Cine-mundial (1921)

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Los Ojos a Través de una Mascara tiene el inquietante atractivo de todo lo entrevisto entre los pliegues de ro sada tarlatana de la ilusión. Un antifaz es una tentación que aumenta la soñada hermosura de esos ojos que nos atraen. Pero, si el antifaz cae y el semblante que escondía no es bello ¡qué decepción! Hagamos bello el rostro. Defendámoslo contra las decepciones. Esperemos sin temor a que nuestro antifaz caiga, en la seguridad de que la hermosura de la piel, de los labios, de las mejillas arreboladas y suaves serán dignas de los ojos que cintilaban y atraían. Que la máscara no sea el escudo de la fealdad, sino el abanico que hace doblemente interesante un rostro atractivo. Los Polvos De Talco MENNEN son una garantía de belleza. Cuando son boratados, la fórmula misma conforme a la cual se han hecho es motivo de que dejan la piel fresca, saludable y aterciopelada. Incomparables para usarlos después del baño, sin rival contra las molestias originadas por el calor, constituyen una necesidad imprescindible. u presencia en un tocador es tan necesaria como la del espejo. Se venden, con variedad de colores y perfumes, en las principales Droguerías, Perfumerías y casas de importancia. Búsquelos usted. The Mennen Company Newark, N.J. ENA. ABRIL, 1921 < CINE-MUNDIAL jinetes”? Es algo carnal, materialista. La chica aquella entre las tumbas, abrazada a su novio, con las faldas movidas por el viento y apretadas al cuerpo, revelando unas “caderas de ánfora”, simboliza el eterno resurgimiento de la vida. En el fotodrama no falta nada de eso, incluso viento, faldas y caderas pronunciadas; pero el climax viene segundos después cuando el padre de Julio, arrodillado ante la cruz que marca su sepulcro, ve acercarse a Tchernoff y le pregunta: —¿Conoció usted a mi hijo? —Yo los conocí a todos—responde el otro. La entrada en escena de los cuatro jinetes de la profecía de San Juan levantó en vilo a los espectadores. En una atmósfera de humo, llamas y vapor, salen por la línea del horizonte y vienen cabalgando hacia nosotros. Lo de la bestia bien pudo dejarse fuera. Aquello es papier-maché y se ve lo que es. Temíase que la cinta fuera demasiado guerrera. La gente está harta de odios y quiere olvidar. Además, hay algunos países donde se ha prohibido, y con muy buen criterio, cuantos espectáculos tiendan a despertar los enconos de la pasada lucha. “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” no representan un espectáculo bélico ni de propaganda germanófoba. Dígase lo que se quiera, la tendencia del libro es pacifista. Un pacifismo militante, es cierto, de esos que abogan por mantener la paz a tiros, pero pacifismo al fin, ya que Blasco, sean cuales fueren sus ideas políticas — que aunque él supiese definirlas es dudoso que pudiera practicarlas — ha escrito y hablado tanto de republicanismo, socialismo, anticlericalismo y demás “ismos” más o menos avanzados, que no pudo substraerse a vestir la obra con el ropaje liberal de su escuela. En “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” hay once rollos de acción continua y lógica a los que la flexibilidad de la escena muda permite, mediante variaciones en la redacción de los títulos, imprimir carácter militarista o pacifista. El reparto es de lo más extenso que hasta la fecha se ha visto en un fotodrama. Fijan la atención del público arriba de veinte personajes. Se destacan Rudolph Valentino, Alice Terry, Pomeroy Cannon, Joseph Swickard, Alan Hale, John Sainpolis, Stuart Holmes y Wallace Terry. No hubo “estrella” al hacer la película, pero salieron dos al exhibirla: Valentino, italiano de nacimiento que hizo el Julio Desnoyers, y Alice Terry, que interpretó a Marguerite Laurier. Huelga hablar de la fotografía y demás elementos técnicos: se ha llegado hasta