Cine-mundial (1921)

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i Atiza! — pensé yo para mis adentros—. Aqui tenemos al grafico convertido en una escoba que barre con todos los actores antipáticos. Y sentí un respeto grandísimo por el papel cuadriculado. que, para ilustrar, el señor Shor me dió nombres y fechas, que, naturalmente, no puedo transcribir aquí. Y supe la desgracia de media docena de actores, condenados irremisiblemente por la línea de altas y bajas del “Rívoli”. —Por lo que usted me dice — interrogué al señor Shor— colijo que las condiciones meteorológicas son para el “Rívoli” de capital importancia. Pero quiero aclarar una cosa que me ha intrigado siempre. ¿Cuándo entra más gente al cine? ¿Cuando llueve o cuando hace sol? —Depende del día de la semana y de la hora en que empiece a llover — me contestó sonriendo el señor Shor. —¡Eso sí que no lo entiendo! —Verá usted. Nuestra entrada mayor es la de los domingos, y a esa se le presta mayor atención. Si el día es espléndido, la entrada es mala. Si nublado, regular. Si llueve todo el sábado, hasta el mediodía del domingo, la entrada es formidable y no hay butacas bastantes para dar abasto al público que llega. Si la lluvia no cesa hasta las tres o las cuatro de la tarde, la entrada es flojísima. Si llueve hasta la una, la entrada es mediocre. Si llueve todo el domingo y aclara el lunes, el lunes hay regular público. Y si llueve también el lunes, el martes la entrada es tremenda... —Ahora entiendo menos... —Nada tiene de misterioso lo que le digo. La gente sale al campo los domingos. Si llueve el sábado, se queda en Nueva York y va al cine. Pero si llueve hasta muy tarde, prefiere no mojarse y quedarse en casa, a menos que aclare el tiempo para ir cuando empieza la función. Cuando la lluvia continúa por uno o dos días más, las mismas personas que prefirieron permanecer en su domicilio están ya aburridas y, armándose de paraguas, impermeables y zapatos de goma, acuden en masa al cine. —Y todo eso se tiene en cuenta para dar buenos o malos puntos a cada butaca, ¿eh? —Y a cada actor. Y hasta a los acomodadores, que son una especie de soldados, con obligación de hacer “maniobras” y ejercicios todos los días... —¿Con qué objeto? —Con el de pilotear a la concurrencia, a fin de que el teatro se llene uniformemente y con orden. Un poco de observación ha bastado para probar que una palabra del acomodador, dicha en el momento en que un espectador entra en la sala, es suficiente para guiarlo hacia el centro, la derecha o la izquierda, según que haya más asientos disponibles en una u otra sección. En cuanto a las maniobras, son para casos de incendio y otras emergencias... Ya no me quedaba nada más por averiguar y me despedí del señor Shor. No sé si a todos parezca “novelesco” este sistema administrativo a la moderna. Para mí, tuvo atractivo y por eso he tratado de describirlo aquí. Si el relato ha resultado vulgar e insulso, que me perdonen mis lectores. Películas en Tampa Jack Sullivan, conocido perito en armas de fuego y que lo mismo dispara pistolas que dispara películas, desde que salió de Tejas, su Estado natal, comenzó el doce de abril a producir fotodramas en Tampa, con argumentos y escenarios tropicales. Se propone manufacturar cuatro rollos por semana. Especialmente por- CINE-MUNDIAL x y TA ETA ive PAO WN) | que me han CONOCIDO Confesiones íntimas de Leoncio Fadrique Yanez y Torremadura Escritor, literato y entrevistador No. 4—JACINTA Durante la preparación de un artículo titulado “Reacciones Primitivas del Cine”, obtuve, para comparar, un cuadro de reacciones de las razas salvajes a Estos lo que pudiéramos llamar las “tropas de shock” del la influencia de los misioneros civilizados, son progreso y hablan con autoridad de la influencia de la filosofia moderna 'en terrenos virgenes. En el fondo de todas las memorias de misioneros que lei, hay el mismo detalle importantísimo; por. peligrosos y agresivos que fuesen los hombres a quienes eran más peli predicaban los misioneros, siempre grosas y agresivas las mujeres. En tratándose de tormentos, de la agonía refinada que precede a la muerte de la victima, las mujeres—y no los hombres—eran las que llevaban la crueldad al último extremo. Los cazadores de cabezas de la Polinesia sólo buscaban cráneos enemigos. Las mujeres, buscaban la