Cine-mundial (1916)

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así de los perjuicios sufridos, y en verdad que ha prosperado. En realidad, ningún establecimiento de espectáculos en el mundo entero puede ufanarse de poseer un mecanismo tan : CINE-MUNDIAL deras serán todavía más prósperas y que los empresarios se verán obligados a recompensar el favor con que el público los ha asistido últimamente. Es de aconsejar a nuestros Aspecto de una parte del “Hipódromo” en una de las noches perfecto y de tan gigantescas proporciones como el Hipódromo de Nueva York. Con el impulso dado por Mr. Dillingham, que no sólo levantó el establecimiento de la postración en que se hallaba sino que despertó un entusiasmo nunca consignado hasta hoy, no cabe duda que las temporadas veni Una Noche de Un grupo de modestos artistas teatrales, dirigido por el primer actor don Gerardo de Artecona, tuvo la feliz ocurrencia de representar, la noche del último sábado, el drama español de Joaquín Dicenta, “Juan José.” El espectáculo tuvo lugar en un coquetón teatro situado en Broadway. Al comentar este suceso nos dejamos llevar de un viejo y grato impulso latino. Es tan difícil, en esta ciudad estupenda, en medio de esta febril actividad, lograr un rato parecido! Estamos, las gentes de habla española en Nueva York, tan sedientas de volver a escuchar la fluidez de oro de nuestra amada prosa castellana, que cuando nos toca en suerte acudir a fiestas como la del sábado, no podemos menos de agradecer, a quienes nos la proporcionan, la breve hora de amenidad que nos procuran: hora en que rememoramos la tierra lejana, la fugaz y dorada juventud que se fué para siempre; aquellas nuestras primeras e inolvidables emociones artísticas y, más que todo, aquellos los primeros libros en que bebimos la miel hiblea de la inmortal literatura española. Tal pasó el sábado en la noche al numeroso y elegante auditorio que llenaba el recinto del “Leslie.” Sobre él paso una racha de viento de la tierra. El poder evocador del idioma unió a todos en el imperecedero recuerdo de la patria común. Nuestros labios y nuestros oídos dejaron, siquier por dos horas, de hablar y de oir esta lengua inglesa, esta lengua de hierro y de hielo que la vida nos ha obligado a adoptar; y volvimos a sentir en nuestros corazones la aterciopelada caricia de ese inagotable y caliente léxico característico en las demoledoras obras de Dicenta, como si por arte de magia hubiésemos sido trasladados al corazón del mismo Madrid o a cualquiero de nuestros viejos teatros. Por este beneficio supremo—tan pasajero, por desgracia! debemos estar agradecidos a los artistas de Artecona. Ellos plantaron un oasis en la laguna de nuestro exilio, Jurio, 1916 O “sus efectos ni de sus muchas bellezas literarias. de la exhibición de “Hip Hip Hooray,” éxito de la temporada. amigos latinoamericanos que visiten a Nueva York, con especialidad los interesados en espectáculos públicos, que no se regresen sin conocer tan maravillosa institución, pues además de ser cosa digna de verse por vía de diversión, se darán cuenta de muchos detalles que más tarde podrán servirles. Arte Español Y no vamos a entrar, ahora, en detalles para juzgar el trabajo artístico. Nos limitaremos a decir que resultó un “Juan José” superior a nuestras más benévolas esperanzas. Ya sabíamos que Gerardo de Artecona estaría inimitable caracterizando al protagonista. La prensa de la Habana nos había dicho ya, en caluroros párrafos, que el drama socialista de Dicenta_es la “chef d'ouvre” de Artecona. Después de haberlo visto el sábado, periodistas que lo aplaudieron en tiempos pasados, nos dicen que ha aventajado un ciento por ciento, y esto es mucho decir tratándose de uno que hace seis años estaba ya reconocido como todo un señor primer actor. El público, bien convencido, premió con aplausos estruendosos su labor artística. Nosotros vimos que es un elemento valioso: sabe sentir—cualidad “sine qua non” se puede ser artista—que carece de amaneramientos y de “pose”; que persigue la naturalidad como requisito el más poderoso en el teatro moderno; y quedamos convencidos de que ha hecho de esa obra un proceso completo, no perdiendo ninguno de Sinceramente lo felicitamos. Manuel Noriega, el popular primer actor español, dando una muestra de compañerismo, se brindó a hacer el “Andrés,” que es el resorte cómico de la obra. No necesitamos decir que estuvo a la altura de sus reputación y que aunque el tipo se prestaba poco para lucimientos, la agudeza del artista supo sacar de él, partido suficiente para merecer ruidosas señales de aprobación y no pocas llamadas a escena. El resto del personal, muy bien si se toma en cuenta el corto número de ensayos y las condiciones del escenario, no hecho para esta clase de representaciones. Muy bien la señora Del Rey en su “Rosa,” lo mismo que la señora Crespo en su “Isidra”; y suficientemente discretos los señores Storh y Varela. > Pácına 302