Cine-mundial (1916)

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Vista parcial de “Las Tres Ranas” (Curtis). PL tratar de describir esta serie docente, no encontramos palabras capaces de expresar la majestad y belleza de las vistas. Han sido para nosotros una verdadera revelación. Nada hemos visto que se le aproxime en perfección fotográfica cuando el arte se ha aplicado a asuntos de esta índole. Y la maravillosa hermosura escénica del tema se presta admirablemente para desplegar inimitable tecnicismo. El autor de la película, Edward S. Curtis, goza ya de bien cimentada fama en el mundo cinematográfico. Sus producciones relacionadas con la vida, costumbres y leyendas de los indios y otros aborigenes le han valido muchos sostenedores entre los amantes del nuevo arteindustria. En las vistas de que nos ocupamos, el autor ha concentrado su sorprendente habilidad sobre una de las regiones más pintorescas del globo. Ha conseguido trasplantar al lienzo los eternos encantos del Parque Yellowstone y el Valle de Yosemite. De este modo ha hecho viable que el mundo entero pueda extasiarse ante uno de los erandes milagros de la naturaleza. Suplicamos al lector que olvide cuantos esfuerzos se han realizado hasta la fecha por retratar estos asombrosos parajes. No hay comparación posible. Para formarse una idea exacta de lo que esta película representa, bastará decir que la gloria escénica que es orgullo del continente norteamericano no pierde en el lienzo ninguna de sus atracciones. Es más, no incurriríamos en error si afirmásemos que se han realzado los encantos del conjunto. Con tanto acierto ha efectuado el Sr. Curtis sus selecciones y tal es la habilidad que revela toda la obra, que podemos observar las escenas más portentosas y kfascinadoras en una escala ascendente que mantiene absortos a los espectadores. El Sr. Curtis es un maestro en la combinación de la luz con las sombras. Tiene a la fuerza que estar dotado de aquellos atributos que la Providencia pone en los ojos de los grandes pintores y poetas. No sólo se percata de lo bello, sino que sabe impartir sus concepciones al: espectador. Los dos mil pies de película se exhibieron ante un público selecto, que asistió a la representación dispuesto a censurar si las circunstancias lo exigían, pero pronto se extendió por la sala ese silencio profundo que nace de la admiración sincera. De vez en cuando se oían exclamaciones entrecortadas producidas por el asombro o placer. ¿Cómo relatar las maravillas que vimos? Los bosques inmortales formados por árboles de una frondosidad pasmosa; los empinados riscos e inmensos cañones; las escenas de sin par belleza tomadas en la misteriosa soledad de la floresta; las escarpadas rocas y abruptos precipicios que excitaron la fantasía de indios y exploradores en épocas remotas, y aue la levenda ha pernetuado con nombres tan pintorescos como “El Capitán” (así, Marzo, 1916 E Cinematografía Instructiva A través del Parque Yellowstone y Valle de Yosemite Por GERARDO IGLESIAS en castellano), “Las Tres Ranas,” etc.; las inolvidables puestas de sol; los negros nubarrones que se desbordan sobre el espacio y cubren los picachos de las montañas cuando los elementos se alborotan; y los innúmeros animales, muchos de ellos pertenecientes a especies raras, que habitan en las selvas bajo la protección del gobierno. (Observamos después diversas cataratas, cascadas que nos recuerdan cuentos de hadas, inmensas fuentes naturales que lanzan al cielo grandes chorros de agua y cráteres profundos de extraña formación volcánica. La pericia desplegada en llevar al telón las escenas actuáticas constituye un verdadero milagro fotográfico. Si nos fijamos en la infinidad de chorros cristalinos que emanan de las distintas fuentes naturales, en los cráteres de donde brota una substancia volcánica que nos trae a la memoria la “gente fangosi” inmortalizada por el Dante, en las manadas de pelícanos, muchos de ellos polluelos todavía, que se alejan de la cámara con su alarmante tic-tic dando señales de desconfianza y timidez casi infantil; en los rebaños de búfalos, con los terneros en los flancos, vadeando un río o paciendo en las faldas de un monte; si nos fijamos, repetimos, en el volumen de vapor que en columnas convulsivas despiden las entrañas de la tierra, observamos siempre el mismo arte, la misma habilidad, la misma inspiración, que hacen palidecer cuanta obra análoga se ha llevado al lienzo en el pasado. Vistas de arrebatadores encantos se suceden una tras otras sin interrupción, y cada escena llega al pináculo del arte. ¿Quién puede pintar el vuelo de los pájaros? Imagínese el lector millares de pajarillos de hermoso plumaje revoloteando en el espacio, o atravesando en raudas bandadas por las nubes bajo los rayos multicolores que lanza el sol al iniciarse el crepúsculo vespertino. Imagínese el lector todo esto y sólo logrará formarse una idea muy vaga de la asombrosa grandeza del original. Este vuelo de pájaros a la caída de la tarde es una de las vistas más sublimes que hemos tenido ocasión de presenciar. Existe cierto lugar en el Valle de Yosemite que el vulgo conoce por “Punto de Inspiración.” Está bien llamado. Una mente tan sensitiva a las manifestaciones de lo bello como la del autor de esta obra tiene que haberse extasiado ante aquel singular paraje. Allí de seguro que se sintió espoleado a realizar los mayores esfuerzos de su arte. Yendo Verdi de paseo acertó a cruzar por una antigua herrería y, al. soplo de aquel genio inmortal, los golpes de martillo. se convirtieron en una de las melodías más populares que se” conocen. Los ruidos especiales que produce el viento al azotar los torrenciales “fjords” de Suecia inspiraron a Wagner, que tradujo en música el lenguaje de las tempes Peñasco que los indios llamaban “El Capitán” (Curtis). PÁGINA 104