Cinema (Peru, 1908-1909) (October 1908)

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lIborotóse el cotarro ante las palabras audaces del senor Luna. La fuerte y sonora adjetiva“ción del senador por el Cuzco provocara en todo los honorables oreánismos de la cámara vieja la emoción incontenible ¿delas grandes ocasiones. .¿Y. cuando, bajo el techo florido y ancestral de la sala, resonara aquél ardiente vocablo de la librea, estalló, como estallan zen la historia los supremos gritos de Roncesvalles y Waterloo, aquél otro gran grito, anónimo, pero firme y severo: —(Que lo saquen! (Que se vaya! Verdad es que nadie arrojó á don Teófilo y verdad es, también, que él no creyó oportuno 1r por sus propios pies a sepultarse en la sombra proplcia de los pasillos y oficinas de la cámara; pero allí está, clasica y terrible, la heroica exclamación: — (Que lo saquen! (Que se vaya! Vilipendiado, pero no proscrito, el verbo de don Teófilo volvía á resonar también, al día siguiente, en las co_lumnas de los diarios. De entre los negros renglones, saltantes sobre la blancura del papel, emergían los áureos galones de la librea lacayuna. Y la frase, ingenua como el espanto de una niña cuyos ojos miraran inesperadamente una escena impudorosa, la frase, repito, del señor Carmona: —Pero ¿qué es eso? Una librea y un lacayo, nada más ni nada menos, mi señor don Carmona. Y yá sabe usted cuán poca cosa es éso, eso que hasta hace poco no sabía, encastillada su alma en el albo pudor de las "doncellast......... Y desenvolvíase, al mismo tiempo, hiriente como un trallazo, aquella verdad de un otro senador, quintaesenciada en esta amarga y profunda afirmación: — Liste señor nos dice desvergtienzas lodos LOs días. 2 Y, en efecto, parece que las dice; y parece, en efecto que las seguirá diciendo. Pero ahora, vamos á cuentas. ¿Porqué esa indignación? ¿Qué dijo el senor Luña, bastante a levantar esa Ola de protesta incontenible? ¿Qué hay, en el desarrollo de su discurso, que alcance á justificar esa especie de linchamiento moral de que se quiso hacerle víctima? No existe otra cosa que uña librea, no existe nada más que un lacayo, á quien su mismo señor hiciera retirar, oportuna y discretamente, por el foro. Una simple librea y un vago lacayo. Un hombre, en suma. Un hombre vestido. Y bien vestido. Uno de* esos hombres que poseen el secreto de las flexibilidades dorsales, y que son como el espejo de la grandeza y poderío de sas amos. Un hombre, después. de todo, acerca del cual podría exclamar cualquiera, como el héroe inolvidable de una novela de Queiroz: —Oh! tú, criatura improvisada por Dios, obra mala de mala arcilla, mí semejante y mi hermano! + A Se viene á averiguar, después de los años mil, que las incorrecciones en los registros electorales dependen, en su parte mayor, de la indiferencia y apatía de los ciudadanos, que ni se inscr1ben ni se les dá un ardite de todo ese maremáenum eleccionario en que nos metiera la república. Por supuesto, quienes tán magno descubrimiento han hecho son gentes ingenuas y de corazón bondadosísimo, colones tras nochados que al caer en las Américas se imaginan que sus ojos son los ojos primeros en admirar las rientes maravillas que el genovés, atónito y rendido, admirara hace algo más de cua