donde hoy permiten los adelantos del cinematógrafo. El público de la noche del estreno rompió a aplaudir cuando desfilaron por la pantalla varias columnas de tropa alemana. Fué una equivocación: las tomaron por francesas. Después hubo los silbidos y siseos de rúbrica. La mayoría rió. ES En el letrero lumínico a la puerta del “Lyric Theatre” aparecen en letras grandes “Los cuatro jinetes” y en pequeñas “del Apocalipsis”. Esto quiere decir que dentro de poco se acortará el título de la cinta. es F Como pelicula guerrera, la obra de Blasco resulta muy superior a “Corazones del Mundo”; como espectáculo, superior a “Macho y Hembra”; como trama emocional por encima de “Alla en el Este”; como argumento, no tiene rival. Las comparaciones suenan mal y a veces resultan injustas; pero creemos a pie juntillas lo que acabamos de decir. “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” constituyen el mejor instrumento de propaganda hispana que se ha ideado en estos últimos tiempos. Hay quien dice que Blasco no quedó del todo bien cuando estuvo en la Argentina. Si dejó alguna deuda por allí, ya la ha pagado con creces. La República del Plata bien podía subvencionarlo. Ek La cinta termina trágicamente, como la novela. En vez del primer término y el beso vemos un cementerio enorme, lleno de pequeñas cruces. Con la manía de imitarse que tienen los directores, presentimos docenas de fotodramas con finales de rompe y rasga. Os Los palcos y el patio de lunetas del “Lyric” estaban ocupados por artistas, empresarios, magnates, agentes de publicidad. A nuestro lado sentábase Barthelmess, el que hizo el chino en “Al soplo del cierzo”; dos o tres lunetas más allá, en la misma fila, Dorothy Gish. E A los pocos días de estrenarse la obra, pagó su tributo de sangre. Beatriz Domínguez, catalana, la artista que hizo el papel de bailarina en las escenas de Buenos Aires, falleció en Los Angeles de apendicitis. F. G. Ortega LAS ESCUELAS DE CINE (Viene de la pagina 259) dios”. Por cierto que Mister Peck debe tener vis cómica, porque, de otro modo, no le habría puesto a sus quiméricos talleres el nombre del fabulista francés. Después de la señora Sternieri, vino ante el Fiscal otra quejosa, que fué la señorita Margarita Charvet, de oficio modista, aunque aspirante a estrella del arte mudo y que acudió a la Escuela de Peck atraída por un anuncio de “La Fontaine Studios” insertado en un diario. Según cuenta la víctima, no recibió lecciones ni siquiera de las del tipo que recibiera Albano. Mister Peck se limitó a darle el manuscrito de un argumento de cine, para que “se posesionara de su papel”, le cobró diez pesos como emolumentos de matrícula y, después, pretextando una lección particular, fué llevada por el otro “Profesor” de la Escuela, un tal Ackerman, a las habitaciones privadas de este último, en donde se puso a hacerle un amor que no tenía nada de cinematográfico y sí mucho de real y de... agresivo. La señorita Charvet fué con el cuento a la policía y Ackerman está ahora haciendo argumentos cinematográficos en una celda de la Penitenciaria. Otra de las declarantes ante el Juzgado Criminal fué la señorita Freida Kamler que corroboró las declaraciones de la señorita Charvet, diciendo que a ella le había ocurrido tres cuartos de lo mismo, acusando a Ackerman de fraude y de otros delitos castigados por el código. Con estos datos y con los ofrecidos por otras cuatro víctimas de Peck y de Ackerman, la autoridad cerró la escuela y metió en la cárcel a todo el Profesorado. Como punto final a las investigaciones iniciadas por el Fiscal de Nueva York, transcribimos el interrogatorio y las contestaciones del señor William F. Haddock, director auténtico de cine y que fué llamado por el juez para aclarar algunos puntos técnicos en el curso de la causa seguida contra las falsas escuelas cinematográficas: > PÁGINA 306