Cinelandia (July 1947)

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En el jardín de su casa, Walter Pidgeon se divierte en compañía de su esposa Betty Y sus perros “Punch” y “Blackie”, sus más grandes amores. El matrimonio tiene además una hija. (Foto M-G-M). AR DELA VIDA ES UN ARTE. dice WALTER PIDGEON a nuestro redactor Una entrevista exclusiva de JUAN MIGUEL RODRIGUEZ Conocí a Walter Pidgeon en México hace algunos años, durante. una de las simpáticas invasiones de la Buena Vecidad organizadas de vez en cuando al Centro y Sur del Hemisferio Occidental por los principales estudios y estrellas cinematográficas de Hollywood. Tuve la suerte de intimar con él en el curso de una entrevista que duró... un día entero. No se trató en realidad de una entrevista formal sino de un largo paseo por Cuernavaca y otras ciudades cercanas, durante el cual me dediqué a recoger impresiones del famoso artista en contacto con la realidad popular de Mé.xico, y una serie de fotografías en que aparecía comiendo enormes sandías, retratándose en las bancas de los fotógra 16 fos ambulantes, o admirando los frescos de Diego Rivera en el Palacio de Cortés. Resultó, sin vanagloria, un buen reportaje. y, cosa más importante, una amistad duradera. En efecto, cuando al. gunos meses más tarde los azares de la carrera periodística me llevaron a la meca de mis ambiciones, Hollywood, fuí a ver a Walter Pidgeon y reanudamos la amistad de que hablaba como si nos hubiésemos visto la víspera. No quiero exagerar nada. En realidad Walter no recordó mi nombre. Y cuando me vió y se acercó a mí con simpática espontaneidad me saludó con un “Hello Joe” que no dejó de destantearme un poco, hasta que algún tiempo después llegué a darme cuenta de que si bien Walter Pidgeon nunca olvida un rostro, nunca se acuerda de un nombre —a no ser el suyo propio, el de su esposa y el de su hija; para él todos los hombres son “Joe” y todas las mujeres “Darling,” “Querida.” Un día, después de haberlo visto cinco O seis veces, para comer o ver una película o platicar de sus actividades de jardinero de las cuales se muestra justificadamente orgulloso, le 'anuncié que tenía el encargo de hacerle una entrevista en toda forma para la revista Cinelandia. Se puso inmediatamente a mi dis posición. —Dispare —me dijo. —¿Qué papel entre los que ha desempeñado para la pantalla le ha gus