Cine-mundial (1921)

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HARLES GILPIN es un negro sin mezclas, negro como el carbón. Actor de singulares facultades, su trabajo en la comedia “El Emperador Jones” ha sido el éxito artístico de la actual temporada neoyorquina. No es un improvisado. Es hombre culto, estudioso, amante de la escena. Sus triunfos no le han engreído. Fuera de las tablas prefiere el trato con gente de su raza y dícese que llega hasta rehuir el contacto con los blancos. Estos rasgos revelan superioridad mental poco común, conocimiento perfecto de su pueblo y voluntad de acero. E Todos los años por esta época, la “Liga Dramática de los Estados Unidos” da un banquete en cuya presidencia se sientan, como invitados de honor, los diez o doce autores y actores que mejor acogida han tenido durante la temporada. Pasar por alto la labor de Gilpin resultaba imposible, y el dilema se planteó en seguida. Procediendo con justicia, había que invitarlo. Si se le invitaba lloverían las protestas. En estas condiciones, el asunto salió a la luz pública. En las columnas de la prensa yanqui se discute hoy si debe o no debe ir el artista al banquete, y hasta la fecha nada en firme se ha resuelto. El color es el único estigma imborrable en Norte América, y si el elemento liberal no se impone, Gilpin se quedará en casa. RA El lío originado por Gilpin y sus triunfos, o dicho de otro modo: por ser negro y permitirse triunfar, trae a la mente las diversas formas que toman en distintos climas y ambientes los prejuicios raciales. Sería fútil negar que el negro inspira antagonismo, más o menos abierto, en cuantos países de América ha arraigado su estirpe. En ninguna parte se llega a las violencias continuas de los Estados Unidos, pero sólo porque aquí todo el proceso de la vida es continuamente violento. No son de color todos los linchados. Se Esta animosidad carece de lógica. Su fundamento estriba que fundamento es en el estado actual de salvajismo en que vivimos y viviremos por muchos centenares de anos todavia en que los blancos dominan hoy. Si mandaran los negros, sucederia exactamente lo mismo a la inversa. El hombre es más cruel que el tigre, más cobarde que la hiena, más “ventajista” que el lobo, más abyecto que el perro. Su cobardía y abyección sirven de freno a su crueldad. De ahí que no nos comamos los unos a los otros: no es por falta de ganas, es por miedo. Y de ahí también nuestro placer en maltratar al débil, en abusar, en cometer cuantos actos crueles nos imaginamos que pueden perpetrarse a mansalva. a ee E El prejuicio contra la raza de color no se desarrolla del mismo modo en Norte y Sur América. De esto se percata en seguida el CINE-MUNDIAL hispanoamericano que viene a los Estados Unidos. A cuántos no ha asombrado ver por las calles de Nueva York mujeres blancas como la leche del brazo de negros más prietos que el betún! Y es que para el yanqui no son blancas: una sola gota de sangre negra basta para cerrarles todas las puertas. El caudal de sangre blanca que llevan en las venas pasa desapercibido: la gota negra les corta el paso hacia la raza dominante y las empuja hacia la dominada. E: El yanqui, por el contrario, se asombra al .ver en nuestras ciudades a hombres blancos pasear por las calles con mujeres de color. No se explican la filosofía hispana que tolera la intimidad entre blancos y negras, y la rechaza entre entre negros y blancas. Le asombra que un blanco no pierda prestigio casándose con una mulata clara, por ejemplo, pero que ésta sí lo pierda contrayendo matrimonio con un negro. E Muchas otras diferencias pudieran citarse en el desarrollo del prejuicio contra la raza negra. Hay inconsistencias curiosas. Una norteamericana se irá de parranda tan tranquila con un sujeto más moreno que una noche de invierno, porque es indio y gasta turbante; pero, en el Sur, no se sienta al lado de un chico físicamente tan blanco como ella, porque su tatarabuelo vino de Africa. ES e Sería asunto de nunca acabar meterse por los múltiples vericuetos que toma este prejuicio aquí y allá. Ahora bien; el problema en los Estados Unidos, por la forma en que se desarrolla, resulta insoluble. A medida que transcurre el tiempo, mayor es el número de la población de color, mayor la injusticia, más inquinados los odios. En la América Latina, el problema se va resolviendo gradualmente y llegará el momento en que desaparezca por completo, y entonces el negro verdadero, sin mezcla alguna, va a resultar un ser superior por lo raro, como actualmente sucede en algunas naciones europeas. A música yanqui está haciendo estragos en Europa. Pasedbanse dos polizontes por uno de los barrios alegres de París, cuando flotaron por el espacio, procedentes de un restaurant cercano, los acordes de una ABRIL, 1921 <——— — de esas canciones afro-americanas tan en boga en los Estados Unidos. Los guardianes de la ley no pudieron contenerse y empezaron a bailar. Danzando venían por la Avenida de la Opera abajo cuando se dieron de bruces con un Inspector, a quien dejaron patidifuso con semejante conducta. Al comparecer al día siguiente, bajo arresto, ante el Prefecto, este funcionario dictaminó que la culpa era de la orquesta, ya que “la música de esa índole no había ser humano que pudiera resistirla”. NR L cinematógrafo ha popularizado la jerga teatral. Giros, palabras y términos que antes sólo se oían entre bastidores, hoy salen de todas las bocas. Hasta los chiquillos hablan de barbas, características, estrellas, partiquinos. Sin duda la mejor reseña de la toma de posesión del Presidente Harding se publicó en el “New York World” bajo la firma de Charles Michelson. El contraste mental y físico entre el presidente saliente y entrante — el uno enfermo, débil, medio paralítico; el otro rebosante de salud — impresionó al célebre periodista. El artículo, un modelo de reportaje, es una prueba más de lo que digo antes. Empieza así: “En el espectáculo que marcó el pase de la presidencia de Woodrow Wilson a Warren G. Harding, el actor de carácter se apoderó del público y robó los aplausos al primer galán.” ILLIAM A. BRADY, el padre de la actriz del mismo apellido, propietario de teatros, empresario, presidente de varias sociedades, etc., etc., en su recorrido echando discursos contra la censura, ha tropezado con varios curas belicosos y damas moralizadoras. Brady es hombre irascible y excesivamente gritón — por eso quizá lo hayan escogido como portavoz de la cinematografía — y anda armando unos escándalos mayúsculos. ES En una conferencia celebrada en la cámara legislativa del Estado de Nebraska, demostró Brady que si vencían los que abogaban por la censura, no sería posible representar los trabajos de los grandes dramaturgos. Si se eliminan los homicidios, las relaciones ilícitas, las traiciones y demás menudencias que se salen de la generalidad, no hay forma de presentar drama alguno de Shakespeare, Racine, Lope de Vega, Ibsen o cualquier otro autor célebre. También habría que eliminar todas las composiciones sobre la pasión y muerte de Jesucristo. NI Después tuvo una agarrada con un pastor protestante a quien, desde este momento, puede conferírsele el campeonato del cretinismo. —¿Quiere usted mayor inmoralidad que la de “El chiquillo”? — preguntó el eclesiástico con voz en extremo meliflua. > PÁGINA 268