Cine-mundial (1918-01-01T23:23:59Z)

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CINE-MUNDIAL -Chascarrillos de mi Tierra EL RELO БЕ CINE Por Narciso Diaz de Escobar (Dibujos de Ignotus) O hace muchos años, cuando los Cinematógrafos empezaron a instalarse en España, un industrial que había sido Empresario de Teatros, representante de toreros, banderillero de novilladas, corredor de fincas y no sé cuantas cosas más, siendo una especie de aquel Juan García que retrató el inolvidable Eusebio Blasco en chistosa comedia, dió en la idea de establecer un Cine en Antequera, en condiciones económicas y con la ayuda de otro industrial que le facilitó los cuartos. No sin algún trabajo, utilizando las influencias de un concejal, gran aficionado a concurrir de morrilla a los espectáculos públicos, obtuvo permiso para fjar una barraca, pues no mejor nombre merecía, en la Plaza de San Sebastián, frente a la Iglesia. Utilizando tablas medio podridas que adquirió a bajo precio, y lienzos que no llegó a pagar, levantó su local, en poco más de quince días, y anunció la apertura por calles, plazas y paseos, con el concurso de bombo, platillos y cornetín. Contiguo al barracón, aprovechando el tiempo de verano, que permitía estar al aire libre, estableció un café, que más bien debía calificarse de taberna, donde los concurrentes a las gradas del Cine tomaban sus cortados, como en Andalucía se llama a unos pequeños vasos de aguardiente, o un vino mata-ratas, que se subía a la cabeza con sólo mirarlo. Cuando las sesiones del Cine terminaban, el cafetín se veía inundado por una turba de aficionados al mosto o al Ojén, gente revoltosa y pendenciera, que algunas veces se permitían perder o ganar unos cuantos reales jugando a las siete y media, los que, trasnochadores de vocación, se estaban allí hasta la madrugada. ` Como los vecinos se quejaran al Jefe de Policía, que era un gallego muy ordenancista y se quejasen, por cierto con sobra de razón, el Alcalde mandó que las funciones del Cine terminasen a las once en punto de la noche y el cafetin se cerrara sin excusa alguna a las doce. De nada sirvieron al Empresario las süplicas, ni los amigotes que puso en juego, pues el Alcalde, influido por el Jefe de Policía, castigó con multas algunos retrasos y dispuso que se colocara un reló a la entrada de la barraca, que había de servir para regular el mandato y que no se discutiera si habían dado o no las once, pues el caso fué ya motivo de una reyerta. ў Compró el Empresario el reló, que era grande y llamativo. poniéndolo sobre la puerta que daba acceso al cafétin, según le indicó el gallego policía. Entre los asiduos concurrentes al Cine y sobre todo al rincón donde se bebía y se jugaba, hallábase el Tío Chirigotas, un malaguefio de buena sombra, que había cumplido ya los cincuenta y que no sabía irse a su casa a dormir si no iba acompañado de una fenomenal borrachera. No era hombre peleón ni de mal vino, aunque bastante pesado y capaz de hacer per QUI, % der la paciencia al Y mismo Job, si Job x^ (fg ^ viviera y fuera a NA los Cines y Cafés. hombre aquella in novación del reló que le obligaba a irse a su casita más temprano que de costumbre. Entre el Empresario, el encargado y los clientes se comentó el asunto, ni el Jefe de Policía, acusándolos de que todo el rigor fuera para ellos y en cambio se dejara a los sefioritos que se emborrachasen en el. Casino hasta la hora que les diera la gana. : Llegó el día del Corpus y aquella noche hubo en el Cine No lé agradó a mi no. saliendo muy bien parado el Alcalde, ni los Concejales SEPTIEMBRE, 1918 <> E == CP E Y una entrada extraordinaria, pues se agotó el papel en taquilla. El empresario para ampliar las secciones en que dividió el espectáculo, ideó el recurso de atrasar el reló que estaba en la puerta. Acabada la función el “Tío Chirigotas” y sus compinches se vinieron a su rincón. Salieron a relucir las cartas y estaba la partida en lo mejor, cuando el reló del ayuntamiento dió las doce. Si las oyeron se hicieron como que no las oían y continuaron jugando y bebiendo, cuando apareció la figura siniestra del gallego: policía. Con voz avinagrada exclamó: —Ya he dichu que al dar las doce, estu se acabó. El encargado se hizo el perdido y los demás empezaron a levantarse. —Prontu, у a tomar ei liescu. El Tío Chirigotas no se conformó con irse. Aquella le parecía una Alcaldada insoportable. Miró el reló que había retrasado el empresario y sin moverse de la silla, dijo: —Oiga osté, señó policía, ahí tiene osté el reló y son las doce menos diez minutos. El agente policiaco replicó: —He dichu que han dao las doce y lo que yo igu es la Biblia. El borracho insistió: À —Osté irá lo que quiera, pero las doce no han dao. El gallego hizo ademán de levantar el bastón, se dirigió a Chirigotas, y exclamó: —Basta de charloteu. A la calle o si no lo echaré a palus. Las doce han dau. ¿Hablo claru? ¿Se han enterau? El interpelado vió que la cosa se ponía fea y levantándose muy poco a poco replicó: А —Bien, muy bien; no hay que enfadarse por tan poca cosa. Ya me voy ... pero... pero... —¿Que perus son esus? —Naita, que iba a mercar un reló de ‚ bolsillo, pero ya múo de parecer. Comprare un Jete de Policía, que es más puntual y no hay que darle cuerda. ЖЕЕ No suele decirse la solución postrera de estas historietas festivas sino que en ellas se deja al aire el chascarrillo, en su propia salsa, para regocijo de lectores u oyentes. Pero es indudable que tras la frase ingeniosa y mortificante que en boca de la gente del pueblo sabe herir, con un dicho, más hondamente que con un arma, queda un cabo suelto. Porque a un Jefe de Policía, gallego, que en el corazón de Andalucía mantiene la dulce “fala” que aprendió en Ortigueira, no se le zahiere impunente. El ejerce mando, es autoridad, y bien popular es el carác ter de los naturales de algunas regiones: andaluz con vino, asturiano con dinero, catalán con botas y “gallego con mando." La frase final de la definición es harto desenfadada para escrita aunque sí radicalmente gráfica y aún castiza. ; Los “Tío Chirigota” abundan en esta tierra tanto como las aceitunas, y ¿el placer de zarandear a la autoridad, sobre todo a la nocturna cuando los cortados y los chaи к tos y las сайїїаз aguzan el ingenio y excitan la audacia? Ahora, que a la autoridad, que a esas horas suele estar metida en el odre, acostumbra a írsele la mano—el bastónestaca—como al otro la lengua, y acaso el “Tío Chirigotas” se puso, en su casa, unos parches de tafetán y árnica. <> PÁGINA 554