Cine-mundial (1916)

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fijó la mirada en la pequeña Ethel, cuyos ojazos se dilataban revelando asombro. El director, sonriendo, la invitó a que pasara al taller, y momentos después ensayaban ante la cámara. Una vez demostrado que su tipo se prestaba para el “cine,” se firmó el contrato. A los cinco meses de figurar en la Empresa Imp, pasó a formar parte del elenco que en aquella época capitaneaba Thomas H. Ince, hoy uno de los directores más famosos de Norte-América, bajo cuya egida estuvo durante dos años y medio. En esta compañía comenzó a ejecutar papeles de verdadera importancia. Dejemos que ella misma relate cómo hizo sus primeras armas en calidad de estrella: “La primera cinta en que tomó parte a los pocos días de llegar a California se llamaba “El Agresor.” Como esposa del joven minero (protagonista de la obra), me vi obligada a montar un caballo medio salvaje que se desbocó varias veces antes de terminar la película. Resultado: más de dos semanas de cama. Todavía no había transcurrido un mes cuando aparecí en la primera obra de largo metraje que se “filmó” en los Estados Unidos, titulada “Guerra en la llanura,” cuyo autor se empeñó en hacer una matanza general de personajes, sin perdonar la vida ni al traspunte. Al final tuve la satisfacción de ver que yo era la única actriz que salía ilesa.” Una de las diversiones de Miss Grandin consiste en examinar sus propias cintas y censurar los defectos de que adolezcan; la otra—dar paseos en automóvil por carreteras poco , CINE-MUNDIAL frecuentadas—le ha costado ya varios disgustos serios y no pocas multas. Esta joven delicada, de modales refinados y voz cuyas inflexiones parecen denotar timidez, tiene la manía de la velocidad y su mayor placer estriba en lanzarse por una calzada solitaria en desenfrenada carrera. Esta afición le ha dado muy malos ratos. Miss Grandin admira con entusiasmo a Nazimova, la gran actriz rusa, y Dickens es su autor favorito. Ha tomado parte en centenares de películas, tantas que jamás se ha preocupado de contarlas. Durante cerca de dos años estuvo apareciendo en dos cintas de mil pies cada una por semana. Se calcula que su imagen está grabada en unos ochocientos mil metros de negativo. Es indiscutible que obtuvo su mayor triunfo en “La Trata de Almas.” Esta película, cuya exhibición prohibieron repetidas veces las autoridades policíacas, hizo el efecto de una bomba en los círculos teatrales de los Estados Unidos. Retrataba ciertas actividades del hampa neoyorquina con tanto realismo que ciertos elementos influyentes pusieron el grito en el cielo. Se entablaron polémicas acaloradas en todos los diarios y durante dos o tres meses no se hablaba de otra cosa. Demás está decir que con semejante anuncio los teatros se llenaban de bote en bote, a pesar de que la policía declaró guerra sin cuartel a la cinta. Miss Grandin hacia el papel más conmovedor de todos—el de la joven débil que caía en las redes de un “tratante en almas.” “La Caida de una Nación” Soberbio espectáculo cinematográfico.—Un eco de la guerra europea.—Se basa en el palpitante problema de la defensa nacional.—Los señores Chandler y Dixon embarcan para la América del Sur con ejemplares de la obra.— Establecerán oficinas centrales en Buenos Aires. ; acompañamiento de música especial, que se han presentado en los Estados Unidos durante los últimos seis meses, “La Caída de una Nación” es sin disputa el que ha originado más acaloradas discusiones. El argumento se debe a la pluma de Thomas Dixon, autor de “El Nacimiento de una Nación,” reconocida como la película más sensacional que hasta la fecha ha salido de talleres norteamericanos: Los señores Roy Chandler y Thomas Dixon, hijo, embarcaron en Nueva York para Buenos Aires el sábado 29 del mes pasado. Tan pronto lleguen a la gran metrópoli sudamericana combinarán la mejor forma de exhibir esta gran cinta por las principales ciudades de la Argentina, Brasil, Paraguay, Chile, Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Colombia y Panamá. j Se preponen establecer _ oficinas en Buenos Aires para dirigir las operaciones. La trama de la obra, que estriba en la invasión imaginaria de Norte-América por una potencia europea, es en estos momentos de palpitante actualidad en el mundo entero. El argumento, como se ve, es un eco de las campañas de defensa Eo los grandes espectáculos cinematográficos, con Thomas Dixon. AcosTo, 1916 > nacional iniciadas en diversas naciones neutrales con motivo de la presente guerra. El autor trata de demostrar que todo país rico se expone a sucumbir si no protege militarmente su riqueza. Este es el proE blema que se plantea en ; la película. Para desarrollar el tema no se ha escatimado gasto alguno. En cuanto a aparato y lujo de detalles, la cinta tiene muy pocas que le igualen. Desfilan por el telón verdaderos ejércitos y las batallas se libran con un realismo pasmoso. Aparecen réplicas exactas de los inmensos cañones que tantos estragos han causado en el conflicto actual y puede observarse un simulacro magnífico, a juicio de los expertos, de los métodos modernos de guerrear. Los ataques de gas envenenado, fuego líquido, bombas, aeroplanos, etc., son de un realismo que sorprende al espectador, aunque las cargas de caballería se llevan la palma en cuanto a despertar entusiasmo entre los espectadores. La música fué escrita especialmente para la obra por Victor Herbert, uno de los compositores más renombrados de los Estados Unidos, que ha sabido encarnar en la partitura el espíritu que guía al argumento. Victor Herbert. O PÁGINA 333