Cinema (Peru, 1908-1909) (October 1908)

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18 condesa Menaldi. Esta vieja amiga mía, que soñió siempre en la apacible vida de las castellanas, acababa de comprar, en el fondo de un pequeño valle de la Bretatla, en me, dio de los bosques, una antigua abadía cuyas ruinas de sombrío granito reflejábanse melancólicamente en las aguas dormidas y orises de un estanque. En su impaciencia por representar el papel de castellana, la condesa pensó que para ello bastaría atraer á su posesión una mnltitud brillante y tumultuosa de cazadores y otra amable y bella de cazadoras. Y apenas lleváronse á término las más indispensables reparaciones de que había menester la abadía, se nos llamó á toda prisa. Debí á mi rostro, que no es del todo feo á la fortuna que me legaron mis padres,que no es módica, y en fin, á mis veintitrés años, que hacen de mi una mujer del todo independiente, el honor de figurar en la primera hornada de invitados. ¡ Acepté la invitación y al pronto no tuve porqué arrepentirme de ello. La fachada de la romántica posesión, apareció ante mis ojos, imponente, en todo su yiejo explendor. La calma del valle, el el sueño jamás interrumpido de sus aguas, e: silencio de los bosques profundos me encantaron. En los refectorios, en la sala del capítulo de los buenos monjes, rápidamente transfarmados en billares, biblioteca y smokings rooms y salones extramodernos,no quise sino ver y admirar la grave amplitud de esas habitaciones. Mi alcoba, estrecha y larga, parecida a todas las innumerables alcobas de la abadía, abríase, por una puerta única, sobre el interminable corredor. Era una simple célula de muros desnudos, provionalmente amueblada de pich pine, banal y frívolo. Pero no por eso dejó de gustar— me mi instalación, primero porque el lugar me encantaba y después. porque había entrevisto á Walter Deeps, cuyos bigotes rubios, rostro tostado y varonil y resuelto potte me seducían y embriagaban. Sabía muy poco acerca de este Walter Deeps; pero esa poca cosa seducía mi imasinación. De nacionalidad vaga, sin fortuna,se había embarcado muy jóven con runbo á las Américas, y en tres años, entregado á la ruda labor de los corredores de las praderas, convertido en admirable ginete y terrible cazador, había adquirido el peculio suficiente para comprar tierras y Criar ganado por su propia cuenta. Vendió la explotación en pleno beneficio, y con la enorme fortuna que esto le produjo, regresó á Europa, dispuesto á arriesgar sus capitales en combinaciones audaces de Bolsa. Gozaba reputación de millonario, y no solo por esto, sino por su talante decidido, su belleza varonil y sus treinta años, el mundo elegante habíale dispensado favorable acogi día. CINEMA da. Su renombre de raqueta de primer or den, sus hazañas como chauffeunr, su des-: treza incomparable en el fusil y la pistola, le dieron lugar preferido entre los hombres más espirituales de la sociedad. Habiendo entrado á los palacios por las salas de boxe y de esgrima, permanecía ahora en los salones, merced al pocker y el bridge. He ahí, por lo menos, lo que decía de él la maledicencia. ¡ COMO ME FUÉ PINTADO EL <BELLO INTRUSO> Tenía mejor idea de aquél que la baronesa de Verval llamaba el «Bello intruso» que todas las personas que me rodeaban. Lo juzeaba mejor, no solo por espíritu de contradicción, sino porque la mayor parte de lo malo que de él se decía llegaba hasta mis oídos proveniente de los labios de hombres que solo se acercaban á mi persona,en busca de mi dote; y en fin, — y me ruborizo al hacer esta confesión—porque Walter Deeps había logrado impresionarme desde el primer día en que mis ojos le vieron. El «Hermoso intruso» me atestiguaba una deferencia corfecta, pero fría; no me hablaba jamás, é ignoraba yo todo aquello que podía referirse á su carácter íntimo y á sus sentimientos. Por más humillantes que me sea decirlo, lo cierto es que solo la parte física de Walter Deeps me había impresionado. Su presencia contribuyó, desde la llegada, á hacerme agradable mi estadía en el castillo: esperaba encontrar alguna ocasión que me permitiera eonocer mejor el alma misteriosa del hermoso aventurero. Pero esta esperanza, irrealizable desde el primer momento, se convirtió después y á medida que el tiempo trascurría, en fuente de contrariedades y decepciones para mí. Mi héroe cazaba toda la mañana y todo el medioRegresaba de noche, disponiendo solo del tiempo estrictamente necesario para vestirse el frac, y descender al salón con el último toque de la campana anunciando la comida. No me ofrecía el brazo para pasar al comedor; y en la mesa estábamos muy lejos el uno del otro. Estos menudos impedimentos excitaban mi curiosidad,avivando mi deseo de conversar con él. No hacía culpable á.Walter de este alejamiento, y tampoco creía á la baronesa de Vierval cuando me afirmaba que la indiferencia del «hermoso 1nbtruso» era simple y estudiada afectación, y que él apercibíase pertectamente de la simpatía que en mí había despertado su persona. Pero, comprenderás, amiga mía, que estos pequeños chismes no dejaban, sin embargo, de herir fuertemente mi imaginación. (Continuará.)