Cine-mundial (1921)

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Habana, diciembre de 1920 ON las doce de la noche y me preparo a escribir el baturrillo, que no será neoyorquino este mes. A mediados de diciembre, el calor aquí es intenso, bochornoso, aplanante para el que viene de país frío. Por la ventana de mi cuarto, en un hotel que aún no ha perdido el sello de los tiempos coloniales, llega hasta mí el aliento de la antigua factoría hoy convertida en opulenta urbe cuyo tráfico mercantil asombra al mundo. Rasgan el espacio los maullidos de varios gatos que pelean y se hacen el amor en el tejado contiguo. En la esquina dos serenos discuten de política a voz en cuello. Innúmeros automóviles de alquiler cruzan y recruzan la estrecha calle a gran velocidad y no menos estrépito. Crujidos de rieles y toques de campana marcan el paso de los tranvías... La Habana es ciudad de ruidos. POCOS días de llegar tropecé con Eddie Polo, que ha venido a impresionar varios episodios para la serie “El sello de Satanás”. Iba seguido de centenares de chiquillos de todas pintas y colores. El caminaba impasible. Aquí lo conocen por “Roleaux”, pronunciado tal como se escribe, el personaje que interpretó en “La moneda rota”. E ¿Dará la cinematografía otra película de tanto éxito como aquella serie de la Universal? SES Luego lo vi de nuevo en un banquete dado por la señora Geraldine Wade Vda. de Pubillones. Aquí estaba Eddie entre los suyos. Gente de circo, gente alegre, gente sentimental, gente de gran corazón. El mejicano Codona, el trapecista de los vuelos sensacionales, dió la bienvenida a su antiguo compañero. Eddie Polo fué en otra época su “base fuerte”: el que lo retenía entre sus brazos de hierro al descender dando tumbos por el aire. Eddie habló también —en el eterno lenguaje que sólo se aprende después de años entre carpas y sobre pistas, lleno — para el neófito — de lirismos vulgares y pintorescas exageraciones. e E Todo esto será nuevo para usted. ¿Qué le parece la Habana, Mr. Polo?—preguntéle. —No, no tan nuevo como usted se figura. Ya estuve aquí antes. —¿Qué tiempo hace de eso? — Veinte años.—Eddie me miraba sonriente y yo me puse serio. —¿Sería usted un niño entonces? —Hombre, niño no—Polo continuaba sonriendo.—No se lo diga usted a nadie, pero antes de ayer precisamente cumplí... Kc ki Nok Entre Eddie y yo sentábase Miss Leitzel —un trozo de mujer que da en el aire volteretas fantásticas suspendida por un brazo. Al ver aquel cuerpecito de líneas finas, aquellos movimientos rápidos y briosos, aquella CINE-MUNDIAL mvi EN cara repleta de salud y buen humor, el público que aplaude no puede imaginarse que bajo la venda blanca que cubre la parte del brazo sujeta a la cuerda se oculta carne viva, desgarrada, sanguinolenta. * Ok ok —No, no soy de familia de artistas — dijo Miss Leitzel contestando a mis preguntas.—Mi ideal era el piano y tengo varios premios de conservatorios alemanes y austriacos, pero las manos no me ayudan nada. (Y me enseñaba unas manecitas de dedos cortos y afilados, de muñeca.) Las obras que a mí me gustan, las que yo siento, no pueden ejecutarse con unas manos como éstas. Y he tenido que resignarme. En vez de dar conciertos, ahora me gano la vida haciendo con el cuerpo las contorsiones más raras que pueden imaginarse... Ro ES E —Tú sabrás hacer películas, pero yo sé ganar dinero—oigo que dice a Eddie Polo un sujeto alto, fornido, con facciones de ave de rapifia. Porta un. brillante enorme, casi tan grande como el de Enrique Santos, el célebre director cinematográfico que anda de paso en la Habana. Este hombre robusto es el marido y administrador de la artista Leitzel, la mufieca del brazo destrozado y las suertes emocionantes. N la Habana hay un sefior que ha paten tado el cuadro de pintura negra que rodea las pantallas de los cines, y ahora tiene la pretensión de que cada teatro le abone por lo menos tres pesos diarios. Este “hombre de negocios” está perdiendo el tiempo en Cuba. Debía venir inmediatamente a Nueva York. Con su agresividad, no ha de costarle gran trabajo vender a algún paisano el edificio de Woolworth, el de la Subtesorería o el puente de Brooklyn. LGUNOS de los importadores que compran películas con derechos de exclusividad han formado una asociación para proteger sus intereses contra los que trafican en material clandestino. Estos, para no ser me _ nos, también proyectan asociarse para de fender sus derechos a comerciar en cintas de procedencia misteriosa y mantener el fuero sagrado de la “reventada”. iY viva la Pepa! NA de las cosas que me tienen ciscado en la Habana es la cantidad de bancos. Los hay por todas las esquinas y se los encuentra uno hasta en la sopa. El título de banquero se ha hecho aquí tan corriente como el de doctor en el Brasil o general en Méjico. No en balde hay crisis financiera, congestión de muelles, moratoria y pánico general. En Cuba se necesitan menos bancos y más dinero. Soy casi lego en asuntos de esta especie, pero creo que si quebraran cuatro o cinco de estas instituciones — que van a quebrar de todas maneras, porque no las salva ni el médico chino —se clarificaría algo la situación. A mujer cubana, la célebre mujer cubana de ojos negros soñadores, dientes de nácar, cuerpo cimbreante, tez de terciopelo y miradas de fuego... se ve muy de tarde en tarde en la Habana. En tres semanas de estancia yo sólo vi un ejemplar — a la puerta del Cine Fornos, la noche que se exhibió “Dios Existe”. HAIR No quiero decir con esto que las mujeres bonitas escaseen en Cuba. Lo que quiero decir es que el elemento femenino está en alarmante minoría. En calles, paseos y teatros, por cada mujer se ven veinte o treinta hombres, mientras que en Nueva York, París o Londres, por cada hombre se ven diez o quince mujeres. Y mujeres sueltas, que andan solas por las calles sin más control que el de su voluntad. Aquí en la Habana, las pocas que salen van siempre al lado del marido, la mamá, el novio o algún hermano intransigente capaz de atizar un garrotazo a cualquiera por un quítame allá esas pajas. Es una verdadera calamidad. El gobierno debía tomar cartas en el asunto, ya que el problema, por difícil que a primera vista parezca, es bastante más sencillo que el de arreglar la crisis financiera sin que quiebren varios bancos. S un hecho que en Cuba se producirán películas en invierno. Conste que no me refiero a los ensayos realizados hasta la fecha para consumo local: hablo de fotodramas con entrada y aceptación en los mercados mundiales. Una compañía cubana, la Golden Sun, parece resuelta a lanzarse por la nueva senda. Varios productores norteamericanos también coquetean con la Habana y puede augurarse que para 1922 algunas compañías yanquis habrán sentado sus reales por las alturas de la Víbora y el Vedado. Los del Norte dirán que van a Cuba por el clima, el sol, las estrellas y los peces de colores. Sobre este particular yo tengo juicio propio bien fundamentado. Los produc “tores yanquis irán a la Habana porque está a tres días de Nueva York — dos y medio ENERO MY LR > PÁGINA 24