Cine-mundial (1921)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

CINE-MUNDIAL Cotton, Betty Compson y grifith, contestan sin recelo cinco preguntas muy personales Por GUILLERMO J. REILLY víctimas. La primera de ellas fué Mae Murray, a quien busqué en los grandes talleres de Famous Players en Long Island, donde estaba la actriz trabajando en una película que se llamará “El Lirio Dorado”. Había música... La escena representaba una escena de baile y el piso relucía como un espejo. Globillos de goma, como burbujas de color, se balanceaban en el aire. Mae entró vestida tal y como aparece en la fotografía que acompaña a este artículo. Mi afición a hacer preguntas data de aquel instante. Mae Murray había visto ya nuestra edición de diciembre con su portada y con el concurso de pantorrillas (las suyas) y comenzó por comentar ambas cosas, riendo alegremente. Nos sentamos y abrí el fuego. —Señorita Murray—dije—no hay persona a quien no se pregunta a toda hora, “quién es su actriz favorita”. Troquemos los papeles, pues. ¿Quién es el admirador favorito de usted? Mae se echó a reír. —Me parece que no tengo ninguno. Me gustan todos, pero existe cierta personita que se destaca entre los demás: es un muchachito japonés, un aprendiz de cierto fabricante de herramientas de Tokio que, desde hace tres años y con toda regularidad, me manda una carta cada mes. Escribe en inglés y me encanta el estilo ingenuo y primitivo de sus misivas. Pero, además, de cuando en cuando, me remite pequeñas figurillas torneadas por su propia mano y que son un portento de paciencia y de buen gusto. Y no tiene usted idea del gusto que me causa pensar que hay quien desde tan lejos se ocupe de mí y del Cine. —En España y en la América Hispana —dije, por todo comentario a la hermosa Betty Compson, de “Goldwyn”, está libre del frío, pero no al abrigo de las preguntas capciosas de Reilly. Mae Murray, de “Paramount”, tiene suficiente con un número de CINE-MUNDIAL para defenderse contra las miradas de los indiscretos. entrevistada, —habrá sin duda muchos que la admiran a usted con la misma devoción que ese japonesito. Y ahora, permitame usted que le haga la segunda pregunta. Si no fuera usted actriz de la pantalla, ¿qué querría usted ser? — Bailarina. Esto lo dijo sin vacilar, como un disparo. Y añadió: —Siempre ha sido el baile mi ocupación favorita, aun en el curso de la manufactura de una película. Más tarde, y como suplemento a esta afirmación, descubrí que Mae Murray, durante los ensayos de ‘El Lirio Dorado”, pasó cuatro días enteramente sola y encerrada en una sala, dedicándose a ensayar los pasos de baile que debe hacer en la aludida película. Luego le pregunté cuál era su ideal de un primer actor. Enero, 1921 < —No me importa mucho—me replicó—si es feo o guapo. Lo importante, a mi. juicio, es que sepa posesionarse de tal modo del papel que interpreta, que se olvide de sf mismo y ponga en su caracterización el alma y el cuerpo. Tuve que hacer un gran esfuerzo lanzar la siguiente pregunta. —Señorita Murray, ¿cuál fué el moments más desconcertante de su vida? para Esta vez, Mae rió con tal derroche de hila ridad, que los rizos de oro que se escapaban del ala de su sombrero parecían estremecidos de alegría. Después, reflexionó durante cinco minutos y, sonriente, me respondió: —El momento más embarazoso de mi vida fué, hace algún tiempo, cuando, estando en París invitada a una reunión de prominentes (Sigue en la página 102) = > PÁGINA 13