Cine-mundial (1921)

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CINE-MUNDIAL Lillian Gish habla del Pais de los Hielos ONTRA mi costumbre, comenzaré por hacer algunas consideraciones de ca racter personal, si mis amabilisimos lectores me dan la licencia correspondiente. Se trata de que me siento un poco neurasténico. Adivinen ustedes porqué:.... Pues por lo de la subscripción esa de los cien años. Desde que me enteré del asunto, me ha entrado una melancolía horrible y me paso horas enteras mirando a Rico, suspirando hondamente... y haciendo cuentas. Porque Rico tiene veinte años y yo... yo no. Y si a cien años se agregan veinte, la suma corresponde a una edad a la que todo hijo de vecino tiene derecho a aspirar razonablemente. Pero si a los años que tengo yo se agregan los de marras, el resultado es completamente bíblico, es decir, que sólo los patriarcas lo han alcanzado... En otras palabras y hablando con franqueza: de aquí a cien años yo ya me habré muerto de una manera definitiva e irremediable ¡ay! Y eso es lo que me escuece y lo que me hace suspirar y lo que me tiene sumido en la más abyecta de las hipocondrías. Reconozco que esta entrevista ha empezado pésimamente, pero ya dije que tengo el espíritu deprimido. A lo mejor, Rico, que es más joven que yo, seguirá haciendo entrevistas... que a San Pedro, como el Sr. Rivero Chaves! Esto es un poco fuerte... Me siento mal, muy mal. El señor Director, que es un poco supersticioso, me va a armar una bronca por estar encajando estas cosas en el número aniversario, pero es que necesito consolarme contándoles mis penas a los lectores. Haré un esfuerzo supremo y alejaré mi imaginación de semejantes cuadros luctuosos, para dedicarme a pensar que esta entrevista la van a leer cincuenta mil y pico de personas y que, sin duda, si sigo con estilo funerario, me desacreditaré con los nuevos lectores. Hablemos, pues, de Lillian Gish. Nada más refrescante. Ante todo, debo hacer una declaración que me va a crear más enemigos que días tiene una centuria: yo opino que Lillian, como actriz, es un verdadero coloso (¿o será colosa?... Que lo averigiie el Respondedor que es medio académico y siempre anda a vueltas con la gramática). Y no soy el único. Dos directores de películas, que no nombraré, estuvieron acordes conmigo cuando se lo dije después de presenciar “Allá en el Este”, y uno de ellos fué más lejos, diciéndome: —Guárdese esto, Guaitsel, pero yo — que no soy yanqui, sino francés — le aseguro que esta mujercita vale tanto como Sarah Bernhardt o como cualquiera de las grandes trágicas de la escena. De manera que ya lo ven ustedes: no se trata de “partidarismos”, sino de un juicio que no soy el único en emitir. Ahora que ya sabemos con quién tratamos, hora es de comenzar la entrevista que se está retardando de una manera alarmante. Estábamos en el Hotel Savoy, de esta ilustre ciudad de Nueva York. Y hablábamos, como es natural, del último triunfo de la genial Lillian, en su película para Griffith, «Allá en el Este”, que sigue conquistando y yo no podré entrevistar mas Por EDUARDO GUAITSEL Q0000000100000000002000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000014 Lillian Gish en el traje de desposada con que aparece en su película suprema “Allá en el Este”, de Griffith, y que está considerada por muchos como la mejor producción fotodramática del año pasado. La señorita Gish va a dedicarse ahora a producir por cuenta de la “Frohman Amusement Company”. OPOR PADRAO aplausos en esta metrópoli poco dada a los extremismos artísticos y que tiene una escena ártica, o como ustedes quieran llamarla, en la que Lillian es arrastrada por un témpano a través de las turbulentas aguas de un río helado que se precipita por una cascada asesina... Las habitaciones de Lillian están en el piso undécimo del Hotel y, apenas entré, fuí a asomarme a la ventana desde la cual puede contemplarse el Parque Central en todo