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¡Cicerón, en amable compáñía oratoriá con el señor Capelo, su émulo y rival! ¡Cicerón llamado al orden, quien sabe, por la inconsulta campanilla del presidente de la cámara!
Crónicas ligeras
dereada cuestión, de la amnistía cuando, para robustecerla y hermosearla á los ojos del gobierno, se invoca la noble pero yá desvencijada autoridad del más erande de los romanos oradores. ¡Cicerón metidoen estas viles cuestiones de nuestra política mal andante! Cicerón combatiendo, pongo por caso, al señor Echecopar, á quien hago —y con razón que me sobra—— enemigo mortal de la amnistía. ¡Cicerón, en amable compañía oratoria con el señor Capelo, su émulo y rival! ¡Cicerón llamado al orden, quien sabe, por la inconsulta campanilla del presidente de la cámara; Cicerón contradicho por Ward ó envuelto en las espesas redes dialécticas de al_gíúm chuncho de los bosques, convertido por obra y gracia de Pepe, en padre de la patria!
Yo no creo que el autor del Discurso
de la Corona tenga aleo que hacer con . Ze . . e -0S amigos ó enemigos de la amnistía;
ES O avanzo hasta asegurar queá Cicerón
se le importa un bledo del ex-1mperio de los Incas y” que nunca, probablemente, oyó hablar de él ni malició Ó supuso su existencia. Yo creo, repito, que con Cicerón se está cometiendo un abuso; y protesto en su nombre. Me cabe, por lo menos, al hacerlo, tanto derecho como al señor Rosell al invocarlo, Dios sabe con qué fines y obedeciendo á qué órdenes siniestras......
No creo, por otra parte, que el señor Leguía ha de inspirarse, para conceder la amnistía, en los consejos de Cicerón, que llevan hasta el jefe de la república á través del espacio y de los sigllos., sacramentados por la historia, pero con franco olor de sepultura. En el Perú no estamos ni gobernamos para seguir los consejos de nadie y mucho menos los de un vago hablador del tiempo de los Césares. Aquí todo lo hacemos por nosotros mismos, no sólo porque para hacerlo contamos con las fuerzas suficientes, sino porque hemos llegado á descubrir que la expe