dedicada a su familia por completo, sin otra actividad artística que al gunas apariciones ocasionales en el pro grama de radio de Rudy Vallee. Carmel y su familia ocupan una gran villa—casi un palacio—frente al hotel Bevery Hills, famosa por la soberbia calidad de sus recepciones. Aparte de su marido, la fa milia de Carmel se compone de un hijo. y dos hijas, que hoy, ya grandecitos, han permitido a su madre reanudar su carrera cinematográfica tras catorce años de interrupción. Su primer film, en prepa: ración en los estudios de los Artistas Unidos, se titula El Truhán. —En el fondo—nos dice Carmel como conclusión—el Hollywood de hoy se diferencia bien poco del de antaño. Los actores y actrices del día tienen, quizás, más mundo e ideas más amplias que los de mi época, pero son, básicamente, chiquillos sin madurar, como lo fuí yo misma durante la era de las vampiresas. Hollywood continúa siendo un mundo aparte, brillante, atractivo, lleno de fantasía y vitalidad. Adoro a Hollywood, donde he pasado la mayor parte de mi vida, y llevo la atmósfera de los estudios en la masa de la sangre. Y para mí no puede haber mejor placer que el obtener, por todos los medios, un sitio destacado en la farándula de la pantalla. JOHN GARFIELD (Viene de la pág. 26) cuenta de que la conducta de sus hijos obedece a los impulsos recibidos de ellos a la edad más tierna, tal vez tengan más cuidado en la manera de tratarlos durante los primeros años de su vida” dice John Garfield. “En mi caso” prosigue “mis rebeldías procedían de mi deseo de probar al mundo — o tal vez a mí mismo — algo que no podía definir. Este deseo, que es en sí mismo una fuente de energía, puede hacer de un homre un santo o un sabio, pero también un criminal. Todo depende de la mano que guíe su impulso.” “Todas mis desdichas arrancaron de mi necesidad de probar a la gente de mi barrio que yo no necesitaba de su compasión. Habiendo perdido a mi madre a los siete años, mis vecinos tenían la costumbre de referirse a mí como “ese pobre huérfano.” Su manera de decirlo daba a mi infantil imaginación la sensasión de que ser huérfano era algo digno de vergiienza. Como reacción natural — ahora me doy cuenta — me volví pendenciero y matón.” Cuando su padre contrajo matrimonio por segunda vez, John sintió inmediatamente por su madrastra un rencor infantil e injustificado. Su padre, ocupado la mayor parte del día, tenía poco tiempo que dedicarle. Como John rehuía la compañía de su madrastra, su vida transcurría en la calle, donde pronto trabó íntimas relaciones con los pilluelos del barrio. Sus amigachos decidieron un día construír una barraca de madera que les sirviera de club y sitio de reunión. Para ello recorrieron todo el barrio, robaron maderos de las tiendas y tablas de anuncios y, tras algunos incidentes poco satisfactorios con la policía, lograron edificar su “club” en un solar abandonado. Para demostrar a sus camaradas el temple de su ánimo, John les anunció que iba a pa