Cine-mundial (1921)

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es Destronado ARIZA rr repentinamente con un obstáculo (que es el mismo con que tropiezan todos los comerciantes que se asocian con poetas), a saber: había días en que el astrorey no tenía ganas de trabajar... y no se podían hacer películas. Aquello no era mercantil. El sol no entendía de negocios... Un día de forzada inactividad, representa una millonada de gastos y de pérdidas... ¿Qué hacer?... Muy sencillo: a un empleado que no sirve, que entorpece las actividades de la casa y que no cumple con su deber conforme a los cánones del comercio y de la industria, se le despide. ¡Y el sol fué ignominiosamente despedido de los talleres cinematográficos de la América del Norte! ¿Imposible?... No: el oro es muy poderoso. El oro hizo soles: fieles astros, esclavos del presupuesto, que se apagan o se encienden a voluntad del director de escenas; humillados soles que lucen, colgados de un vulgar alambre, en lo alto de los talleres de Cine; soles de todos colores, desde el fulgurante de los tubos de mercurio hasta el deslumbrador de las lámparas de calcio... Soles rosados,, soles rojos, soles azules, y verdes y morados... Soles serviles, soles que no son poetas, sino empleadillos de segunda categoría... Y, como era natural, una vez emancipada la industria de ese Sol, padre de las mieses, del sol de Provenza y de Andalucía, del sol de Libia y de Egipto, del sol del Ganges y de las caldeadas selvas africanas, del sol de los trópicos y de la tierra californiana, se dijo: “¿Por qué trabajar en Los Angeles? Llevemos el taller a Nueva York, capital del Oro, encaderiemos la industria a los pies de la ciudad-vértigo.” Y así fué hecho. En medio de los rascacielos y los puentes colgantes, en medio de la gritería ensordecedora de una ciudad febril, se levantaron los grandes talleres de la cinematografía moderna. No son ya aquellas inmensas jaulas de acero y cristal, transparentes y con aspecto de invernaderos; no son aquellas galerías envidrieradas a través de las cuales el Sol, el padre sol, el solpoeta, hacía pasar su mensaje de luz... No: esos talleres neoyorquinos tienen, exteriormente, el mismo aspecto vulgar que una fábrica de hilados o que una calderería en grande: muros inmensos, ventanas estrechas, chimeneas y ventiladores, tubos de calefacción, rótulos y anuncios, fachadas ennegrecidas por el humo, vastos colmenares que esconden su actividad a los curiosos y se defienden de la intemperie con techos de brea y pare dones de hormigón. El Sol ha quedado descartado. Pero el Oro hizo portentos en el interior y, si no tan esplendente, al menos digno de examen y maravilla es ese nuevo trono de la cinematografía que tiene ahora Nueva York. William Fox plantó su tienda de cemento armado en el seno mismo del puerto, casi en el corazón de la ciudad que alienta junto al inmenso río. Famous Players fué a Long Island a establecer sus estupendas galerías. Vitagraph tiene sus (Sigue en la página 102) Ue IMA Haitil 1 Tomando una escena en el taller de FOX — 2 y 3 Dos aspectos del estudio de FAMOUS PLAYERS Enero, 1921 < > PÁGINA 15