Cine-mundial (1921)

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Una noche, enloquecida de angustia, echóse a la calle. El júbilo hervía en la ciudad. Automóviles ocupados por hombres vociferantes cruzaban por doquier. Las bandas militares tocaban marchas, que alegraban el ánimo como una copa de buen vino. Los cohetes rasgaban el azul enlunado de los cielos con estrías de oro. Zambra y holgorio por todas partes. Caridad llegó hasta.la Acera del Louvre. Al pasar frente al Hotel Inglaterra vió en el café a Ramón en pleno “flirt” con una niña fina y lánguida, rubia como él. Sintió en el corazón la puñalada de los celos. Esperó en la esquina de San Rafael, impaciente, febril. Al cabo de media hora de agonía para la mulata, salió Ramón acompañado de la niña rubia. Detrás, las personas mayores. Todos llegaron hasta la orilla de la acera. Despedidas efusivas y un automóvil que parte raudo. Caridad se lanzó hacia Ramón. —¿Qué haces aquí?—interrogó hosco y huraño. > —Hace tantos días que no te veo, Ramón. ¿Por qué me abandonas? — Vamos: películas aquí, no. Vete a tu casa y sigue los consejos de tu madre. Tú eres la que me abandona. Vamos, vamos, monta en ese Ford. Perseverancia... no sé qué número, la señora te dirá.—Y sonó el golpe seco de la portezuela, desolador, como el punto final de un capítulo de dicha fatalmente terminado. Llegó Caridad a su casa con el rostro empapado en lágrimas. Echóse de bruces en la cama, convulsa de sollozos. —j Caridad! ¡Caridad! —sonó una voz femenil, vibrante de júbilo.—Vamos al Prado. ¡Está muy bonito! ¡Hoy es la fiesta de la Paz! Se ha firmado el “armistiquio”... no sé cómo se “prenuncia”... —j Qué me importa esa paz, Cristina,—dijo la mulata—si desde hoy, por siempre, faltará a d j | i ds Ny | LB Echóse de bruces en la cama, convulsa de sollozos Y un organillo callejero, quizá el mismo de aquella noche, tocaba—a Caridad le pareció que burlonamente—el airecillo popular: “Túnico de medio paso zapatico de a centén.” BERNARDO HERRERA Nuestro agente corresponsal el se ñor Bernardo Herrera, que se halla ac tualmente en Venezuela, está plena mente autorizado para contratar anun cios y subscripciones v para cobrar el precio respectivo. Enero, 1921 < CINE-MUNDIAL Ariel Varges, el Rey de los “Cameramen” GUSTIN RIVERO CHAVEZ, de San Juan, Puerto Rico, fué el primero que violó la santa tradición de los contratos subscribiéndose por un siglo a una revista: CINEMUNDIAL. Ariel Varges ha sido el primero en filmar, violando la tradición del sagrado recinto papal, películas del Sumo Pontífice, mientras oraba éste frente al Altar Mayor de la Capilla Sixtina, en el Vaticano. Las hazañas reporteriles de Ariel Varges le han hecho de fama mundial, y le han ganado el título del más peregrino y audaz de los reporters y “cameramen” del universo. Varges, natural de Chicago, es además el hombre que más ha viajado en el mundo: fué, durante la Gran Guerra, Capitán del ejército inglés, y Jorge V le concedió la Orden del Imperio Británico. Las aventuras maravillosas de Varges comenzaron en junio de 1919. Este temerario “retrátalo todo” zarpó de Nueva York a París. De París pasó a Berlín, siendo él el primer operador cinematográfico que entrara en Alemania después del Armisticio. Voló por sobre toda Alemania, filmando cintas de aquel país. Fué en su aeroplano de Berlín a Estocolmo y regresó a la capital alemana, en veinticuatro horas. rosos vuelos por esas regiones, su aeroplano cayó a tierra, matándose el piloto. Varges sufrió graves lesiones que no lograron amedrentarle, sin embargo. Entre las numerosas películas que filmara Varges en Alemania, por orden de la International Film Service Corporation, se encuentra una, la primera, por cierto, del Presidente Ebert, rodeado de sus familiares en su residencia privada, y muchas asombrosas crónicas vivas cinematográficas de la revolución de marzo, en las que se ve la sangrienta batalla de las facciones en las calles de Berlín, y soldados revolucionarios cayendo, heridos por las balas y granadas del enemigo, a escasa distancia de la cámara del audaz fotógrafo. El escenario de sus aventuras se trasplantó al Austrias Allí batió Varges los records reporteriles filmando todos los estados y escenas del caos que en Budapest siguió al Armisticio, hasta la caída del régimen Bolchevique, y coronó su obra con