Cinelandia (December 1946)

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prendo que de ser cierta la noticia y no un chisme como en algunos Casos, se sintiera herida, desgraciada, pero de eso a... abandonarle, Si todas las esposas engañadas adoptasen su terrible actitud, el mundo estaría lleno de esposas y maridos incomprendidos. —Ahora es usted cínico. —Lógico otra vez. A veces no tiene el hecho tanta importancia como ustedes las mujeres imaginan. A veces hacen eso los hombres por ansia de aventura sin poner en ello nada de alma. No es que quiera defender la teoría de la infidelidad, pero se me ocurre que la verdadera infidelidad estriba en eso que antes dije. En la peligrosa intervención del alma... En el caso de Polín (¿me permite que le diga que es un nombre ridículo para aplicar a un hombre de su estatura? Yo hubiese sido ¡Infiel enseguida, a una mujer capaz de llamarme Polin,) creo que . . . Debió de ser un caso de verdadera “saturación amorosa?” —Es usted un... —¿Por qué se empeña en buscar extraños calificativos, en vez de avenirse a razones ? —Un hombre no puede estar enamorado de su mujer, verdaderamente enamorado. .. Y tener al mismo tiempo una aventura. .. con otra. —Eso es estúpido, Creo que por el contrario, pueden hacerlo casi todos los hombres. Y aun algunas mujeres. .. —¿Cómo dice usted ? —Digo que... —Mejor será que no lo repita. Es monstruoso... Además, se me ocurre que es inútil discutir con usted. No me comprendería. Para mi no existe más que una clase de amor. El perfecto, el único, el inconmovible. —Me recuerda usted a una chiquilla muy joven, ilusionada y romántica, que hablando de la anunciada boda de cierta muchacha amiga, decía: “No la comprendo. No entiendo como puede casarse con un viudo. Un hombre de quien se sabe ha besado, ha tenido en sus brazos, ha acariciado a otra mujer... ¿No le parece sencillamente horrible ?” “Tienes tan extraño concepto de la viudez, querida mía” contesté yo, “que sólo se me ocurre un consejo. No te cases nunca. Todos los hombres somos... no una vez, sino infinidad de veces, viudos”. Silvina sonrió, aun a su pesar. Era su primera sonrisa desde que comenzaron la conversación. Una sonrisa amplia, total. que borró toda huella de lágrimas. Sintió toda la suprema ironía del momento. Tenía, para ignorarlo, demasiado agudizado. el sentido del humor. Siguiendo un impulso tendió la mano hacia su viejo amigo. —¿ Me perdona cuanto dije antes? Me refiero a.... — ¿A todo eso de monstruo, cínico, ete., etc.? ¿Por qué no había de perdonarla ? Quedó Silvina pensativa con los ojos fijos en el amplio horizonte del mar. Una nube había ocultado momentáneamente la luna. Bajo las estrellas era el mar como una inmensa alfombra de obscuro terciopelo. Repasó el firmamento, como si en él se dibujasen ahora las imágenes breves pero intensas de su vida matrimonial. Aquellas escenas platónicas, de amor idealizado, junto a Polín. Aquel siempre espiarle atenta, recelosa. Sus clásicas pre 40 Sea Seductora : Use Amolín la crema desodorante que acaba con el mal olor axilar Confíe en la Crema Amolín para proteger sus atractivos personales. Blanca, pura, suave y delicadamente perfumada, la crema Amolín protege la “Zona de Peligro”, bajo los brazos e impide las emanaciones del feo olor axilar. e Es suave, blanca y fragante o Se desvanece al frotarla o No trrita la piel ni daña la ropa o Protege durante largas horas Contra el olor delsudor Amolín es lo mejor Amolin CREMA DESODORANTE EOS) SS guntas. “¿A dónde vas?”, “¿De dónde vienes?” “¿Con quién cenaste ayer?” Aquel supeditarse por completo a la otra voluntad, anulando todo su YO, Un año de eso para Polín. Dos años de eso... Tres años de eso... ¿Tendría razón Sir