su esplendor. Hace un año miré la misma escena desde las ventanas de la casa de Olive Thomas, mientras esta malograda actriz charlaba alegremente respecto a sus futuros planes y me decía que un sobrinito suyo había de venir a educarse a Nueva York, por cuenta de ella y pensaba hacerle millares de fiestas a su arribo... La nieve y el hielo se habían enseñoreado del Parque, mientras Olive, sentada ante la chimenea chisporroteante, me confiaba todas estas cosas... No pude eximirme, hablando con Lillian, de aludir a aquella otra escena. Y, naturalmente, el semblante de la heroína de “Al Soplo del Cierzo” se cubrió de tristeza, pensando no sólo en Olive, sino en Harron, que tan buen amigo suyo era y que en tantas películas compartió a su lado los laureles del triunfo. —¡ Pobre de Bob!—suspiró—. ‘Mamá, Dorothy y yo estábamos en Italia cuando ocurrió el accidente y le aseguro a usted que fué un golpe tremendo, cuando recibimos la noticia... La entrevista había comenzado mal, como comenzó este artículo y yo, que demasiado tenía con mis propios pensamientos para ir a buscar tres pies al gato, estaba nervioso. Pero quiso la buena suerte que interrumpiera nuestra charla una personita que hace de secretaria de Lillian y que le entregó una carta. La artista la abrió y, apenas la hubo leído, me la entregó echándose a reír y diciéndome: —Como esas recibo por docenas todos los días. La carta estaba firmada por una admiradora, que quería averiguar si era cierto que Dorothy y Lillian eran gemelas. —Contéstele usted — dijo a la secretaria — que no podemos ser gemelas porque nacimos en ciudades distintas y hay una diferencia de un año y cinco meses entre la edad de Dorothy y la mía. Roto el hielo de la entrevista, se me ocurrió hablar del hielo de la película y pregunté a Lillian: —¿No le ocurrió a usted ningún accidente grave durante la peligrosa ación de “Allá en el Este”? —AÁ mí, no, gracias a un tarro de grasa que me unté en la cara, pero el Sr. Griffith por poco pierde la nariz. Estaba helado el pobre cuando terminaron las escenas glaciales... El aire era tan cortante y estábamos de tal manera expuestos a la nieve y a la temperatura del sitio donde se tomaron las escenas, que fué milagro que no nos diera pulmonía a todos. El Director, como le digo, salió con la cara ensangrentada, pues el frío le abrió los poros... En aquel momento se presentó otro visitante, Jerome Storm, que es el director que va a tener la honra de tomar a su cargo las películas que Lillian hará, en lo sucesivo, para la “Frohman Amusement Company”. Hechas las respectivas pres AL ciones, inquiri: —¿Cómo se llamará la primera cinta que va usted a hacer para su nueva compañía? —El Mundo de las Bee at —¿Y qué es eso. —Es un ee escrito especialmente para mí — contestó Lillian — por la “señora de Gresac. —j Gresac! Eso es gascón, como el héroe “Los Tres Mosqueteros”. — Sí, la autora es francesa efectivamente, pero el asunto es americano y la sefiora ha escrito ya varios argumentos de éxito... —éDe modo que éste es del gusto de usted y del señor Storm? —Muy de nuestro gusto. A causa de la fuerza del tema, lo consideramos muy superior a los fotodramas ordinarios... Es la historia del alma de una mujer... —Ni una palabra más—dije yo despidiéndome—. Allí estaré cuando se exhiba la película. Y salí, muy campante, a pie, por el Parque Central (porque al automóvil le ha entrado reumatismo ahora que llegó el invierno y está en el garage sometido a un tratamiento especial) y pensando: —Si se trata de la historia de un alma de mujer, el argumento ese debe ser originalísimo. ¿Se acuerdan ustedes de los versos de Heine? Gladys Brockwell, que trabajaba con “Fox”, está ahora con “Pathé 3”, para quien hará varias peliculas, de las cuales la primera se llama “La Gallina Sabia”, o algo por el estilo. Gladis es una de las actrices de mayor fuerza dramática en la pantalla. Mp a €—€—— O TP Enero, 1921 < > PÁGINA 22