Cine-mundial (1921)

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CINE-MUNDIAL CHARLATANES DE CINE == AN hy R) AN ONFIESO que poseo muchos defectos; pero tengo una virtud. La de inco modar al prójimo lo menos que pue do. No sé si es instintiva o hereditaria, pero cada día arraiga más dentro de mí al ver esos tipos que parecen lanzados al mundo para mortificación de sus semejantes. Dicen que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios; pero esos seres no pueden parecerse a quien los creó. Sería un sacrilegio .hasta el dudarlo. Esas criaturas que viven y mueren causando molestias a todo el mundo, podrían dividirse en varias clases, siendo su clasificación más dificil de lo que parece, necesitando un nuevo Linneo que las llevase a cabo, sin incurrir en confusiones. Los hay que revelan lo que son desde que se les conoce y otros más hipócritas que nos engañan sin sentir. Son unos mosquitos que con dificultad se ahuyentan. Por mi modo de ser, más que por los desengaños que en el mundo tengo sufridos, que después de todo no han sido muchos. ni muy grandes, amo la soledad, acaso porque en ella puedo pensar a mis anchas y trabajar a gusto. Pues nada, es inútil mi propósito o mi vocación de estar solo. Es raro cuando no aguanto las impertinencias de algún amigo que con la mejor voluntad, que no le agradezco, cree un deber alegrar mis soledades con su charla perpetua, ya diciéndome tonterías que suenen a impertinencias, ya contándole lo que no me importa. He conocido muchos caballeretes de esos que cifraban su felicidad en charlar por los codos. Como el célebre personaje que retrató Bretón de los Herreros en su “Marcela”, eran de aquellos que cuando van a estornudar ponen el pañuelo en la boca de su compañero para que no hable y los deje proseguir en su oratoria insoportable. Sufrí a cierto cordobés que no cesó de hablar hasta que una tisis laríngea, natural y esperada, lo llevó al cementerio. Otro condiscípulo tuve que gastó tanto la campanilla que hubo necesidad de amputársela. Pero son como las ortigas, que se arranca una y salen veinte. Murieron unos, se ausentaron otros, quedaron afónicos algunos; pero hay nuevos moros en campaña. Entre ellos ocupa un lugar privilegiado don Restituto Botella y Gómez de los Villares, un Procurador del Ilustre Colegio, que ha escogido para campo de operaciones los cines, ya que su afición por el género le lleva a ellos todas las noches, más que a ver las películas a dar la jaqueca al vecino que escoge como víctima propiciatoria. Si los empresarios profundizasen bien sus conveniencias, prohibirían la entrada de los A = POR NARCISO DIAZ DE ESCOVAR charlatanes como se prohibe la de los borrachos. Ecaso éstos molesten menos que aquéllos. El verdadero aficionado a las películas gusta de verlas con tranquilidad, dándose cuenta de los argumentos, esclavo del interés que despiertan, y si les cae un moscón de esos al lado, termina por huir de los cines como de un foco epidémico. Tuve la desgracia de ser muy simpático a don Restituto. Aficionado a la poesía, rara era la noche en que no me recitaba algunos de mis versos, y hasta docenas enteras de cantares y rimas. Apenas entraba en el cine dejaba su asiento y se venía a mi lado. Gozaba relatándome todas las novedades del día, hasta resultaba un Boletín de la estadística de nacimientos, matrimonios y defunciones. Huyéndole, dejé de sentarme en la butaca y utilizando los ofrecimientos del simpático propietario del “Cinema-Concert”, me refugié en una platea. Al tercer día allí se me presentó don Restituto, pidiéndome mil perdones y alegándome en su defensa ‘que no estaba contento cuando no me veía cerca. Era inútil que le pusiese mala cara y que sólo le contestara lo más preciso. Hasta me propuse resultar