prolongación de la agonía. Mis propias observaciones en las montañas de Kentucky, donde la enemistad hereditaria entre unas familias y otras se perpetúa de generación en generación, confirma la teoria de los misioneros: las hembras de casa son las que mantienen vivo el fuego sacro del odio. Kipling asegura que lo mismo ocurre con la hembra cobra y con la osa. CON JACINTA SUCEDIO EXACTAMENTE LO MISMO. ¿No conocéis a Jacinta? No importa. Dar su verdadero nombre, seria—como dijo Talleyrand—no una equivocación, sino una calamidad. Jacinta me conoció en “La Flotilla’, uno de los cafés más exclusivos de Nueva York. El interior es un navio de tres puentes donde se baila. Los pañoles Y el por su estructura y disposición, recuerda los rincones son para las cenas de “tete-a-tete”, mueblaje, embreados de aquellos viejos galeones hispanos de la época de Carlos Primero de España y Quinto de Alemania. Las olas llegan a morir al “costado del barco”. Hay luces que parpadean a través de las ventanillas. Hay faroles que se mecen en lo alto y derraman palida luz. Más arriba, los astros cintilan.......Brisa marina, salada, embriagante...... La Flotilla” es el refugio de los selectos. Estaba yo divirtiéndome con un grupo de comensales que me ofrecia un banquete. Envuelto en la magia de “La Flotilla” estaba describiendo a mis amigos, lo más vividamente que podia, los encantos de Honolulu. Bien podéis imaginaros la atención con que mi escogido auditorio escuchaba; cuando la inspiración me abrasa, se puede oir volar una mosca....... La música llegaba hasta nosotros en suaves ondas, Se bailaba. Los que bailaban habian llegado cerca de nosotros y Seguía la conversación. se deslizaban entre las mesas. Pasaban rozándonos. Yo relataba algunas de mis experiencias durante mis estudios de baile en las varias partes del mundo. Pre Junio, 1921 < he perdonado, Año Nuevo en China, aludiendo a la belleza incomparable y al RITMO de una “geisha” que bailaba conmigo en aquel entonces...... cisamente describia un episodio del De súbito, alguien me interrumpió. Una suave, blanca mano se posaba en mi brazo. Alcé la vista, Era Jacinta, —~Quiere usted enseñarme cómo bailaba?—suplicó más bien con la mansedumbre de sus ojos que con sus propias palabras. El caballero que con ella iba, se mostró sorprendido de aquella informalidad. De pie tras Jacinta, no sabiendo si indignarse o reir, vacilaba. Acabó por ale jarse sonriendo. Yo soy rígido en cuestiones de etiqueta y debo apresurarme a advertir que es la primera vez que admito semejante tergiversación de las reglas sociales. Pero, la atmósfera de “La Flotilla” me tenía preso en sus Cedi. Bailé con Jacinta. Le ensené cómo había bailado la “geisha” de Oriente........ brazos enervantes. No fué un vals ni una gavota, Ní una polka ni Ni un tango. Ni una de esas vulgares series de compases intermitentes y sin elegancia que Fué el SINCRONISMO de la música identificado con el sentimiento y con la ARMONIA de las almas. Nos quedamos solos en lo alto del puente. Contemplamos el mar palpitante y UNTADO por la luna. una mazurca, forman las danzas modernas. Jacinta me invitó a tomar té a su casa al dia siguiente a fin de que viera en su cuarto de proyección privada su “La Rueda”. Me explicó que “la rueda” era una forma de tormento (ideada por ella misma) que, en el argumento de la cinta, aplica ella a un amante infiel. última película. llamada Cambié de conversación súbitamente, al escuchar Hablé de mi viaje por los Mares del Sur. Le describi mi yate “Hyacinth” de proa a popa. Fui elocuente. Pero.... Jacinta dió un suspiro, que me recordó el REPTAR de una boa entre los matorrales. Tuve que tender la mano en señal de despedida. aquello. Nunca olvidaré su mirada. Me pareció ver una “rueda” minúscula en sus pupilas. Mi ayuda de cámara filipino fué castigado por mi, por haber infringido las reglas de mi hogar. Pero lo porque su instinto me salvó. Sospechando, al dia siguiente de mi cena en “La Flotilla” que mi taza de café contenía, en el desayuno, sustan cias extrañas, lo hizo analizar. El ingrediente añadido a mi Moca era “polvo de diamante” y llevaba es El análisis habló por si mismo. ta nota del químico: “la muerte es inevitable una hora después de haber bebido ésto”. Todavía no he emitido juicio critico respecto a “La Rueda”. Por la Copia, SHAMROCK. XX. > PÁGINA 400