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o evidente.
Aquítodos son muy enérgicOs y muy concliliadores. Pero la amnistía no parece. Todas las mafianas, á la hora del coctail, la misma efimera y deslucida novedad pasa zumbando por las cantinas de las calles centrales.
—Hsta: tarde... dice cuúualquiéra en -úno de los grupos.
Omer La amnistía. ¿Cosa resuelta... Vá alsenado ..0O vá á diputados.. Lo positivo es que vá.
Y es singular. Antes de llegar al medio día, aquella cuotidiana y socarrona novelería matinal se desvanece. Quedan todos plenamente convencidos de que la tarde parlamentaria se vendrá por sus pasos contados, amodorrada y vulgar y tan frívola y descolorida como las tardes «anteriores. Pero hay aleo más singular todavía. A la mañana siguiente, la nueva aquella, mandada recoger por el desengaño de la víspera, torna á desentumecerse, se sacude, se retoca, se viste de color de rosa y reaparece por los corrillos del centro, entre las esperanzas y la curiosidad del vecindario.
—Esta tarde....Es cosa resuelta que esta tarde vá la amunistía...., se vuelve á decir por todas partes y como la cosa más natural del mundo, á la hora del coctail.
Días pasados, aquel vano rumor circulaba con tan alucinadora insistencia que nos envolvió en sus ondas traicioneras. Caímos inocentemente eu la red política, alevosa y maligna, que echan á diario de palacio ó de sus alrededores y que á diario, también, recoge tontos ó los hace. Fuimos, pues, de la cosecha, y mansamente atraídos por el senuelo tentador nos encaminamos al senado.
—Oné hay? os preguntó al vernos un antiguo empleado. Y nos lo preguntó antes de saludarnos, de golpe, azorado y con los ojos abiertos, muy abiertos.
—Ustéd dirá.
mot... Ustedes:.., Por que. esta tacde hay aquí tormenta! No me cabe la menor duda! Van yá dos señales infalibles...
—¿Qué señales?
—Dos. La primera que Ganoza se ha enfermado y le ha dejado la presidencia al pobre Ruiz. Y la segunda qne han venido ustedes por aquí....aves de mal agiiero.
Y no hubo tormenta. No pasó siquiera un
mísero cefirillo por la sala mortecina del Senado de la República. Corrió la tarde sin interés y sin amunistía.
Esta intermitencia, regular y monótona, conque funciona la credulidad pública debe tener su causa. El candor.no será, porque ya tarda mucho en desengañarse. No, 1no es el candor. No es que las gentes olviden que se les mintió la víspera y la ante
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catástrofe para el señor Leguía.
víspera. Es que, por el hecho mismo de habérseles mentido tántas veces, no conciben que se les pueda mentir una vez más. Tratándose de la amnistía la fe de la opinión es una fe á prueba de quebrantos y descalabros. Y es por eso. Porque la lentitud con que marcha el gobierno en vez de fatigar estimula. Precisamente el hecho de
ser tantas las demoras que entraban hasta
hoy aquella ley asendereada, hace entender á todos que es menester que esas demoras
terminen ó que sobrevenga la catástrofe.
No la catástrofe para_ las. oposiciones. La Se dirá que no, quee -señor Leguía puede seguir gobernando sin la amnistía y con otros ministros. Evidentemente. Solo que habrá de
notarse una leve diferencia. Los nuevos mi
nistros yá no serán consejeros. Serán amos.
Acaso en Palacio no lo crean así todavía. Es posible que el nuevo gobierno, engañado por los falsos mirajes de la humana vanidad se forje ilusiones peligrosas acerca de sus propios merecimientos. Y alucinado con la calma boba en la cual vamos viviendo, crea que esa calma es obra suya y esté sinceramente convencido de que aquella fórmula de quedarse fuera de Juego es la última palabra de la sabiduría política. Pensará, talvez, ya que el amor propio oscurece la vista de los hombres, que su astucia es su escudo y que, protegido por ella, vá sorteando los escollos y burlando el temporal con extraordinaria maestría.
Se equivoca. Pocas veces, es verdad, ha: habido en el Perú, un gabinete más fuerte. Precisamente, porque Su fortaleza no le: viene de los partidos. Lje viene de la. gran masa neutra y desinteresada de la opinión. No cabe duda de que en mucho tiempo no podrá un hombre público apetecer situación más envidiable que la del señor Romero sí responde á la espectativa nacional, sincera y solemne, que ha acertado á despertar. Pero no nos alucinemos. No la habrá tampoco más infeliz y deslucida, si alaudar de los días—de los días, decimos,quede los me> sesno podría ser—viniera el desengaño á marcar el término de aquella espectativa.
—¡Este gabinete!—nos decía un político escéptico. . Bonito papel ¡A mí, com sér viejo, me dá envidia! ¡Se podría pagar una fortuna por ser ministro en este caso! ¡Esto e qué lástima! |
—¿De no tener la fortuna?
—No. De que no resultes.
—¿Le Do 4 usted? *
-—Psch.... Yo lo dije desde que ví los re* tratos de los nuevos ministros......Buena
elección, buena.. ¿Solo que estos ministros, no hay más que verlos, están pidiendo á gritos una cosz2.... Y hoy mismo la piden todavía.
—Y ¿qué piden? —Piden emulsión de Scott, amigos míos..
Gil GUERRA.