Cinema (Peru, 1908-1909) (October 1908)

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CINEMA — abuelo fué sensual y tuvo muchas mujeres, el nieto pierde la razón, acciona como un poseído, y resuelve levantarse la tapa de los sesos para que se haea efectivo el conato de adulterio de su mujer. ¡Ah, no! Como dice muy bien, con frase cómica y feliz, la dama característica en el 4% acto, cuando Darío gesticula, senalando el retrato de su antepasado: —¿ Y qué tiene que ver tú abuelo con todo esto ? Hay un momento en que la enfermedad de Darío parece ser la satiriasis, y ésa, me ha confesado el autor que fué su idea: pero tal suposición desaparece, toda vez que el enfermo se contiene sin consumar un acto y reflexiona, lo cual es imposible en un satiriaco. Los caracteres de los personajes, salvo el de la madre, vulgar y sin saliente, no son reales, porque carecen de unidad y no se sostienen. Darío, en los dos primeros actos, es un hombre grosero, brutalmente sensual; nos confieSaque no ame a. so mujer a la cual considera como una hermosa bestia. Luego en el tercero, al sorprender á su esposa y á su amigo besándose, tiene un estallido de celos que pudieran justifi” carse si fueran cerebrales ó dictados por el amor propio, pero que no se justifican, porque los celos cerebrales no perdonan; castigan, matan; y Darío, lejos de castigar, se abandona á una declamación lírica, apasionada y llorosa, del más vehemente romanticismo. En el último acto es un personaje odioso y absurdo, indigno de toda representación artística. La esposa de Darío pudiera ser una mártir, un bello tipo de mujer, víctima de su matrimonio con un canalla, y su actitud en el tercer acto, acusándose valientemente culpable de un delito no cometido, sería un no: ble erito de rebelión contra la tiranía de un marido que merece ser engañado; pero no es así, porque esa mujer, que provoca la declaración del amante, que consiente en permanecer con él en la obscuridad y acaba echándole los brazos al cuello, resulta una de tantas coquetas que ván por el mundo destruyendo la tranquilidad del infeliz que se detiene á requebrarlas. El amigo de Darío, el presunto amante, es el personaje más simpático del drama, como que esel que piensa y habla por el autor, pero tampoco se sostiene. Después de haber interesado al público con su actitud noble; con su amor resignado, que sólo se declara víctima de las com plicidades de la ocasión y de las seducciones de la mujer, huye á la presencia del marido, abandonando á la culpable, á su cómplice, á quien debería defender y apoyar, como enamorado y como caballero, y. escribe. .una carta quilométrica y echegarayesca, apasionada y poética al principio, pero despiadada, infame y cruel en sus últimos parrafos. Hay, además, un doctor alemán, con comicidad de buena cepa, pero á veces perjudicial á la importancia de las situaciones, y dos Ó tres criadas entrometidas y parlanch1nas del peor gusto. La técnica y el mecanismo tampoco salen muy bien parados. El cuarto acto es desastroso, como no podía ser de otra manera, dadas las dificultades que tenía, solucionar una serie de conflictos tan mal concebidos y tan amontonados. La llamada al doctor alemán provoca á risa en el momento más serio de la obra, y son de una triste rid1culez la escena vacía durante cinco minutos, los sollozos de las criadas, y el último luear, común: «Esta es la vida lumana» que pone remate al drama, como uña púubalada trapera. La escena del tercer acto, entre marido y mujer, se alarea demasiado, por la manía declamatoria de los personajes, que con harta frecuencia aparece en la obra. A los cinco minutos el público se entera de que no va á pasar, como efectivamente no pasa, absolutamente nada que pueda conmoverle. ES Y ahora el lector malicioso preguntará ¿dónde está la promesa del autor? Pues ya se verá. La exposición está bastante bien hecha, y el segundo acto con diálogo fácil y ágil, con situacio nes interesantísimas y muy bien traí das, es tán completo, tá n artístico, tán bien cortado, que se diría de su autor no un escritor novel, sino un literato . . . . F envejecido en el arte dramático. Aún