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sar una noche entera dentro de la barraca, completamente a solas. Así lo hizo, dominando el miedo que le acosó toda la noche, con el resultado de que sus amigos, impresionados por la hazaña, le nombraron inmediatamente jefe de la cuadrilla,
La carrera de John Garfield llevaba trazas de seguir el camino de las de Al Capone o Jack Dillinger cuandc, afortunadamente, su padre decidió hacerlo ingresar en la famosa escuela cuarenta y cineo de Angelo Patri. Dicha escuela—que no era un reformatorio—se dedicaba, sin embargo, exclusivamente a niños-problema como John. El entusiasmo de éste no reconoce límites cuando habla de esta célebre escuela.
“Patri tenía la suprema habilidad de robustecer las buenas cualidades de los muchachos sin insultar las malas. De esta forma, sus alumnos se sentían insensiblemente impulsados a desarrollar sus energías por el buen camino. Angelo Patri estudiaba minuciosamente el carácter de sus alumnos y, de acuerdo con lo que veía en ellos, les proporcionaba una ocupación o pasatiempo adecuado a sus facultades. A unos les hacía pintar, a otros tejer, escribir, o tocar algún instrumento. Tales actividades, escogidas con inteligencia, obraban maravillas sobre la robusta naturaleza de aquellos chiquillos.”
El caso de John Garfield tipifica admirablemente los métodos seguidos en la escuela de Patri. Un día en que John se divertía machacando con los pies las flores del jardín del edificio, fué descubierto por uno de sus maestros y enviado en el acto a presencia de Patri. John esperaba, de acuerdo con las normas de su niñez, un severo castigo. Grande fué pues su sorpresa cuando Patri, en vez de re.prenderle, le pasó el brazo por encima del hombro y le explicó que, siendo las flores seres vivientes, machacarlas equivalía a matar.
Durante largo tiempo Patri había estado observando el carácter de John, y había sabido descubrir en él indudable habilidad histriónica. Decidido a apartarle de sus deplorables costumbres de un modo que le entretuviera e interesara, le propuso tomar parte en las representaciones teatrales de la escuela. Vencida la primera resistencia, pronto se encontró John en las tablas como el pez en el agua. Sus cualidades de mando encontraban en el teatrillo escolar mejor ambiente que entre sus amigachos de la plaza pública. Allí podía John hablar por largo tiempo, entre la respetuosa atención de sus condiscípulos, mientras que en la calle no era raro que sus discursos se viesen interrumpidos por una burla, una patada o un bofetón.
Del teatro de la escuela pasó John a la clase de debates, donde el mismo defecto que había provocado sus desmanes infantiles probó ser cualidad de primer género en las discusiones que, bajo la di
rección de Angelo Patri, tenían lugar entre los alumnos. John ganó aquel año el premio de debates de la escuela. Poco después triunfaba en el concurso de debates de su barrio, lo que le animó a presentarse en el concurso” oratorio que organiza anualmente el periódico New York Times.
John escogió como tema benjamin Franklin, Pacifista. Lo presentó en forma dramática, actuando la vida del celébre político norteamericano como si se encontrase en un teatro. La presentación era tan original y su voz tan cálida y convincente, que John se llevó el premio por unanimidad.
Aquel fué el momento en que la carrera de John cambió definitivamente. Pero
El Idolo del mundo Femenino
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“CORSES y FAJAS
como lo sublime y lo ridículo se encuentran a menudo mezclados, John cuenta que durante el baquete que siguió a su victoria, y al serle presentada en la mesa la vasija de agua para enjuagar los dedos — que lucía en su centro una exquisita flor — John, creyendo que trataba de alguna exótica bebida, ingirió el contenido de un trago. Uno de sus prefesores trató de explicarle el verdadero uso de la vasija. John, lleno de vergiienza, se levantó de su silla y abandonó el local, dirigiéndose acto seguida a una biblioteca pública donde consultó cuantos libros de buenas maneras pudo hallar.
John se convirtió en un lector empedernido, recordando que debía a su 1gnorancia el bochorno que había pasado
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