ineducado, grosero. No logré éxito. Entonces, en mi deseo de no perder la exhibición de películas que tanto me entretenían, acordé irme a los asientos de la entrada general. Allí me sentía tranquilo escondido entre criadas de servicio, estudiantes yv obreros. Desde aquellas alturas veía a don Restituto buscándome por todas partes. Una noche me descubrió, me hizo un saludo muy expresivo y a las veinticuatro horas lo tuve al lado, más hablador que nunca. pues me contaba lo atrasado y lo de actualidad. ; Desesperado, harto, lleno de ira, pensé no ABRIL, 1921 volver al Cine. ¿Pero no era una tontería renunciar a mi afición por culpa de aquel sinapismo latente? ¿Qué hacer? ¿Rompía con él? ¿Lo insultaba? ¿Le pegaba? En estas vacilaciones se me ocurrió un recurso radical, extremo. Al día siguiente, era un domingo, volví a ocupar una butaca. A los dos minutos se me presentó mi hablador sempiterno. Lo saludé por señas. Me habló y fingí no escucharlo. Al poco rato, aprovechando un intermedio, exclamé con tono muy tristón. . —Amigo don Restituto. Es horrible lo que me pasa. Una desgracia inmensa. —¿Qué le sucede? ¿Se le ha muerto alguien? ¿Está arruinado? Como si no oyese sus añadí: —¡Me he quedado completamente sordo! El médico dice que es nervioso. ¡No lo sé! Podrá ser; pero no oigo ni un cafionazo. Quedóse mi hombre con la boca abierta. Después habló y por señas le manifesté que no entendía una palabra. El recurso produjo su efecto. Aquella noche no volvió a despegar los labios. Desde entonces cuando me ve no se acerca y me saluda con un movimiento de cabeza. Buscó otro amigo, y lo encontró pronto, a quien no deja ver las películas. Leo en la cara de la nueva víctima las angustias que sufre. Mientras vo, sonriéndome y tranquilo, puedo disfrutar de mis aficiones, bendiciendo aquel improvisado recurso que me libró del amigo insufrible. Trislado la receta a los concurrentes a cines que padezcan de esa plaga de charlatanes, más extendida de lo que parece. interrogaciones. De fotodrama a opera e A OBRA póstuma de Camille Erlanger, “Forfaiture”, se estrenó en la Opera Cómica de París hace un par de semanas. El libreto es una adaptación —primera en su eénero—del argumento de una película de la casa Famous-Players exhibida en los Estados Unidos en diciembre de 1915 con el título de “The Cheat”. En algunos países de habla española se le llamó “El impostor”, en otros “La marca de fuego”. Héctor Turnbull escribió el argumento. _ Según cablegramas de París, “la crítica declara que el asunto era demasiado mecánico para seria expresión lírica, demostrando que la escena muda no tiene aún suficiente desarrollo para trasplantarse a otro medio artístico. También la música resultó vulgar.” Paul Millet y André Lourde se encargaron del libreto en francés. Poco tiempo después de entrar en la guerra los Estados Unidos, el difunto Camille Erlanger vió “La marca de fuego” en uno de los cines de París y quedó tan impresionado con el argumento que en Seguida se le ocurrió la idea de llevarlo a la escena lírica. Turnbull el autor, se encontraba a la sazón en Francia sirviendo en las filas del ejército norteamericano, y accedió gustoso a los deseos del compositor de “Afrodita”, que terminó la partitura poco antes de morir. Una de las curiosidades relacionadas con esta cinta es el encumbramiento de Sessue Havakawa. Se suponía que la “estrella” era Fanny Ward. Hayakawa en aquella época no pasaba de comparsa adelantdo y se le encomendó el papel de traidor por ser japonés, cosa que venía bien con el argumento. Pero al exhibirse la cinta, el actor asiático eclipsó a todo el mundo, convirtiéndose de colpe en favorito de primera fila—puesto que ha sabido sostener hasta hoy. Fanny Ward quedó relegada a segundo lugar. > PÁGINA 280 4