Cine-mundial (1917)

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E « INE-MUNDIAL La Enlutada i URANTE mucho tiempo, todas las noches, cierta dama joven y enlutada ocupó una silla de preferencia en uno de los cinematógrafos más populares de Madrid. Llegaba temprano; apenas comenzaba la representación, y la intención pensativa de sus ojos B medio cerrados, que a nadie miraban, su inmobilidad hierática y la premura discreta con que desaparecía apenas terminaba la función, bien claramente expresaban su señoril empeño de pasar inadvertida. Era una mujer de treinta años, esbelta y alta; las tinieblas de su traje avaloraban la gracilidad mimbreante del cuerpo, dándole movimientos ondulantes, suaves y largos, de una parsimonia aristocrática y triste. Tenía erande la frente, aguilefia la nariz, las mejillas muy pálidas; sus labios finos conservaban el amargor de las lágrimas que bebieron; en el lívido rostro, los ojos negrísimos y ardientes, parecían, al mirar, excesivamente abiertos y como espantados aún de lo que vieron. Según decían los empleados del cinematógrafo, la primera vez que aquella señora estuvo allí, iba con dos amigos. Súbitamente la vieron extender los brazos, luego lanzó un grito y cayó al suelo sin conocimiento. El alboroto que este incidente produjo fué mayúsculo, y varias personas caritativas transportaron a la enferma a la Casa de Socorro más próxima. Transcurridos algunos días, la dama misteriosa reapareció sola. Los acomodadores la observaron desconfiados; ella se sentó muy grave, muy rígida; los puños apretados, como dispuesta a represar cualquiera intemperante explosión de sus nervios. La representación terminó y no sucedió nada. Desde entonces, la desconocida volvió al cinematógrafo todas las noches, y su silueta triste, enigmática, dulce y fatigada a la vez, de quien mucho ha sufrido, desentonaba del público alegre, de sirvientes, artesanos, estudiantes y obrerillos, que invadían la sala. ¿Quién era? ¿Qué historia romántica de ingratitud o de amor, la llevaba allí sola y enlutada? El secreto persistió mucho tiempo. Al cabo, una casualidad, una de esas raras coincidencias que poseen la clave de todas las novelas, me permitió conocer la historia de aquella mujer, interesante por tantas razones de belleza y de inteligente expresión. Siendo casi una niña Paquita Briesca, primogénita de los marqueses de W., casó en París con el conde Fernando, uno de esos tipos byronianos desbordantes de juventud, llenos de fuerza, armados de ilusión, que todas las doncellas vieron pasar en sueños, como una canción ardiente de Mayo. Aquél dulce noviazgo fué muy corto, algo alado flotaba sobre él. Por las tardes, Paquita y su madre recorrían en landó las alamedas umbrías del bosque; el conde galopaba junto al estribo, y los transeuntes, adivinando su dicha, volvían la cabeza para verles pasar. La fuerte brisa que el coche, en su violento correr recogía, desrizaba los rubios cabellos, los cabellos de oro de la marquesita, que al sonreir mostraba en el óvalo del semblante, entonces rosado y carnoso, sus dientes perlíneos; y como su rostro era calco peregrino del de la anciana marquesa, con la diferencia de que aquella expresión candorosa que parecía algo añadido a la triunfante venustidad de la hija, fijaba el raseo sobresaliente de la madre, cuyas lindezas juveniles se habían evaporado en esa flor de distinción que constituye la hermosura única de los viejos; el conde Fernando pensaba que entre la belleza del presente y los tesoros de virtud, que el porvenir le prometía, su felicidad sería eterna. La marquesita de W. y el conde Fernando se desposaron a fines de Septiembre y tras una excursión por las montañas suizas, volvieron a París. Dos años huyeron. m: Una mañana de Junio, Paquita y Fernando paseaban del brazo bajo la fronda de las Tullerías; su hijo iba delante, entre los brazos de una nodriza normanda, enorme y redonda. Una gran alegría, uno de esos regocijos intensos y serenos que parecen penetrarnos a través de los poros, envolvía a los esposos; avanzaban lentamente en la atmósfera tibia; numerosos rayos de sol, que perforaban el follaje, aljofaraban la fina arena del paseo de minúsculos círculos luminosos; en un estanque, bajo la ancha sombra cercúlea de unos castaños, varios cisnes paseaban por las aguas espejantes y tranquilos sus cuerpos níveos. El matrimonio callaba