la primera cinta de la inauguración de Von Hurthy como Regente de Hungría. Del Danubio voló Varges a Finlandia, donde filmó numerosos tambores de las trágicas escenas de la epidemia de tifus en Estonia; recorrió toda Latvia, filmando las primeras cintas existentes de la famosa colonia de leprosos de Wenden y terminó su recorrido de estas regiones con un completo record cinematográfico de Lituania. Obedeciendo órdenes, pasó a Amberes, Bélgica, donde se le recomendó filmar la historia completa de las actividades y los triunfos de los delegados americanos en los Juegos Olímpicos. De Bélgica pasó Varges a Francia, después de gozar toda una semana de las bellezas y el lujo de los casinos de la famosa playa de Deauville, favorito rendezvous de las más bellas mujeres del mundo, regalándonos con floridos reels de escenas de este concurrido balneario de Normandía. Fué directamente a Metz, donde impresionó las regias ceremonias de la dedicación del monumento que los Caballeros de Colón de Estados Unidos presentaron a Francia en conmemoración de la reconquista. De Metz pa En uno de sus nume. só a Lucerna. Allí dispensó una visita al ex rey Constantino de Grecia y a su regia esposa, asistió a un familiar té con la familia y filmó escenas en la regia villa de los reales desterrados. Y ahora, “a filmar al Papa”, le dijo el inalámbrico a Varges. La misión que tantos reporters cinematográficos habían emprendido sin éxito alguno, fué para Varges cosa sumamente fácil. Con la ayuda de la delegación de los Caballeros de Colón, el famoso camera-man americano logró entrar en los inviolables precintos del Palacio Pontifical. Determinado a filmar al Papa durante el curso de las santas ceremonias, Varges esperó a que el Sumo Pontífice se postrara ante el alta, e inmediatamente enfiló el lente y comenzó su cámara a morder celuloide. El sacrílego rarreo del aparato costó al audaz fotógrafo varias imperiosas, silentes amonestaciones que con sus reprochantes miradas le dirigieran sacerdotes y Cardenales; pero nada intimidó al intrépido repórter. Después de impresionar varios cientos de pies de película, se dirigió con atrevido paso hacia el Altar Mayor, y desde una distancia conveniente impresionó un maravilloso “closeup” del Pontífice, que al alejarse del altar, dirigió una sonrisa a Varges, dando señas de haberle divertido la novedad del procedimiento y la audacia del fotógrafo. Mientras Varges estuvo en Italia, acaecieron los terremotos de Fivizzano, y las primeras películas que aquí vimos de esos cataclismos ruinosos las debemos a la cámara siempre en guardia de Ariel. En esos mismos días tomaron posesión de las factorías los trabajadores del Norte de Italia, y Varges filmó las escenas de los disturbios de este experimento Bolchevique de Milán. Después fué a Taranto, y tomó excelentes fotografías del acorazado “Leonardo da Vinci”, torpedeado durante la guerra y salvado luego, sustraído del fondo del mar con la quilla hacia arriba, como en sus películas nos lo muestra Varges. De regreso a Roma, Varges voló por sobre la ciudad santa, tomando durante cuatro horas consecutivas, fotografías de la Roma antigua y la moderna y, pocos días después, fué a Ostia, filmando desde un aeroplano, y en tierra, escenas de las excavadas ruinas de este antiguo puerto de Roma en la desembocadura del Tiber. Durante sus largos meses de servicio en el ejército inglés, el Capitán Varges recorrió con su famosa cámara (más formidable que su espada), toda Grecia, Serbia, Egipto, Arabia, Persia, Mesopotamia, India, el Turquestán, Afganistán y la Rusia Caucásica, cumpliendo con la osadía y el tesón que le han hecho famoso, las órdenes de sus superiores como filmador oficial de los Reales Ejércitos. ganándose la honrosa condecoración con que Jorge V le premiara. Pero, de todos sus éxitos y noveles reporterías cinematográficas, las películas que hiciera Varges en el Vaticano le han ganado el mayor galardón y le han afianzado su puesto como el Primero entre los Caballeros de la Cinta y la Cámara. Dicen que “preguntando, se llega a Roma”. Y Varges ha hecho el viaje más sencillo y posible. Preguntad dónde se exhiben las cintas de la “International”, y veréis pasar “al Papa blanco vestido de azahares”, como dijera un mal poeta antillano, en los mismísimos sagrados recintas del inexpugnable Vaticano. > PÁGINA 28