Cinema (Peru, 1908-1909) (October 1908)

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Liars oszelas de “Cipnerga” La Cámara misteriosa Por Carlos Foley. ( CONTINUACIÓN. ) De á los compañeros de hospedaje de la baronesa, en discreta y agradable charla y sentíndome ante el piano, abrí una partitura, en cuyas páginas mis ojos leían el siniestro ley motiv de mi vida, la frase anónima y brutal: —Es una de esas orgullosas, á las que solo puede dominarse por la fuerza y por la astucia. Estas palabras me molestaba y me herían; y en lo íntimo de mi corazón me decía y me aseguraba que Walter Deeps no las había pronunciado. Pero sin embargo, me quedaba una duda. —Mi querida pequeña, murmuró, en ese momento, una voz á mi oído: vos solamente podéis librarme de un compromiso. Súbitamente arrancada á' mis refllexiones, volví la cabeza. La condesa Menaldi habíase sentado junto á mi. A media voz, explicóme que mi cámara, la mejor arregla du, después de la del prior, era la única que podía satisfacer las exigencias de la baronesa. 0 confieso, me dijo, que todas las demás habitaciones están ocupadas. Las que no lo están, carecen de muebles y han guardado su aspecto de celdas. Por otra parte, sé que vos sois valerosa y que no os intimidaréis como la señora de Vierval. Y yo os deberé mi prestigio de dueña de casa. Guardadme.el secreto... 4. Juzgué esta reserva como una vanidad pueril; pero me apiadé de la condesa y consentí en el cambio. Levantéme de mi asiento para proceder en elacto á la pequeña mudanza que era necesaria. Al levantarme ví pasar furtivamonte una sombra sobre las páginas de la partitura abierta. Volteamos la cabeza. Un hombre, que había estado sin duda aleuna detrás de nosotros, escuchándonos, se alejaba de prisa. Creí reconocer,en las anchas espaldas del que huía, á Walter Deeps. ¿Con qué objeto, si mis sospechas eran fundadas, había espiado nuestra conversación? EN LA CÁMARA DEL PRIOR. Concluída la cena, me dirigí á mi nueva habitación, en la que yá la baronesa había hecho trasladar mis muebles y mis ropas. Al atravesar los largos y altos corredores de la abadía, no pude dejar de pensar en que realmente el sitio era propicio á los más tristes pensamientos. El viento mugía con rabia, yla. lluyia. no cesaba: de caer. Tenía que proteger con mi mano la bugía que me alumbraba; y al entrar en mi habitación, para impedir que se extinguiera violentamente, tuve que abandonar á si misma la puerta,que impulsada por el aire golpeó tán fuerte contra el quicio, que sentí que algo cata con fuerza á tierra. Creí que era .un pedazo de yeso desprendido» del marco; pero ví después que lo que había caído era el cerrojo de la puerta, carcomido por el orín y mal sujeto por la madera apolillada. — Felizmente, me dije, el cortinaje. cubre esta abertura. Lo que no impide que mi habitación quede á merced de la curiosidad de quien quisiera levantar la cortina y espiarme. Esta idea me causó una impresión desaeradable. Comprendí, entonces, la inquietud de la baronesa. Levanté del suelo el cerrojo caído, pero no encontré ni un solo tornillo, lo que era tánto más extraño cuanto que en la madera se veían las huellas de los que habían sujetado la cerradura al marco de la puerta. Era imposible pensar que los tornillos hubiesen caído fuera del corredor.