Cine-mundial (1916)

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AED Figuras de la Nueva Escena Una entrevista con Clara Kimball Young—La favorita del público norteamericano se expresa con entusiasmo de Capellani, el gran director francés—Tiene grandes simpatías hacia la América Latina—Actriz y “magnate industrial,” todo en una pieza. E cierto tiempo a esta parte se ha puesto de moda en lo círculos cinematográficos hablar de los ojos de Clara Kimball Young. La gente del oficio pasa por alto sus dotes artísticas, su indiscutible talento, la elasticidad intelectual que revela en el desempeño de tantos y tan diversos papeles. Sus ojos, que ejercen una influencia casi mesmérica sobre el público, representan el punto de su personalidad hacia donde convergen todos los comentarios. Los entendidos, al analizar su 7 labor y compararla con la de otras estrellas, no se fijan en otra cosa. El que por primera vez se encuentra frente a frente con esta célebre actriz experimenta una sensación difícil de describir. Por supuesto, todo amante del “cine” sabe que se trata de una mujer bella—de rostro angelical, amplia y sedosa cabellera castaña, y cuerpo cuyas clásicas curvas hubieran entusiasmado a los maestros escultores de la Grecia antigua. También se tiene una idea vaga de un par de ojos grandes y muy negros, capaces de reproducir en la pantalla toda la gama de la emoción humana. Pero por muy preparado que se venga no hay modo alguno de resistir la mirada directa de esos ojazos que parecen ver hasta lo más recóndito del alma. Se siente uno cortado, se olvidan los discursos y frases estudiadas para romper el hielo, y se concluye balbuceando unas cuantas incoherencias que la actriz mimada, con ese tacto que la distingue, da señales de entender perfectamente. Es indiscutible que Miss Young conoce el efecto que produce y trata por todos los medios de neutralizarlo. Su voz baja, sonora y en extremo melodiosa tiende a calmar los nervios del visitante, y, a fin de impedir que vuelva a desconcertarse, dirige en otra dirección esas miradas que turban y fascinan. Una vez iniciada la conversación con Miss Young, las sorpresas se suceden con rapidez. En el mundo cinematográfico se distingue entre las pocas artistas de gran belleza que poseen a la vez inteligencia activa y verdaderos instintos comerciales. Todos los peritos en el ramo reconocen sus extraordinarias facultades como actriz emocionante, pero son muy pocos los que han podido juzgarla bajo el punto de vista de los grandes negocios. Lewis J. Selznick, fundador y presidente de la Clara Kimball Young Film Corporation, se percató en seguida de estas aptitudes singulares y no vaciló en asociarse con la célebre “estrella,” nombrándola vice-presidente de la compañía. Miss Young se ha propuesto llevar al “lienzo” obras maestras exclusivamente. Las dudas que pudieran abrigarse en este sentido quedan disipadas tan proto la actriz comienza a explicar sus planes. “Jamás volveré a tomar parte en películas mediocres,” dijo la resuelta artista al redactor de CINE-MUNDIAL. “Las novelas y dramas que me propongo adaptar al cinematógrafo serán escogidos entre los éxitos internacionales.” rro, 1916 O “Clara Kimball Young. “Para formarse una idea de la clase de obras que pienso . representar basta fijarse en la primera—“El Amor ante la Ley.” Este argumento está tomado de la novela de Robert W. Chambers y tiene a la fuerza que despertar interés en la América Latina, España y los Estados Unidos. Todas nuestras producciones se mantendrán a la misma altura.” Miss Young tiene fe ciega en las adaptaciones de novelas. “La película perfecta, más que una obra dramática, debe ser una narración gráfica,” dijo sin titubear. “A esto obedece que las mejores cintas cinematográficas sean aquellas que se basan en grandes novelas.” Al explicar los planes de la compañía que acaba de formar, Miss Young habló con entusiasmo de Alberto Capellani, el renombrado director francés que adaptó “Los Miserables” y otras obras maestras, a cuyo cargo estarán todas las produciones en que aparezca la primera actriz. “Los públicos de España, Portugal y la América Latina conocen aun mejor que nosotros el trabajo de Capellani,” continuó Miss Young. “Por espacio de doce años dirigió en París las mejores cintas de Pathé. Todas sus producciones se han exhibido en los países latinos, mientras que en los Estados Unidos sólo conocemos su labor en Los Miserables” y Camille” (esta última representa mi obra maestra). Es un artista de robusta mentalidad y sorprendentes dotes, y me honro con tenerlo como director-jefe.” ; Miss Young revela gran interés en todos los proyectos tendentes a estrechar relaciones cinematográficas con la América Latina, tema cuyas diversos aspectos no se cansa de discutir. 3 “Me han dicho que mi tipo es precisamente el que más gusta a los latino-americanos,” dijo sonriendo, “y no sabe CINEMUNDIAL lo mucho que me alegro de esto. Mr. Selznick ha decidido exportar en gran escala y espero que mis producciones tengan pronto favorable acogida en aquellas naciones. Haré cuanto sea posible porque mi labor agrade a los públicos latinos.” , Miss Young se levantó, alargó la mano sonriendo siempre, y terminó la entrevista. Al alejarnos, no pudimos menos que volver la cabeza para ver lo que hacía sentada ante aquel escritorio inmenso, lleno de papeles y libros, que más bien simbolizaba la intensidad mercantil de Norte-América que el avance de un nuevo arte. Se nos antojaba una anomalía semejante situación, que echaba por tierra las más preciadas tradiciones artísticas. Llegamos a la puerta y miramos. La actriz, que de seguro ya se había olvidado hasta de que existíamos, entablaba fogoso diálogo con un señor de gafas y aspecto modesto y enfermizo, pero cuya fama y el éxito de sus obras proclaman a diario el público y la prensa de las naciones anglosajonas, y otro de presencia imponente, voz recia y gestos que revelaban hábitos de mando, aunque luego supimos que era el encargado de la carpintería y decorado en los nuevos tálleres de la empresa. ¡Otra prueba evidente de que este es el país de los contrastes! o PÁGINA 288