Cine-mundial (1917)

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| | PS. par o i Me > ~. p > kaamea RUEDA jy A Mayo, 1917 | a 1 | i camara] El Capitan Bonavita Por F. G. ORTEGA ATT L lunes 19 de Marzo de 1917 dejó de existir en Los Angeles, California, el domador de fieras que el público conocía por el nombre de Capitán Bonavita. Cuando vino a Nueva York hace un par de años se parecía muy poco al retrato inserto en esta página, que fué sacado tiempo atrás en los trópicos a juzgar por el traje de dril y el sombrero de jipi-japa. Estaba más grueso, la cara más llena y ya no se notaba el aspecto criollo que revela la fotografía. El brazo manco y unos ojos grandes castaños, cuya mirada dulce contrastaba con su oficio, eran sus características. En su trato se distinguía por una jovialidad sin límites, aunque a veces daba señales de aburrimiento al hablar de fieras. Para él carecía de importancia el asunto, que consideraba trabajo tan rutinario como el oficinista el suyo o el galán el del primer actor de la misma compañía. En los albores de su carrera artística, que artística fué, se ganaba la vida como acróbata. Despertaba entusiasmo, más que por su destreza, por la temeridad de sus actos, tanto que las autoridades de Chicago, ante el peligro de que una noche se hiciera papilla, le prohibieron actuar en la ciudad. Aun no había cumplido veinte años por aquel entonces. Entre los domadores célebres de su época se destacaba Bonavita por la gentileza de su figura y la intrepidez emocionante que desplegó siempre. Para la gente de circo era un axioma que “moriría en la jaula.” Sus principios como domador fueron muy humildes. Lo observamos, hace veinticinco años, en una barraca ambulante de feria con un león de California, una hiena asmática procedente de Hamburgo y un perro de presa; y confesaba en vida que este último era el animal de más cuidado. El Capitán contaba a la sazón con un socio ideal que le servía de empresario, agente de publicidad, taquillero y recogedor de boletos, ayudando además a dar de comer a las bestias y limpiar las jaulas. Dió la vuelta al mundo varias veces, al frente de la Colección Bostock, y fué ovacionado por los públicos de todas -las grandes capitales, incluso las de la América Latina donde gozaba de arraigada nombradía. En 1905, en todo el apogeo de sus facultades y en medio de una jira triunfal por Europa, Bonavita contrajo matrimonio con la princesa belga Mercy D'Argenteau de Montglyon. Aseguran los entendidos en estas cuestiones que a Bonavita cabía la honra de haber sido el único domador con valor suficiente para encerrarse con veintisiete leones y hacerlos trabajar durante más de media hora. En Coney Island, durante la temporada veraniega de 1904, lo abandonó por vez primera la buena suerte, siendo víctima del accidente que le costó la mano derecha, la vida al león “Baltimore” y puso fin a sus aparatosas exhibiciones en público. Era “Baltimore” un hermoso ejemplar de la especie felina, de gran ferocidad y extremadamente traicionero a pesar de la fábula. El domador jamás había logrado dominarlo por completo y sus saltos, acometidas y roncos rugidos infundían el terror entre los espectadores. Tenía la costumbre de arrojarse, preso de rabia impotente, contra los barrotes de la jaula tan pronto como el domador salvaba la puerta y mientras saludaba al público que aplaudía con entusiasmo delirante. Cuando ocurrió el accidente Bonavita quería obligarlo a subir sobre una silla, pero en un momento de descuido la fiera le derribó de un zarpazo y por espacio de varios segundos anduvo zarandeándolo de un lado a otro de la jaula como el gato hace con el ratón que caza. Ocho meses estuvo entre la vida y la muerte hasta que los médicos consiguieron por fin convencerle de que no había más remedio que el de amputar el brazo. A partir de esta fecha se dedicó a preparar fieras para el cinematóerafo y ascienden a varias docenas las películas que hubo de interpretar en colaboración con toda clase de animales salvajes. Murió en la jaula, como auguraban los que entienden de estas cosas, a consecuencias de heridas recibidas en lucha corta y cruel con un oso blanco que intentara amaestrar en el Jardín Zoológico de Los Angeles. (Continúa en la página 249) O