Cedrick? Debía reconocer que sólo al cabo de esos años se había decidido Polín a serle verdaderamente infiel. Miró una estrella que fugaz cruzó el espacio, desapareciendo rápida en el vacío. Se pasó la mano por la frente. No es que fuera muy supersticiosa, pero una vieja nodriza la enseñó entre otras muchas cosas, a hacer eso cada vez que viera “caer una estrella” y a pedir algo. Y Silvina lo hacía, al igual que colocaba de soltera un espejito bajo la almohada para conocer el futuro esposo, en la noche mágica de San Juan. Benditas ilusiones... Y bendita, Juliana, la nodriza.... Pensó en Polín. Su conducta había sido desde luego incalificable. Engañarla. .. Decir que se iba en viaje... de negocios, y enterarse ella luego de que... Pero en fin. Su orgullo no la permitía dedicar un solo pensamiento más a aquella otra mujer. Su orgullo. Su maldito orgullo. Sus celos... Polín en cambio, nunca había sido celoso. ¿Y ella ? “¿Por qué has mirado a B?, ¿por qué hablaste tanto rato con C? ¿Por qué, por qué, por qué?”... Sir Cedrick diría ahora con razón, que eran esos demasiados “por qués”. ¿Acaso no hubiese sido mejor dejarle en libertad completa? ¿No preguntarle nada ? Un día, el de su gran discusión, la definitiva, la última, cuando ella alegó ante Polín que había intentado siempre ser “una esposa perfecta”, le había oído exclamar por lo bajo. “Sí, querida demasiado perfecta. Nunca he logrado que me dejases solo ni una tarde. A veces un hombre necesita eso nada más. Que le dejen solo. Libre para hacer lo que se le antoje. Sin necesidad de dar explicaciones enojosas, responder preguntas....” Luego al ver su actitud alterada, había añadido ya en voz más alta, Polín: “No irás a hacer ahora una escena, ¿verdad? Sería sencillamente odioso. . . .” En aquellos momentos Silvina no comprendió la frase demasiado bien. Ahora, pasados unos años, reaparecía como escrita con letras fosforescentes, en el manto obscuro del cielo, en la negra superficie del mar. Repasándola aún, creyó oportuno murmurar como si la tregua de silencio ni siquiera hubiese tenido lugar, y el mundo se hubiese detenido diez minutos atrás, —¿Y cómo reaccionó la niña de su historia? ¿La chiquita que tenía tan curiosa opinión de la viudez ? —No sé. No he vuelto a verla, Su pongo que debió indignarse contra mí. Lo mismo que usted ahora... —Puede quedar tranquilo en lo que a mí respecta Sir Cedrick. He recapacitado... Y creo que voy a pedirle un consejo. Voy a emprender lo que usted, en una novela, titularía: “la reconquista del marido”, —Mi querida amiga, yo no escribo esa horrible clase de novelas. No podría ima ginarme a una de mis protagonistas en tal trance. Las creo demasiado inteligentes. .. Usted es una persona real, y su marido un hombre de carne y hueso. Tal vez un poco frívolo, y despreocupado, pero buen chiCO... Y estoy seguro de que profundamente enamorado de usted. —Y bien, ¿cómo empezamos ? —Por el principio, que suele ser el camino mejor. Quédese aquí esta vez. Cambie de táctica. Vuelva a empezar. Acérquese a él. Baile con él. Flirtee con él. Despierte a la realidad. Contemple a su alrededor el espectáculo de otras mujeres absorbentes y verá como comienza a hallarlas ridículas. . —Pero es que yo. ... : —No acaba aquí la cosa. Por Dios, no crea que intento “pervertirla.” La he visto siempre . . . demasiado seria y alejada. Anímese. Sonría también a los demás muchachos que la rodean. Baile con ellos, Flirtee con ellos. El hombre de hoy, necesita saber envidiado lo que es suyo. Es estúpido, pero qué quiere. .. . Estoy de antemano convencido de la general estupidez de nuestra pobre humanidad. Verá como a los pocos días de llevar ese juego descubre que hay otros hombres en el mundo,