Cine-mundial (1921)

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Nos comunica el senor M. Garcia Consuegra... RANCESCA BERTINI, la gran trágica italiana, es la incógnita a quien dedicaba el señor M. García Consuegra, del Liceo de Villaclara, Cuba, el soneto que en nuestra edición de septiembre publicamos bajo el epígrafe: A “z.....? Estrella del Cine”, y firmado por el señor Consuegra quien, a su vez, prometió un original y artístico objeto al lector de CINE-MUNDIAL que adivinase quién era la musa que hiciera al vate exclamar: “Venus te vió nacer, y embelesada, Sintió su corazón de envidia lleno!” Nos comunica el señor Consuegra que el premio ha sido ganado por la señorita Lillian Bhayier, Calle I número 228, Vedado, Habana, siendo ella la única que, entre los numerosos lectores que probaron fortuna, acertara con el nombre de la misteriosa musa, haciéndose acreedora a un hermoso y artístico porta-retrato de madera fina, en forma de arpa, en el centro del cual aparece una fotografía a colores de la célebre trágica. Y, con este concurso, diremos, con el criollo, “Y con éste adiós, porque ya nos vamos.” “Chat” y “Cheat” Un minúsculo periodiquillo de Buenos Aires, que se llama “Chat” y.que se debía llamar “Cheat”, a juzgar por sus maniobras, reproduce con gran dosis de tupé las entrevistas que en CINE-MUNDIAL se publican y tiene la audacia de substituir en ellas su propio nombre al de la revista nuestra. Ya va resultando monótono el aludir a esos despojos y, aunque no sea más que por cortesía, bien pudieran esos colegas eximirse de tomar lo ajeno sin aludir siquiera al origen de lo que reproducen. Una Gran Cinta Alemana | en el Lienzo Neoyorquino OR primera vez en más de cinco años, Broadway ha presenciado y aplaudido una velícula de manufactura extraniera. En el “Capitol”, que es uno de los teatros de más alto copete en la metrópoli, se exhibió, con el lujo de costumbre y en vez de alguna nelícula de marca nacional, la famosísima obra “La Du Barry”, de que es intérprete magistral Pola Negri. Nunca antes se había visto a esta estrella en la pantalla norteamericana y la crítica es unánime en reconocer no solamente los méritos de la actriz sino la excelencia de la producción, que ya es conocida en nuestros países. Como se trata de un precedente, justo cs mencionar el acontecimiento. de que se trata. ¡Recorcho! exclama Raymond Hatton viendo el Concurso —jOh, Boy!... (que se puede traducir “i Recorcho!”’) Esta fué la tipica, todo-poderosa excla Enero, 1921 < CINE-MUNDIAL mación con que acogiera Raymon Hatton la página 898 de CINE-MUNDIAL y, con ojos desmesuradamente abiertos y por sus labios el sudor de ese dulce babéo que se nos escapa del paladar ante aquello que nes es como las uvas a la zorra... el popular tragicómico de la Goldwyn contempló largo rato las floridas pantorrillas de Mae Murray. Como un planeta cualquiera sin su collar de satélites al cuello, sería una estrella cinematográfica sin Ray Hatton en la pantalla. Mabel Normand, Fred Mann, Will Rogers, Tom Moore, son soles en cuyo sistema estelar Ray Hatton ha sido y es el indispensable satélite. “El Oficial 666”, sin su “íntimo amigo”, habría quedado como la Tierra sin su amiga Selenia celebrando una Noche Buena. El realce que Ray Hatton da, con su cooperación, al actor en toda la película en que toma verte este singular cómico, se deja ver más que en ninguna en la producción “Alto, Ladrón”, recientemente estrenada por la casa Goldwyn e interpretada por Tom Mcore, secundado por Hatton. Caracteriza a este sin par “segundo” un desdén por su seguridad personal que le hubiera hecho, de quererlo él, uno de los más famosos héroes de series cinematográficas; pero su misión es dar realce a las constelaciones alrededor de la cuales va derramando, como un salero humano, el cloruro de sodio de su gracia y de su ingenio, y, ahí ha plantado su bandera. Cuenta que, en viaje de recreo a Méjico una vez, topó con unas carreras de caballos en las que había de tomar parte un ágil pinto de su amigo Tex Parker, el valiente cowboy de la troupe Will Rogers. En el momento preciso en que comenzaran las carre ras, el jokey de Hatter se enfermó. —Bien. .. ¿qué piensas hacer, Tex?,—preguntóle Hatton. ——“Cien rayos me partan si sé, Ray. ¿Crees que este enclenque cuadrúpedo soportaría la carga de estos quintales y que le cuadraría mi quijotesca longitud encima?...—Y, con cara compungida y labios caídos, Tex contemplaba su pequeño jaco que relinchaba como pidiendo a gritos un Jinete. —Tráeme el traje y la silla de tu jockev; vo montaré el pinto. Si alguna vez he estado orgulloso de mi reducida figura, es ahora—dijo Hatton. Cuando sonó el tiro de partida, el pinto de Tex estaba en línea y, con Ray sobre su bien formado lomo, llegó el primero a la meta y, el premio a los bolsillos del cowboy. Tres semanas después salió Hatton de Méjico al trote, pues a los rivales del vaquero no les sentó bien el engaño de que les hizo presa Ray. Y ahí lo tienen ustedes. Raymond Hatton, de la “Goldwyn”, impresionado hasta lo más hondo al ver las esculturales pantorrillas de Mae, que fueron objeto de nuestro concurso. > PÁGINA 105