Cine-mundial (1921)

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CINE-MUNDIAL La Prueba esta en la Acción L CUATRO de marzo del corriente ano, Warren Gamaliel Harding prestó el juramento de rigor como presidente de la República de los Estados Unidos del Norte en la ciudad de Washington, a eso de las tres de la tarde. Aquella misma noche, en los principales Cines de Broadway, en Nueva York, se exhibían las escenas de la ceremonia, efectuada a cuatrocientos kilómetros de distancia. Los habitantes de Chicago, que están a cerca de dos mil kilómetros, vieron esas mismas escenas al día siguiente. El veintitrés de febrero llegaron a Nueva York, procedentes de San Francisco de California, trescientas cincuenta libras de correspondencia postal, treinta y seis horas después de haber salido de esta última ciudad, que está a más de tres mil kilómetros de distancia. Todos los días llegan a nuestro escritorio cartas que han sido depositadas en el correo a centenares de kilómetros de distancia y que, sin embargo, tienen sello de fecha recientísima. Los viajeros que van de Londres a París se transportan de una a otra capital en el breve espacio de tres horas. Llegan directamente, llenos de entusiasmo y sin ninguno de los complicados transbordos de tren a barco y viceversa. Su jornada ha sido un placer, en vez de una prolongada tortura. Toda esta rapidez, esta eficacia, esta comodidad en el viajar se deben a muchas cosas, pero sobre todo al aeroplano. Puente que une los grandes espa con velocidad constante, el aeroplano merece la gratitud del hombre de neocios de este siglo. En el Departamento de Correos de los Estados Unidos, está dejando una marca de servicio y de ejecución sin precedente. Grabadas en lo alto de la fachada de la central de correos de Nueva York, en la Octava Avenida y la Calle Trigésima Cuarta, hay estas significativas palabras: “Ni la nieve, ni la lluvia, ni las sombras de la noche impedirán que estos correos completen rápidamente las ¡jornadas que se les asignaron.” Estas palabras fueron esculpidas mucho antes de que existiera el servicio postal aéreo. Pero los correos del aire han sido fieles al lema y, siempre breves en sus tareas, han condensado el espléndido mote en éste que es el suyo típico: “El Correo debe Volar”. El servicio de correo por el aire legó al noventa y dos por ciento de la perfección el año pasado. La correspondencia ha sido transportada en (Continúa en la página 371) Por A. J. CHALMERS Cortesia de Glenn L. Martin Co. Mayo, 1921 < > PÁGINA 341