mirando al niño aue les sonreía, el nacarino rostro apoyado sobre un hombro de su nodriza. Era aquel uno de esos momentos de soberana paz, de felicidad absoluta, en que desearíamos sujetar la marcha disolvente de los relojes. Acosto, 1917 > $ PELICULAS De pronto, sentimental. ; —Nunca fuí tan dichosa como ahora—mumuró :—díme, Fer= nando, tú que leíste y sabes tantas cosas: ¿por qué el tiempo huye? ¿Qué mal le hicimos para que poco a poco nos arrugue, nos enfríe y nos mate? ¿Por qué no serem nosotros siempre jóvenes y nuestro hijo siempre niño? . . El conde no respondió, más por su alma. cruzó repentina mente un gran soplo de “Jettatura,” porque acababa de sentir, efectivamente, que los árboles, la brisa, los cisnes nadadores, las fuentes, el sol mismo, la naturaleza toda en su marcha | incesante hacia lo futuro, latía a su alrededor con un medroso | estremecimiento de despedida. “| Meses después el conde Fernando falleció casi de repente; su hijo también murió; la nodriza normanda se fué. Entonces la marquesita viuda, medio ciega de llorar, regresó a Madrid, al lado de su madre. EE Y yo la ví, lector, la ví muchas tardes pasar por Recoletos en un landó negro, tirado por caballos negros también, envuelta en un luto esplendoroso de reina inconsola= ble, bajo el crespón flotante del sombrero los rizos rubios habían blanqueado un poco, y su frente era más grande, su. nariz más cruel, su boca más triste; y sus ojos tenían la. expresión asombrada de las almas que una vez miraron al abismo de las desesperaciones inmensas. í Cierta noche, Paquita, su madre y una amiga, después de dar un largo paseo a pie, entraron en un cinematógrafo; fué | un capricho repentino, una de esas necesidades igualitarias, que a ratos los espíritus aristocráticos sienten de mezclarse | con el pueblo. ; | La película empezó a pasar con un temblequeo insólito; Paquita, los ojos llenos de lágrimas, miraba huir los árboles, las fuentes, las perspectivas todas de aquel parque que una | mañana de Junio sirvió a su felicidad de marco suntuoso. | De pronto se vió a ella, a ella misma, cogida del brazo del | la marquesita experimentó un derramamiento. AS conde Fernando, y a su hijo que sonreía, desde su gorrito de encajes, la redonda barbilla olvidada sobre el hombro de su nodriza. ` La marquesita lanzo un grito y perdió el sentido. 3) Pero ya no pudo abstenerse de ir todas las noches a conE templar aquella película diabólica donde una de las horas | más felices de su juventud había cristalizado; allí estaban su | esposo y su hijo, mirando, andando, moviéndose con unas. apariencias de vida que no tenía ninguno de.los retratos vulgares que ella guardaba de sus queridos muertos. El esposo, | volvía a mirarla; los cisnes del estanque, sepultaban sus picos roscados en las aguas tranquilas; sobre la arena del paseo, | pululaban granitos de luz. . . . : 3 Ultimamente me aseguraron que la marquesa de W. habia | comprado esa película, cuyo mérito eminentísimo sólo ella | comprende. Es lo único que conserva de su juventud. Poco | es, ciertamente; un reflejo, humo, casi nada. . . . ¿Pero 3 quién, lector, en el sempiterno naufragio de ilusiones y dell uereres de la vida, podrá vanagloriarse de haber salvado | So tanto? Se Eduardo ZAMACOIS. Eos NUEVO FOTODRAMA. E ON el título “; Alma, dónde está tu morada?” se ha estrenado recientemente en Nueva York una película de | largo metraje que llena todos los requisitos para alcanzar éxito entre los públicos internacionales. A El fotodrama está basado en la obra teatral del mismo | nombre, que en esta metrópoli se sostuvo en el cartel durante un año y en todos los Estados Unidos llegó a obtener 7000 representaciones. ) En la película el papel de “Alma,” la protagonista, corre à | cargo de Miss Ruth MacTammany, actriz que se ha distin| guido mucho durante los últimos tiempos en diversas interpretaciones complejas. 3 La Newfields Producing Corporation, propietaria de la, cinta, inicia este mes su campaña en los países de habla española y portuguesa. LOS RECLAMOS DE SELZNICK. OS entendidos en estos. asuntos aseguran que Broad way, la gran avenida Central neoyorquina, es, además de la calle más larga del mundo, la mejor alumbrada de toda la América. Según Selznick, el anuncio lumínico de su empresa cinematográfica es el que mayor bombillas ostenta entre todos los de Broadway. o Pácina 390